Por Pablo Felipe Pérez Goyry*
El programa “Voces”, de Radio Nederland Wereldomroep, ha realizado un ciclo sobre el racismo en el mundo. En una de sus emisiones —22-08-08—, el señor Juan Carlos Roque, aborda el tema en el contextus cubano. Asunto peliagudo, teniendo en cuenta la realidad socio-política-económica del archipiélago.
Argumentar que el tema racial, “ha cobrado auge en los últimos años”, como un descubrimiento y certeza, se aleja sobremanera de la convivencia y el quehacer cubano durante las últimas cinco décadas, cuando se ha maquillado con los “valores de la revolución cubana” la ausencia de racismo.
Por centurias, el racismo ha existido y coexiste en Cuba. Y hoy día aumenta esta verdad, con la moderada “apertura al capital extranjero”, que en mayor o menor grado exacerba el dilema.
En este maravilloso país, donde no faltan los contrastes impensados, convive la generalidad de la nación cubana, que no ha renunciado a su estirpe. Un “pueblo” que está aglutinado alrededor de su dilatado historial saturado de sufrimientos y desesperanzas. Es innegable que es un país con una prolífera diversidad étnica. Que tiene una población negra ―que supera el cincuenta por ciento del total de habitantes― en gran parte descendientes de esclavos traídos de África Occidental o emigrantes de Jamaica y Haití. Asimismo, están los mulatos, que son descendientes de la unión entre hispánicos y negros. Los blancos, que residen en el archipiélago, descienden de europeos, especialmente españoles. A propósito, de blancos, se habla con cierta seguridad, de que la mayoría de los naturales, en el exilio, son blancos.
El cubano es sensual y de indiscutible calidez. Pareciera como si los cubanos perseveraran en salvaguardar el privilegio de la “alegría de vivir”, que con dignidad sobrelleva en nuestros días, a pesar de las privaciones morbosas y ausencias aletargadas. La música, el bailoteo y gozo sexual, son propios de su rutina social, que es fuente de inspiración de rimadores y compositores. Otra característica del isleño, tiene la aptitud y actitud de rebuscar e inventar para remediar las necesidades. A esta realidad, hay que sumar el jugar dominó y el diálogo ameno, que al igual que el béisbol podrían definirse como irreemplazables entretenimientos nacionales.
Con todo, no son las diferencias del pigmento de la piel, las que me incitan opinar. Mucho menos conceptos errados de “igualdad marxista” o “moralidad ortodoxa liberal”.
Ha pesar de los pesares ―negros, mulatos, blancos, homosexuales, santeros, fidelistas, disidentes, hombres, mujeres, niños y niñas―, los cubanos continúan siendo generosos entre ellos mismos, y con el que visita el archipiélago: la fraternidad está por sobre todas las cosas. No falta el nacional que sin el menor complejo lleva a su hogar al visitante y comparte lo poco o mucho que tenga de comer o beber, donde no falta el café-chícharo, “colado” con un retal de telilla sobre un colgador metálico de producción artesanal.
Algunos defendedores de la “Revolución Cubana”, afirman, que en el archipiélago se ha extirpado la discriminación racial. Acaso no lo es el que, en casi medio siglo de comunismo, los negros y mulatos tienen una miserable representación en los cargos gubernamentales y partidistas, así como, en la infraestructura turística y los estratos altos de la sociedad cubana, aunque se pudiera aceptar un restringido consuelo en sus perspectivas de empleo.
Esto motiva mi adhesión a lo dicho por el periodista cubano Luís Sexto, en su artículo ‘Todos mezclados', publicado en la edición digital de ‘inSurGente', donde declara que la pesadilla racial "subsiste en manifestaciones de ida y vuelta, porque aún el negro no ha trascendido totalmente sus tradicionales condiciones de vida". Y afirma, Sexto, “que aflora, incluso, una subcultura de la inferioridad que tiende a aglomerarse y defenderse”.
Mi opinión, es que más allá de la discriminación, se trata de la manera de comportarse y accionar, de negros, mulatos y blancos en el seno de la sociedad cubana. Precisamente, esta diversidad encierra en su médula evolutiva, típicos privilegios espirituales y síquicos, que es lo que hace que los cubanos tengan genuina beldad, que es su razón de ser. Es menester dejar lo pretérito y enfocar las energías en el futuro cercano. Empero, los cubanos, respetando el color de la piel, deben aprender a diferenciar entre la sabiduría decente y el fanatismo sórdido, el entendimiento intuitivo y la emoción pacífica, y ser capaces de hacer un correcto uso de ellas. A estos conceptos benévolos y estupendos me adhiero
¿Está lejano el día en que: “Blancos y negros, todos tenemos que sacarnos el racista y el discriminado que llevamos dentro”? Mientras esperamos que esto se haga realidad, en la Cuba de hoy, se resisten a desaparecer los prejuicios de índole racial, y se amalgama en las hendiduras de un Estado de partido único, que sostiene el discurso quimérico-socialista: de “igualdad social y económica”, para todos los que viven en el archipel cubano. ¿Ser o no ser, es la cuestión? He aquí la esencia, causa u origen del asunto que (por sí) mismo habla.Ω
*Pablo Felipe Pérez Goyry.
Analista y Periodista Independiente.
Web Contextus: http://es.geocities.com/libertadeopinion/
Blog Contextus: http://contextuspablofeliperezg.blogspot.com/
Medellín, 25 de agosto de 2008.
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