Por Pablo Felipe Pérez Goyry
20 de julio de 2007.
Se discute con frecuencia de la seguridad colectiva y autodeterminación son banderas de la libertad y la democracia. De manera similar se argumenta sobre la responsabilidad individual, colectiva y del Estado, como talantes fundamentales para evitar el fanatismo e infecundidad de la democracia, cuando no están amalgamados a la libertad. Eternas discrepancias, durante varios siglos, han contribuido a discusiones sempiternas y manifestaciones sobre la libertad, gobernabilidad y democracia. Hoy es permanente la controversia, y en la práctica son diferentes las interpretaciones sobre el tema de la libertad.
Ante este escenario terrenal, tratare de exteriorizar en breves trazos, lo que para mí encarna la libertad, como complemento vital para la convivencia, el buen gobierno y la democracia. Aunque mis palabras no complacieran y no tengan mucha influencia en algunas personas: es mi deber contribuir y no atesorar, lo que creo sobre la importancia y trascendencia de la libertad. De la misma manera, quede aclarado de no me afano en dictar cátedra, pues, soy un aprendiz en estas artes de la argumentación.
Estoy convencido de la libertad, es un don innato y la soberanía excepcional que tenemos los seres humanos, para obrar y no obrar, esto hace de seamos responsables de nuestras acciones. También, asimilamos la libertad como el estado o condición de quien no es esclavo o no está prisionero. Dice, Eberhard Puntsch ―palabras más palabras menos―, de la libertad está sustentada en dos pilares valiosos. El primero, es la emancipación de los seres humanos de toda imposición externa improcedente e indigna. Un segundo, que trata de la emancipación de las personas de la coacción interna profesada por los prejuicios, las servidumbres y los apasionamientos.
Pudiéramos teorizar de en libertad está el ser humano que, sin tener en cuenta los obstáculos que otras personas le injertan en su camino, puede sin forzamiento desenvolverse ilimitadamente. Esta libertad, precisamente, es creíble y acertada si tiene los correctos principios, que están bien forjados y refrendado por el pensamiento liberal.
Si buceamos en la evolución de los seres humanos y en la historia misma, podemos encontrar una definición depurada de la libertad, que es patrimonio de cada persona. Al desapolillar esta memoria histórica, descubrimos en el liberalismo una excelente respuesta, pues, en sus preceptos tiene como ética y cualidad una ilustrada sabiduría ante la realidad y discernimiento para aceptar la libertad de los demás; y de saber que la libertad tiene aplicabilidad. El liberalismo, desde el punto de vista político, enfoca sus esfuerzos para se acrecienten las libertades como alternativa viable de oportunidades individuales y soporte de la sociedad. De manera similar, ha esta libertad de oportunidad individual y social, se ensambla la libertad económica y política.
Para nadie es un secreto, si para los escépticos pasionales, de la existencia de los seres humanos es breve y frágil; que de manera inexorable debe enfrentarse a su imperfección, decadencia y destrucción física. Estamos zambullidos en el universo infinito, y es evidente nuestra pequeñez e impotencia frente al ímpetu de la naturaleza, que no permite ser dominada. De la misma manera, es una realidad que obliga aceptar la temporalidad de nuestra propia existencia. La historia es fiel centinela de estas verdades, a las que debe agregarse la ausencia de refinamiento en los credos y aciertos, saturados de dolorosos errores.
Hoy, transitando el tercer milenio, los seres humanos insisten en repetir los desaciertos históricos y es el pensamiento liberal el que invita para rectifiquemos. Sin olvidar de es utopía pensar en la desaparición de los retos, en todas sus manifestaciones. Creo de es posible un mundo coherente, empero, es preciso fortalecer:
· la libertad individual y colectiva, que posibiliten a todas las personas actuar de forma racional;
· la responsabilidad individual como compromiso indispensable para el bien de la totalidad;
· la autorrealización para pueda la personalidad desarrollar su idoneidad y competitividad, para consientan enfoques y acciones concretas;
· la autodecisión cimentada en el carácter y razón, con ausencia de miedo e indolencia;
· la participación en las decisiones que afecten a la comunidad, para pueda existir benevolencia, buen gobierno y democracia;
· la tolerancia como atributo de urbanidad y reconocimiento de la libertad del otro a ejercer su libre participación y determinación en el seno de la comunidad;
· la equidad e igualdad de oportunidades, para vigorizar la autoestima y la legal competitividad de los atributos individuales en las entrañas de la sociedad;
· la política social que posibilite sin paternalismo enfermizo socorrer a las personas desfavorecidas e ilustrarlos para con autonomía pueda dar la cara ante las contingencias de la vida;
· el pluralismo que acepte la complejidad de: temores e ideas de la felicidad, intereses y opiniones, conocimientos y extravíos, formas de vivir y ganarse la vida, ofertas de bienes y las maneras de aprovecharlos, etcétera;
· el progreso como emblema de la sociedad generosa que acepta la diversidad como forma de vida y trabajo, y que tienen como meta el bien común y los buenos éxitos para seguir desarrollándose;
· la democracia como sistema de derechos de participación política y forma liberal de Estado, que contemple la separación de todos los poderes para no se amordace a las minorías y se niegue la libertad de acción;
· la descentralización como forma de tolerancia, para perfeccionar las decisiones administrativas y corporativas en los niveles subordinados a la administración central;
· el amor por la naturaleza y medio ambiente, por ser patrimonio insustituible de la existencia misma; y la utilización racional de sus bondades, sin dejar de vigilar su renovación para perpetuarlos;
· los mecanismos que faciliten una paz estable, como excelsa alternativa que evite la destrucción del mundo y el exterminio entre los seres humanos.
