Por Pablo Felipe Pérez Goyry.
21 de junio de 2007.
La presencia de nuevas expresiones de este fenómeno ―el populismo― en América Latina, pone de manifiesto de estamos frente a lo que muchos consideran una opción y coyuntura única, para dar pronta solución a los graves problemas socio-económicos-políticos que abarrotan a las sociedades del continente. Este movimiento o corriente social, que tiene sus orígenes en el siglo XIX y XX, persiste hoy día con las más diversas tendencias políticas, que utilizan retóricas trasnochadas y apela a las amplias masas. Uno de sus rasgos son la empecinada creencia en la posibilidad de que es fácil, con ayuda del “pueblo”, dar solución rápida a las dificultades, poniendo en práctica el igualitarismo social y el etnocentrismo (nacionalismo); la xenofobia y la demagogia.
Con ayuda de partidos únicos o un líder, toman el poder instaurando una llamada "democracia directa", como lo hiciera Adolfo Hitler; Benito Mussolini; Stalin (Iósiv Visariónovich Dzhugachvili); Francisco Franco Bahamonde; Fidel Castro Ruz; Hugo Rafael Chávez. Estos individuos sin el menor pudor transformaron, con ayuda del partido y el “pueblo”, los destinos nacionales, y en lugar de la democracia representativa, propiciaron la concentración del poder en manos de un jefe “generoso”, que engañosamente castiga la corrupción y el burocratismo de las instituciones oficiales. De esta manera el populista se entroniza y a medida que se consolida hace la guerra a todo aquello que pueda poner en peligro su conservación y de esta manera desplegar sus objetivos dictatoriales.
Gracias al populismo, los dictadores puede llevar a vías de hecho sus anhelos de poder, utilizando un discurso impetuoso, que inyecta en las masas la fanática ideación de un mundo que se percibe como “real”, y que toma en consideración, desde los restringidos parámetros que tienen como pilar, una configuración histórica. Este credo, al final, más que incluyente suele ser tumultuosa y sectaria frente a toda persona que disienta del dogma impuesto. Dogma que se radicaliza hondamente en el orden moral, religioso, político, económico, etcétera, de un país. En América Latina, ha tenido una inconfundible vigencia bajo ideologías impregnadas de nacionalismo, indigenismo e incluso antiimperialismo; se distingue por los partidos radicales históricos, que ocupan el flanco de centro e izquierda dentro del pensamiento autoritario que considera a los liberales y conservadores como el flanco de derecha. Los radicales de izquierda, centro o derecha disfrazan sus ideales en la defensa de los principios nacionalistas, con un concepto revolucionario. Stalin, lo impuso con el comunismo; Adolfo Hitler, con el nacionalsocialismo; Francisco Franco Bahamonde, con el fascismonacionalcatolicismo; Augusto Pinochet Ugarte, para defender la democracia chilena del fantasma comunista; Hugo Chávez, con el socialismo bolivariano.
Otro ejemplo ilustrativo y un referente incuestionable es la Revolución Cubana que, dirigida por Fidel Castro Ruz, derroca en 1959 al dictador Fulgencio Batista, para establecer un gobierno comunista que, durante cerca de medio siglo, a convertido Cuba en una prisión. Durante este tiempo, ha utilizado enérgicas acciones extralegales que atentan contra los Derechos Humanos, y ha obligado a millones de cubanos abandonar su patria. Hugo Chávez Fría, guía por idéntico camino los destinos del pueblo venezolano, con ayuda del populismo y socialismo bolivariano.
No me gusta predecir, pues, no soy profeta. Sin embargo, opino sin temor de que: las naciones aspiran a un bienestar decente, un orden coherente, libertad con decoro, y anhelan vigorizar la democracia con sabiduría. Por eso, las sociedades encadenadas se rebelan contra los ―“pensadores de inteligencia áspera y razonamiento delirante”―, que la manosean como instrumento político y la atesoran para eternizar el extremismo, la dictadura, el despotismo.
La tranquilidad que puede animarnos a tener fe en el futuro, es de que los sistemas políticos y creencias populistas desaparecen, en la medida que la historia y las nuevas generaciones cambian de perspectiva (personal, económica, social, política, etc.), como ocurrió en la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviética, y los países del bloque comunista de Europa del Este. Esto evidencia que los cambio de punto de vista histórico-generacional, allanan el sendero del ocaso de las pretéritas ideas dictatoriales.
Con la nación cubana, quiero compartir los sueños de libertad y democracia, y sé de cercano está el tiempo de hacerlos realidad, cuando sea derrotada la dictadura de Fidel Castro y su séquito.
Ese día, sin discriminaciones, no debemos borrar de la memoria histórica a aquellos compatriotas que con pundonor y rectitud: murieron en las cárceles o fueron asesinados por la unidad de fusilamiento; a los que en el exilio fallecieron sin ver a la Patria libre; a los que en las mazmorras y calles cubanas sufrieron los rigores de las hordas castrista; y a los que en busca de un mejor futuro están en las entrañas del mar. Para todos ellos, desde el alma, deben ser los mejores pensamientos y oraciones. Y como los cubanos no somos perfectos, es de honestos rectificar los errores cometidos, porque es esencial: para la Patria sea rescatada del desastre y la nación cubana pueda vivir en paz.
Tiene la palabra amiga, amigo. ¡Namaste!
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