Por Pablo Felipe Pérez Goyry
26 de junio de 2007.
Hace pocos días, leía con estupor las cifras de víctimas que han sufrido los crímenes de los paramilitares en Colombia. Más de 42,270 personas se habían inscrito en el registro nacional de la “Unidad de Justicia y Paz”, de la Fiscalía General de la Nación. De ellas, el 90 por ciento son mujeres. La pregunta es, cuántas personas serán las que se registraran el día en que se pueda adelantar un eventual proceso de paz, con las guerrillas terroristas de izquierda, si es que ocurre algún día ese acontecimiento. Sólo en manos de las FARC, están secuestrados, en campos de concentración, cientos de personas, entre ellos un niño de tres años (Emmanuel) y su madre Clara Rojas, tres estadounidenses, y la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt. Uno de los más execrable acontecimiento, es la noticia del asesinato de 11 diputados (18 de junio 2007), que eran rehenes en poder de esta guerrilla, las circunstancias aún no esclarecidas.
A propósito de los secuestros, censurables e inmorales, desde hace varios días, el señor Gustavo Moncayo, padre de Pablo Emilio Moncayo, cabo segundo del Ejercito Nacional, ha emprendido una caminata desde la capital de Nariño hasta Bogotá (más de 700 kilómetros), con el objetivo de exigir a las FARC la inmediata liberación de su hijo y todos los secuestrados, con la ayuda de 500 mil firmas que pretende recoger en su recorrido. ¿Será escuchado Gustavo, y su valiente exigencia?
Así las cosas, Colombia, en su historia, ha registrado conflictos y quebrantamientos de la libertad individual y colectiva, que han cobrado miles de víctimas y desalojos forzados. En los primeros tiempos, la política fanática y oportunista dirigía el caos en el territorio nacional, más reciente el flagelo del narcotráfico y la corrupción política.
Lo más significativo de todo este acontecer, es que Colombia tiene una de las democracias más antiguas del continente, lo que confirma la teoría de la democracia y el liberalismo fomentan entre sí una conexión de nerviosidad, que según el contexto, ambas negocian recíprocamente.
Por todas estas razones, pareciera que los colombianos ―y otros países y líderes― carecieran de percepción sobre la democracy, y que esta tiene como sustento en su existir de es una manera de ejercer el poder con ayuda de la mayoría de la sociedad. Es decir, Colombia es un país que se desangra, trozado por diferentes actores e intereses, en ocasiones fuera de su juicio y en otras con solapada democracia totalitaria, que han violado sin el menor pudor los derechos de las minorías y restringido, sistemáticamente, sus esperanzas de erigirse en mayoría. A su vez, el liberalismo que es un proyecto que vela por la calidad del poder, de igual manera ha estado sujeta a disímiles prácticas, que durante décadas lo han puesto en entredicho, al no tener posibilidad de madurar y ejercer su autentica presencia, para evitar el libertinaje, la deshonestidad y la violencia en el seno sociopolítico económico del país. Por lo dicho, la democracia y el liberalismo no han logrado ser un equilibrio político en la sociedad colombiana.
Este dilema ha ocurrido en otras naciones. Verdad deplorable y que pone al descubierto de la paz es imprescindible, pues, ella engrandece la genuina independencia y gobernabilidad que deben existir en el seno de la sociedad y los Estados, para las personas sean juzgadas por similares principios éticas. En el caso de Colombia estos valores éticos están en crisis, porque los protagonistas del conflicto no tienen interés de establecer un verdadero sistema universal de derechos. Empero, tengo fe... del pueblo colombiano alcanzara la paz.
Un ejemplo de “democracia totalitaria”, la encontramos en Cuba. Como primer problema no hay independencia de poderes, que son las bases de una autentica democracia. Quiere decir, de no hay garantías de libertad, seguridad ciudadana y autonomía de los nacionales. El dictador, Fidel Castro (genio y figura hasta la sepultura), dirige los destinos de los cubanos y se ha erigido como caudillo de los “movimientos liberadores”, que no deja de ser una característica que dista de una personalidad con deseos de respetar ideas democráticas.
De manera que, Castro, durante años ha nutrido su ego con puntos de vista que alaban las revoluciones, y de él es la esencia misma de la democracia. Está convencido de es un héroe e imprescindible como guía de las revoluciones en el planeta, porque es una manera lucrativa y opción para transformar las naciones, tomar el poder y, echar raíces. Con un discurso populista e ideología comunista, el dictador no tiene ninguna intención ―durante cerca de cinco décadas y, actualmente enfermo terminal― de entregar el poder: por la vía de un referéndum y elecciones democráticas. Dice no lo hace, porque dejaría de ser revolucionario. Empero, no hay mal que dure cien años y cuerpo que lo resista.
