Medellín, diciembre de 1998.
Señor director
El Semanal de Medellín.
Reciban usted y el equipo de El semanal mis felicitaciones por el empeño de cada día, para llevar a los lectores cultura, educación y meditación con honestidad y ética, actitud indispensable en los periodistas.
Quisiera trasmitir mis condolencias y solidaridad a todas las familias afectadas por los acontecimientos de violencia ocurridos en Machuca. Por otro lado, el asesinato del alcalde Héctor Emilio Piedrahita y de la personera Adriana María Casas, ambos del municipio de Anorí. Sumándose a esta ola de violencia, la muerte de Jorge Ortega, vicepresidente de la central Unitaria de Trabajadores en la ciudad de Bogotá, a manos de sicarios.
Una vez más el luto y el dolor de los humildes, oprimen el corazón de las personas honestas de Colombia; una vez más la impunidad se adueña de la tierra colombiana. ¿Cuándo llegará la paz definitiva?
Alzo mi voz solidaria de repudio a tan alevosos crímenes. Genocidios como el acaecido en machuca deben terminar, pues la peor parte la sufrieron los niños. Debe ser preocupación de los artífices de la guerra velar por su bienestar y futuro; no mancillarlo.
No es un secreto que la violencia en Colombia suma varias décadas de existencia. Se ha justificado de las más disímiles maneras, pero siempre los más afectados han sido los que menos tienen. Se impone una reflexión profunda para cada uno de nosotros, para los grupos armados en conflicto, por el bien de todos, para salvar la nación que clama por la convivencia pacífica a las puertas del nuevo milenio.
El país se encuentra en una crisis financiera grave; las secuelas de la guerra y la violencia cobran cada día más muertes inocentes, más desaparecidos, más desplazados; un desempleo galopante cercano al 18%; crisis en los sectores de la educación, la salud y la agricultura. La situación a todas luces es de suma gravedad y las perspectivas de solución apuntan a ser sólo posibles a largo plazo, si no se logra un acuerdo de paz con la mayor brevedad.
Es hora de meditar con valentía y firmeza sobre la realidad que nos rodea; son cada vez más las voces de todo un pueblo las que se suman al rechazo de actos violentos. El silencio cada día es menos presente en el país. Nos toca participar en las actividades encaminadas a la obtención de la tan ansiada paz. Esto será posible en la medida en que unidos con hidalguía, con profundo concepto de amor a la patria, nos propongamos tan impostergable tarea ciudadana. Tienen la palabra los actores del conflicto armado.
Todos somos, en mayor o menor grado, protagonistas directos e indirectos de la realidad que vive el país. No hay la menor duda de que los obstáculos a enfrentar para alcanzar la paz son muchos, pero el diálogo sincero y la razón, en los que prevalezca la verdad como premisa fundamental, deben ser los instrumentos presentes en los diálogos de paz.
Hago un llamado sincero a los que tienen los destinos de la nación en sus manos para que cada jornada de sus vidas, con la mano en el corazón todos, se pregunten: ¿Cómo actuar y ayudar con amor sincero a la patria y a nuestros hermanos, para lograr la paz ansiada sin violencia?
Ejemplos como los emprendidos por El Semanal y otros medios de comunicación, apoyando los esfuerzos de los sectores honestos de la sociedad, con profesionales de la comunicación sensibilizados con la realidad colombiana, unidos todos en buscar caminos viables para la paz definitiva. Ejemplos como éstos deben ser asumidos con seriedad por la sociedad.
Agradezco su amable atención y la posibilidad de compartir en momentos nada agradables la presente reflexión. ¡En verdad vale la pena!
Dios bendiga a todos y nos guíe acertadamente por el camino correcto que nos conduzca a obtener la paz.
Atentamente,
Pablo Felipe Pérez Goyry.
(Carta publicada en El Semanal en la sección Llegan Cartas, el 4 de diciembre de 1998)
Señor director
El Semanal de Medellín.
Reciban usted y el equipo de El semanal mis felicitaciones por el empeño de cada día, para llevar a los lectores cultura, educación y meditación con honestidad y ética, actitud indispensable en los periodistas.
