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©Pablo Felipe Pérez Goyry

25 de abril de 2005

¿Hay democracia en Cuba?


Por Pablo Felipe Pérez Goyry.
25 de abril de 2005.


Al presente, son disímiles los enfoques y polémicas sobre la Democracia. Del mismo modo, no hay un acuerdo sobre su interpretación y puesta en práctica, en el contexto de un país.

Democracia, es un término espinoso y nace de las palabras helena “demos” (pueblo) y “cratos” (autoridad). Quiere decir, de que el pueblo goza de la privilegiada sabiduría e inconfundible facultad para cohabitar con autoridad sobre sus representantes y el gobierno.

Una autentica democracia, reconoce al pueblo como genuino poder, que tiene la responsabilidad de asegurar la votación que elegirá los órganos administrativos -nacional, regionales y locales- del Estado. Además, el pueblo, establece él legitimo control público de la gestión estatal.

Para los politólogos ortodoxos, la democracia tiene como precepto imprescindible, de que las mayorías deben gobernar sobre las minorías; sin desatender los derechos colectivos e individuales de los ciudadanos. Se deben salvaguardar los derechos fundamentales, de carácter universal, de todos las personas.

La representatividad y autonomía entre poderes, y el comedimiento a las minorías, son cimientos fundamentales de una democracia. Si cualquiera de estos o todos se fractura, la “democracia real” pasará a manos de la “democracia formal”. Para esquivar este conflicto de intereses, disímiles percepciones se han experimentado en la historia. Conocida es la irónica “democracia representativa”, estrujada en Occidente; la “democracia dirigida”, cobijada por algunos países asiáticos; y la “democracia directa o indirecta”.

En la República de Cuba, durante más de cuatro décadas, se adopto la llamada “democracia popular”. Término utilizado, sin el menor decoro, por la dictadura, impuesta, de Fidel Castro (un caudillo caribeño), para hermosear la ausencia de una “democracia real”. De esta manera, desde 1959, el Estado, con su estructura miscelánea, está en las manos de Castro y su séquito. Como consecuencia, catastróficas y estáticas, los cubanos que residen en el archipiélago son ultrajados por un régimen autocrático; que les niega sus derechos universales y gozar de los principios democráticos.

Se ha corrompido la revolución, en la persona de Castro (“líder total en Cuba totalitaria”) que allana sistemáticamente el camino -de opositores y disidentes- para hacer uso de la intimidación y manipular la verdad, diz para defender los intereses del gobierno y el pueblo. Cada jornada, los métodos de exaltación del espíritu (por medio de perorata dañosa, con sus promesas quiméricas y la demagogia autoritaria) abarrotan a los cubanos y descorazona el alma de la nación.

Cuba es una miseria económica y desnudez física. Y tienen mucha culpa los presidentes estadounidenses y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de lo que ocurre hoy en el país. Comenta, Wayne Smith, Jefe de la Sección de Intereses de EE.UU., en La Habana (1977-1982): “Cuba tiene el mismo efecto en los gobernantes de Estados Unidos que la luna llena solía tener en los hombres locos: pierden el sentido de la razón cuando se les habla de Castro y Cuba”. La memoria atesora muchos eventos en este sentido, como la aventura de Bahía de Cochinos (1961), la Crisis de los mísiles (1962), las actividades conspirativas y terroristas contra Cuba -sabotajes, alzamiento en el Escambray, Ley Torrecelli, Ley Helms-Burton, Programa de Alas por la Libertad, Ley de Ajuste Cubano, etcétera-. (“Un modelo del terrorismo contra los cubanos, que moran en el archipiélago, es Luís Posada Carriles; responsable de la voladura de un avión de Cubana de Aviación en Barbados en 1976 en el cual fallecieron 73 personas, incluyendo muchos de los miembros del equipo de esgrima cubano. Posada es también el confeso autor intelectual de la campaña terrorista de 1997 en contra del sector turístico cubano que mató con bombas a un turista italiano e hirió a 11 personas”). También, les ha faltado estrategia inteligente y unidad persuasiva, a los opositores y disidentes cubanos, yerros que aún hoy se perpetúan. Todas estas prácticas, han consolidado en el poder a Fidel Castro. Sería más prudente poner fin al embargo y a las sanciones que solo afectan al pueblo cubano. Hace falta soluciones que a fin de cuentas si llevasen la democracia a Cuba.