Teniendo en cuenta lo dicho, los seres humanos debemos vivir con objetividad, y bregar para libremente asegurar los afectos concertados a los interese propios. Salvaguardando, con ética, el respeto al prójimo, que tienen de igual forma sus intereses y afectos. Es la singularidad entre lo individual y general, pero que convive y desarrolla de acuerdo a los acontecimientos. He aquí la sustancia del código liberal, a través de la historia y, que retoña sistemáticamente sin traicionar su esencia.
Resulta evidente de los seres humanos anhelamos vivir en un entorno digno. Empero no puede hablarse de una libertad autentica si no hay independencia económica y política. Y de es una estupidez creer en el buen gobierno y la democracia si no hay salvaguardia de la dignidad humana y libertad; el anarquismo se rechace como un mal mayor; se reconozca la verdad como tesis relativa; el rechazo de la idea mal intencionada de que el fin justifica los medios; admitir que son necesarios los cambios y de es parte de la dinámica social, que está regida por fenómenos e interacciones como son: intereses y poder, egoísmos y confabulaciones, vanidad e influencias, debilidades y conflictos, frustraciones y triunfos, violencia y diálogo, filosofía y utopía, democracia y dictadura, justicia y desigualdad, teoría y experiencia, etcétera. Como señalara al inicio, durante varios siglos, eternos han sido los desacuerdos, que han favorecido las discusiones y expresiones sobre la libertad, el buen gobierno y la democracia.
En un mundo en profunda transformación, hoy es permanente la controversia, y en la práctica son diversos los alegatos sobre la necesidad de libertad con dignidad humana. Soy optimista y defiendo lo que se ha escrito y hablado sobre cual debe ser el concepto autentico de libertad, que da respuestas a las exigencias de la globalización y rechaza la violencia e inhumanidad.
Elogio los ideales liberales, porque he vivido en carne propia, al igual que muchos compatriotas, los atropellos de una dictadura que por más de cuatro décadas a pisoteado la libertad de millones de cubanos. Que decir, de la apocalíptica y tenebrosa crisis que sufre el Estado y la nación colombiana, donde he visto campear la corrupción, la violencia, el narcotráfico, la impunidad y el secuestro de las libertades. Por eso sueño despierto y veo, no solo en Cuba, la adopción de los principios que rigen el buen gobierno y la democracia, que son complementos de la libertad. Sé de este asunto tiene sus arcanos, al materializarlos, pero, en este sentido vale recordar las palabras de Leiniz: somos tanto más libres cuanto más obramos de conformidad con la razón, y estamos tanto más esclavizados cuanto más nos dejamos gobernar por las pasiones.
Mi opinión, es de que la libertad es la independencia de los seres humanos, que se regocija ―individual y colectiva, en las naciones gobernadas congruentemente―, de hacer y decir todo lo que no se oponga a las leyes, ni a las buenas costumbres. Transcribiendo a Kant, es la subordinación de todos los actos voluntarios a los móviles de la razón.
En medio de un escenario atestado de rivalidades y globalización, creo haber dicho lo que creo como distintivo de la libertad, y lo que ella implica en el buen gobierno y la democracia. Es deber adoptar, como propia filosofía de vida, la percepción sincera sobre la libertad que no subyuga al ser humano a tener solamente un punto de vista benévolo, sino que lo involucra en las esenciales aspiraciones ciudadanas. Dice un excelso diplomático de que la paz depende de exista una autentica libertad y democracia, donde los Estados y las personas sean juzgadas por las mismas normas éticas. Esto sólo será posible si hay un interés por un sistema universal de derechos.
Así las cosas, reitero de que aunque mis palabras no fueran aceptadas, por personas que charlatanean y ultrajan sobre lo dicho aquí, saben de no son capaces de al menos intentar reconocer la conveniencia y virtudes del liberalismo. Por eso mi compromiso es compartir y no capitalizar todos estos argumentos sobre la libertad. Tiene la palabra amiga, amigo... ¡Namaste!
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