Mientras escribo estas cuartillas, sé de la mucha tristeza está asesinando al pueblo cubano, y son inciertas las posibilidades de pueda restablecerse la libertad y democracia en Cuba. Tampoco hay seguridad de en una transición pueda adelantarse una política que facilite la estabilidad en el archipiélago y la región. No puede borrarse de la memoria, de los cubanos tienen una angustiosa historia ―antes y durante la etapa republicana y, más de cuarenta años de dictadura castrista―.
En consecuencia, una transición en Cuba, después de tener una estructura de economía centralizada y planificada, a una economía de mercado no dejara de ser traumática. Es una realidad y tiene fundamento de hoy día, en Cuba, no abundan los líderes con experiencia democrática. Porque los directivos no tienen experiencia de mercados e incentivos; los trabajadores carecen de motivaciones; los funcionarios nunca han experimentado que es la responsabilidad ante una política fiscal. No es errado pensar del atascamiento y hasta la decadencia son casi inevitables.
Hasta hoy, las transiciones en Europa del Este han tenido como inconveniente el tener que cambiar las economías centralizadas y planificadas, a la economía de mercado. Esto ha generado la necesidad de una austeridad desesperar, y los proyectos se han embrollado más por la supresión de todo paliativo. A todo esto se suma la insatisfacción por los costos sociales y económicos de la transición, que ha facilitado de algunos ex comunistas tengan beneficios formidables en Polonia, Eslovenia, Hungría y Rusia. Un ejemplo lo tenemos en las elecciones para el Parlamento ruso de diciembre de 1993, en conjunto, los partidos comunistas y nacionalistas obtuvieron casi el 50% de los votos.
Y como más vale prevenir que tener que lamentar, uno de los problemas e incertidumbre, a tener muy presente en el caso de una transición en Cuba, entre muchas otras, es el tema de la “Restitución de la propiedad”, es decir, devolver las propiedades al dueño anteriores al comunismo. Asunto delicado, pues, hay personas que tiene propiedad confiscada. Por supuesto deben ser atendidas, aunque no sé que tan lejos se puede llegar. Quiere decir, que pudiera haber una restitución a medias para que se retomen esas propiedades en su totalidad, de no se así, el tema resbalaría para caer en un laberinto perturbador. Es esencial, en la transición, analizar las circunstancias y decidir sobre qué tan lejos puede irse en esto. No hay que olvidar que los derechos y principios deberán proclamarse, para puedan los cubanos interpretar adecuadamente el “concepto de propiedad, en qué consiste”. Es una manera de privatizar ágilmente y de revitalizar el país. No hacer las cosas bien y no definir el concepto de propiedades el seno de la sociedad cubana, será un hecho el no-funcionamiento del mercado.
Por estas razones, es menester estudiar, investigar, compendiar las principales ideas, experiencias, resultados y reacciones de otras transiciones ―especialmente en Estonia, considerada la más acertada― y comparar los aciertos y errores. A las puertas de una posible transición en Cuba, no solo las buenas acciones valen más que buenas razones y los líderes deberán estar preparados para presentar al pueblo cubano las bondades de la democracia representativa. Ojala sea con sinceridad y genuino concepto liberal, en una dimensión breve, sincera, sin agitación, ni desenfreno sofisticados. Inevitablemente el sueño de una transición en Cuba, a de enfrentar una apabullante realidad, la de una nación fragmentada y en banca rota. Dice un excelso diplomático de: El futuro de una democracia sería estéril y fanático, entre otras cosas, si las personas y el Estado no asumen el reto con responsabilidad.
Tengo la percepción de está cercano el día en que pueda restablecerse la libertad y democracia en Cuba, con ayuda de una transición. Sin embargo, es importante reconocer que para los cubanos puedan hacer frente a esta verdad, se hace necesario de admitan: la unidad, reconciliación, y respeto por el sistema universal de derechos. Para los cubanos que aspiran a construir una nueva república, deben criticar de manera constructiva y aceptar las cualidades de libertad y las virtudes de la democracia. Es cierto de es posible aspirar a un progreso moral, no a la perfección moral de un país de ángeles. Por esta concepción, en el proceso de transición, más allá de los antagonismos, debe evitarse la intransigencia enfermiza para prevalezca el derecho de exponer sin fanatismo los diferentes puntos de vista.
Sé de lo manifestado en este escrito, propician preguntas, que no sobran y son las más convencionales. Y tal vez sean las más enmarañadas. Empero, guste o no, las contestaciones son complementos de las dudas y esto es inevitable. Es mi opinión, de mientras hay vida, hay esperanza, y estas vivifican las aspiraciones de la nación cubana.
Tiene la palabra amiga, amigo... ¡Namaste!
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