En la modificación del año 2002, de la Constitución de la República, se destaca de que: “Cuba es un estado socialista de trabajadores, independiente y soberano, organizado por todos y para el bien de todos, como República unitaria y democrática, para el disfrute de la libertad política, la justicia social, el bienestar individual y colectivo y la solidaridad humana”. En la práctica la “República unitaria y democrática” (república socialista estalinista, injertada del estaticismo soviético), está en manos de un gobierno que elude la obligación de proteger los Derechos Humanos básicos, como la libertad religiosa y de expresión; la aplicación de la ley con pundonor; respetar a las organizaciones sociales, económicas y políticas, incluyendo las opositoras, así como la participación activa de estas en la vida del país.

Fidel Castro, es el Presidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministro, Primer Secretario del Partido Comunista (único partido legalizado), y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. En último análisis, es el “Cacique” (personalización de la teoría y práctica del oportunismo político), que tiene el poder ilimitado del régimen, y con ayuda de la arbitrariedad mantiene control sobre la ley, y la aplicación radical de su experimento social y político (como sí los cubanos fueran ratillas de laboratorio). Fidel Castro, con ayuda del Partido Comunista, las organizaciones de masas, la maquinaria de Seguridad del Estado (hermana de la Gestapo hitleriana y la KGB estalinista), la burocracia del Consejo de Ministro y de Estado, controla todos los aspectos de la vida en el archipiélago cubano.

Una sociedad democrática, regida por un sistema de gobierno, presidencial o parlamentario, facilita la realización de elecciones incluyentes; y permite la participación libre e imparcial de todos los ciudadanos, para puedan elegir a sus gobernantes. Las elecciones democráticas deben ser autenticas contiendas avaladas por el pueblo, y no favorecerse la desvergüenza tras la que se enmascare un dictador o un partido político único.

Los gobiernos democráticos, están sometidos al estado de derecho. Esto facilita de se garanticen la igualdad en la aplicación de las leyes, como parte de las obligaciones de un sistema legal acrisolado. No se ha aplicado a las personas fusiladas o los cientos de opositores y disidentes encarcelados en Cuba.

Las democracias deben reflejar las características particulares de la vida política, social y cultural de cada país. Todo ciudadano tiene derechos, también responsabilidades de participar en el sistema político que protege sus derechos y libertades. Es cierto de en la práctica, las democracias son diferentes, y es una utopía pretender sean iguales. Empero, esto tiene como explicación, de las democracias se sustentan en principios fundamentales; y en ningún caso a prácticas estáticas y uniformes. Una sociedad democrática está comprometida con los valores de tolerancia, cooperación y compromiso.

Al presente, fruto de una disparatada gestión y baja productividad, de una centralizada economía, administrada ineficazmente por el Estado, y los avatares de la revolución irreverente, tienen el país hundido en la escasez jeroglífica de bienes de consumo y alimentos (según Óscar Lewis “cultura de la pobreza”). Además, aunque el archipiélago cubano posee tierras fértiles (que podría producir alimentos de manera autosuficiente) la mayoría se monopolizan para plantaciones de la caña de azúcar. Una verdadera democracia, se aleja del centralismo desmedido, en manos del Estado. La descentralización de la economía y política; permite una mejor gestión de los gobiernos regionales y locales.

En las calles del archipiélago cubano, se propaga el espectro del ayuno forzoso, el incremento del meretricio, la indigencia (el salario promedio mensual no alcanza los 10 dólares). El pueblo cubano sufre el síndrome del apartheid del turismo, que se resume en: no poder disfrutar las hermosas playas de la isla, los mejores hoteles y los apetitosos bufé, clubes nocturnos y restaurantes. Tal pareciera que para el régimen su prioridad es el bienestar de los extranjeros y no el pueblo. ¿Not to be, será la única aspiración para los cubanos?