Quisiera trasmitir mis condolencias y solidaridad a todas las familias afectadas por los acontecimientos de violencia ocurridos en Machuca. Por otro lado, el asesinato del alcalde Héctor Emilio Piedrahita y de la personera Adriana María Casas, ambos del municipio de Anorí. Sumándose a esta ola de violencia, la muerte de Jorge Ortega, vicepresidente de la central Unitaria de Trabajadores en la ciudad de Bogotá, a manos de sicarios.
Una vez más el luto y el dolor de los humildes, oprimen el corazón de las personas honestas de Colombia; una vez más la impunidad se adueña de la tierra colombiana. ¿Cuándo llegará la paz definitiva?
Alzo mi voz solidaria de repudio a tan alevosos crímenes. Genocidios como el acaecido en machuca deben terminar, pues la peor parte la sufrieron los niños. Debe ser preocupación de los artífices de la guerra velar por su bienestar y futuro; no mancillarlo.
No es un secreto que la violencia en Colombia suma varias décadas de existencia. Se ha justificado de las más disímiles maneras, pero siempre los más afectados han sido los que menos tienen. Se impone una reflexión profunda para cada uno de nosotros, para los grupos armados en conflicto, por el bien de todos, para salvar la nación que clama por la convivencia pacífica a las puertas del nuevo milenio.
El país se encuentra en una crisis financiera grave; las secuelas de la guerra y la violencia cobran cada día más muertes inocentes, más desaparecidos, más desplazados; un desempleo galopante cercano al 18%; crisis en los sectores de la educación, la salud y la agricultura. La situación a todas luces es de suma gravedad y las perspectivas de solución apuntan a ser sólo posibles a largo plazo, si no se logra un acuerdo de paz con la mayor brevedad.
Es hora de meditar con valentía y firmeza sobre la realidad que nos rodea; son cada vez más las voces de todo un pueblo las que se suman al rechazo de actos violentos. El silencio cada día es menos presente en el país. Nos toca participar en las actividades encaminadas a la obtención de la tan ansiada paz. Esto será posible en la medida en que unidos con hidalguía, con profundo concepto de amor a la patria, nos propongamos tan impostergable tarea ciudadana. Tienen la palabra los actores del conflicto armado.
Todos somos, en mayor o menor grado, protagonistas directos e indirectos de la realidad que vive el país. No hay la menor duda de que los obstáculos a enfrentar para alcanzar la paz son muchos, pero el diálogo sincero y la razón, en los que prevalezca la verdad como premisa fundamental, deben ser los instrumentos presentes en los diálogos de paz.
Hago un llamado sincero a los que tienen los destinos de la nación en sus manos para que cada jornada de sus vidas, con la mano en el corazón todos, se pregunten: ¿Cómo actuar y ayudar con amor sincero a la patria y a nuestros hermanos, para lograr la paz ansiada sin violencia?
Ejemplos como los emprendidos por El Semanal y otros medios de comunicación, apoyando los esfuerzos de los sectores honestos de la sociedad, con profesionales de la comunicación sensibilizados con la realidad colombiana, unidos todos en buscar caminos viables para la paz definitiva. Ejemplos como éstos deben ser asumidos con seriedad por la sociedad.
Agradezco su amable atención y la posibilidad de compartir en momentos nada agradables la presente reflexión. ¡En verdad vale la pena!
Dios bendiga a todos y nos guíe acertadamente por el camino correcto que nos conduzca a obtener la paz.
Atentamente,
Pablo Felipe Pérez Goyry.
(Carta publicada en El Semanal en la sección Llegan Cartas, el 4 de diciembre de 1998)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Normas para comentar:
* Serán borrados los comentarios que contengan injurias a cualquier persona, incitación o apología a la violencia.
* Los comentarios que contengan más de dos enlaces pasarán a moderación hasta tanto se verifiquen las páginas web recomendadas en él.
* Los filtros de Blogger borrarán automáticamente todos aquellos comentarios que contengan palabras obscenas o textos que estén repetidos.
* Si se quieren agregar largos documentos para apoyar un comentario, lo mejor será escribir solamente el enlace a la página web donde se puede leer el texto del mismo.
* Se excluirá de los comentaristas a aquellos que usurpen la personalidad de otros.
* No se podrán publicar comentarios que no usen el alfabeto latino.
* Se recomienda enfáticamente no incluir comentarios escritos todos en mayúsculas, pues se considerará como un grito o un alarido.
©Pablo Felipe Pérez Goyry. Todos los derechos.