Por Pablo Felipe Pérez Goyry
5 de febrero de 2008.
Nadie se atreve a vaticinar, pronosticar, profetizar o adivinar de si está cercano el día en que se generen cambios estructurales en la sociedad cubana. Sin embargo, Castro sigue ahí, detrás del trono en la dirección de la cúpula marxistafidelista. Expresamente, dan fe de estas aseveraciones las últimas declaraciones de Fidel, la farsa electoral del 20 de enero y la pasividad expectante de la oposición patriótica.
Por cerca de medio siglo y de manera temeraria se ha engañado y obligado con presiones psicológicas, coacciones, la explotación de las elementales necesidades y los irracionales temores para hacer creer con expectativas engañosas, a los cubanos dentro y fuera de Cuba, del final de la dictadura es una realidad. Con todo, la dictadura continúa en el poder.
Dicen que la esperanza es una necesidad para dar sentido a la existencia misma, empero, a todas luces, el continuismo de la arcaica dictadura marxistafidelista está en manos de Raúl Castro. Y con la muerte de su hermano Fidel, llegaran tiempos tormentosos y muy delicados para los cubanos que viven en la isla.
Si el caudillo Fidel, en Cuba no permitió la libertad individual y colectiva; la autorealización y autodecisión; equidad e igual de oportunidades; política social sin paternalismo y progreso; pluralismo y descentralización; respeto por el medio ambiente y naturaleza; buen gobierno y democracia. Raúl al frente de la “revolución cubana” no hará significativos cambios hacia la autentica democracia y libertad.
No es un secreto de que existe una pacífica oposición patriótica cubana, periodistas independientes y defensores de los derechos humanos, y que sus activistas han sufrido por décadas un inescrupuloso trato injusto y particular castigo sectario. Con Raúl continuarán sufriendo sus métodos stalinista de intimidación, encarcelación, interrogatorios y juicios lacónico. Métodos célebres, que han sentido en carne propia hombres y mujeres que han sido vilipendiados, reprendidos y finalmente encarcelados en mazmorras infernales después de ser sometidos a juicios sumarísimos con tribunales carentes de garantía procesal, y posteriormente privados de la libertad. Para el régimen, únicamente se trata de un asunto encaminado a salvaguardar la soberanía de Cuba, para la oposición y sociedad civil una sistemática violación a los Derechos Humanos.
Ya en los años noventa se aventuraban algunos a apostar por el derrumbe de la dictadura, como Andrés Oppenheimer en su libro “La hora final de Castro”, que si bien es excelente en sus argumentos y compendio de testimonios, en la práctica no fue acertado en su tesis.
La oposición patriótica debe convencer con acciones noviolentas activas, dentro y fuera de Cuba, y trazar estrategias que faciliten ilustrar a la generalidad de cubanos en la impostergable necesidad del establecimiento de la democracia, como legítima forma para un gobierno racional, un derecho que la dictadura le ha negado a la nación cubana durante 49 años.
Los que disienten del régimen, tienen por delante una tarea titánica, de alto vuelo e imprevisibles peligros para los que residen en el archipiélago. Y sobre todas las cosas, los líderes de la oposición y sociedad civil deben reconocer con franqueza si ¿existen las condiciones organizativas y de apoyo ciudadano para un cambio o transición hacia la democracia en Cuba?
De ahí que me adhiera, a la muy oportuna y con sobradas razones, a lo que afirma con sabiduría un artículo del periódico “La Primavera de Cuba”: “Los hechos, los acontecimientos, las palabras y las cosas adquieren una dimensión más cercana a lo real y más próxima a la búsqueda de la verdad cuando pasan el tamiz de la pluralidad, la diversidad y el análisis dinámico”.
Sé que ahora no faltan los obsesivos que aseguran que el principio del fin de la dictadura ya es un hecho y, que muy pronto retornará la libertad y la democracia al archipiélago cubano. En lo personal no creo en especulaciones oportunistas y razonamientos marrulleros, que sólo entorpecen y embrollan a la opinión pública nacional e internacional, y crea morbosas expectativas sobre una transición hacia la democracia.
Guardar silencio y hacer ojos ciegos a lo que hoy en día acontece en Cuba, es ser cómplice de la dictadura marxistafidelista y de su demencial terrorismo de Estado: como el fusilamiento de tres adolescentes por el delito de intentar huir de la isla cárcel, el encarcelamiento de 75 opositores cubanos en la Primavera Negra o el sistemático acoso paranoico a las Damas de Blanco.
Sobre lo dicho en estas cuartillas y con sincero respeto, mi punto de vista es que los medios de comunicación y las personas honestas deben seguir de cerca los acontecimientos en la isla e iniciar sin demora una pundonorosa cruzada internacional de apoyo a una pacífica transición hacia la democracia y la libertad, para evitar en Cuba bestiales acontecimientos como los eventos de Myanmar y otros países con gobiernos dictatoriales. Tiene la palabra amiga, amigo. ¡NAMASTE!
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