Aunque existen esfuerzos en el archipiélago, para introducir reformas del “libre mercado” (al procedimiento castrista), y hay señales de alivios macroeconómicos, para la generalidad de cubanos la cotidianidad se vive en el embrollo de las tiendas desérticas, las dilatadas colas, las famélicas raciones, el comercio negro, el trueque, él rebusque de dólares. Empero, para Fidel Castro, la benevolencia no existe, cuando de su poder se trata. No acepta llegar a un consentimiento con la oposición que se amalgama a la realidad cubana. Es urgente un compromiso de reconciliación, y este no es posible alcanzarlo si como obstáculo domina la terquedad y el descomedimiento. Estas condiciones hacen improbable el desarrollo de una conciencia democrática que faciliten un proceso de apertura y reestructuración económica, política y social de la sociedad cubana. ¿Not to be, será el destino de la nación cubana?

Durante más de 46 años, el poder es ejercido por Fidel Castro y existe un partido único. No se consiente contrariar las ineptitudes gubernamentales. Amnistía Internacional, considera a Cuba como el país que tiene en las mazmorras el mayor número de presos de conciencia. Destacados políticos e intelectuales del planeta abogan por la democratización de Cuba y la libertad de los presos. A ellos nuestra y gratitud.

¿Hay democracia en Cuba? ¡No! La dictadura existe, y es parte esencial en la vida y ambiciones atornilladas de la elite comunista, presidida por Fidel Castro. El “Cacique cubano” continúa pervirtiendo los destinos del país y coacciona a los nacionales con la enérgica ayuda de la red de vigilancia con agentes encubiertos, informantes, los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) y las brigadas de respuesta rápida (BRR). Castro insiste en el control integral del país, y obliga al pueblo cubano a ser comunista mientras él viva.

Hace pocas semanas se aprobó una nueva resolución, en la Comisión de Derechos Humanos, donde se ordena verificar la violación sistemática de los DD.HH. en Cuba. Resolución que tiene consistencia y es irrebatible. Ya que, desde el punto de vista ético, jurídico y político, la democracia se extinguió en Cuba. Pues, se ultrajan los Derechos Fundamentales y Libertades Públicas; se pisotean los Bienes esenciales, sociales, corporales y psíquicos secundarios; se profanan los derechos de personalidad; hay prohibiciones para migrar o refugiarse; la intimación que sufren los cubanos es parte de la discriminación en la alimentación, empleo, y desarrollo individual.

En Cuba está prohibido el pluripartidismo y tener una opinión diferente al gobierno. Además, la tortura psíquica, depresión, neurosis, y desilusión total, obliga a un sinnúmero de cubanos salir de Cuba, los menos afortunados han muerto y están sepultados en la hondura de las aguas del Estrecho de la Florida y el Golfo de México. O como Félix Antonio Bonne Carcasses, Carlos Franqui, Reinaldo Arenas, Vladimiro Roca Antunes, Heberto Padilla, Martha Beatriz Roque Cabello, César Leante, Manuel Vázquez Portal, Gustavo Arcos, Héctor Maseda, Miguel Ángel Quevedo, Tania Díaz Castro, Rene de Jesús Gómez Manzano, Raúl Rivero, Carlos Albero Montaner, y otros cubanos que están muertos, vivos muertos o muertos en vida.

Redactó, con sabiduría, en una ocasión, el excelso cubano Guillermo Cabrera Infante (que murió en el ostracismo -como otros cubanos- sin poder regresar a Cuba) al referirse a Fidel Castro: “Todavía es capaz de gritar Socialismo o muerte", en que su versión del socialismo no deja otra opción que la muerte”.
Es incuestionable de que el dictador Fidel Castro es un activo y excelente discípulo de Nicolás Maquiavelo (1469-1527), que aconseja a sus adeptos el empleo de la mala fe cuando sea necesaria para de esta manera se pueda sostener la política de un Estado. Es bien conocida su afirmación de que “el fin justifica los medios”. En último análisis, utilizar las malas artes, hipocresía y perversidad con el fin de lograr ganancia lucrativa de un resultado, como una variedad del pragmatismo. Castro (encarnación de la teoría y practica del engaño y desengaño) aprendió bien la lección, y a causa de su prepotencia el pueblo cubano tiene secuestrada su libertad.


Pablo Felipe  Pérez Goyry

Freelance: Writer - Journalistic Analyst - Photographer Design Editor - CEO - Chemical Industrial & Analyst

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