Por Pablo Felipe Pérez Goyry.
12 de septiembre de 2007.
DICEN LOS CLÁSICOS DE LA ERUDICIÓN EUROPEA, del contrato social es la liga, coalición o unión entre los ciudadanos, como alternativa organizacional y excelente principio del derecho, el poder y del Estado. En los sistemas democráticos, el contrato social es un derecho natural de los ciudadanos, que está estrechamente amalgamado a las responsabilidades civiles. Quiere decir, que el contrato social debe ser un suplemento coherente y equilibrado de poderes del mismo sistema político.
Estas ideas las retoco el filósofo J.J. Rosseau, quien argumenta de era esencial el contrato social para garantizar la seguridad y el orden, no solo del Estado, sino también para proteger los derechos de todos los ciudadanos. Por último, se puede considerar que el contrato social es un “entendimiento” entre diversos actores sociales y políticos, con el objetivo de evitar formas de conflictos violentos.
Juntamente a este contrato social, encontramos la oposición [del lat. opositio: acción de oponer y oponerse.]. Este ejercicio civilista, es la antítesis, de los criterios y concepciones políticas propias, a la política y conceptos dominantes. Es la resistencia que presenta opciones noviolentas a la política oficial.
Luego contrato social y oposición pacífica, son complementos valiosos en una nación que se respete así misma. Hoy día, el tema es ardoroso en el contexto socio-político-económico cubano. Nación ultrajada por el marxismo-fidelista, con su anacrónico experimento ideológico y gubernamental, caracterizado por el brutal avasallamiento contra los que no dudan en hacerle frente al régimen.
No es un arcano, de Castro ha utilizado sus endemoniados instrumentos propagandísticos y represivos para sistemáticamente descalificar y encerrar en las cárceles a los opositores. No hay dudas de que la dictadura violenta y restringe las libertades individuales y universales.
El “cacique mayor”, cada día más cadáver, es la encarnación autocrática del “Estado-gobierno-partido” y como tal, a “sangre y fuego”, estigmatiza toda organización política o de la sociedad civil que no agache la cabeza y acepte el dogma oficial. Es decir, “llamar las cosas por su nombre, alejados de la complacencia y los aplausos al dictamen oficial” es un delito que puede ser sancionado con pena de muerte. De esta manera, por más de cuarenta años, a la oposición cubana se le ha negado su derecho a la libre expresión contra un “gobierno” omnipotente y omnipresente.
Actualmente, la oposición política y de la sociedad civil, no descansa y hace frente pacíficamente a cada avalancha represiva. Oposición, quizás más hoy que ayer, tiene renovados bríos, no renuncia a sus derechos y busca caminos que conduzcan a la anhelada transición no violenta, para concertar un nuevo contrato social.
Para aspirar tener éxitos en la reconstrucción política, social y económica de la nueva República, todos los cubanos, con humildad, debemos ayudar en la investigación, compilación e intercambio de conceptos que permitan escudriñar los resultados y evolución de las transiciones en América Latina y Europa. Esto se debe hacer no sólo para conocimiento de la academia, sino para llevarlo a lenguaje público y mostrarlo a la nación cubana para sepa qué hacer en el proceso de transición y en lo humanamente posible evitar errores que lamentar.
Un nuevo amanecer está cerca. Dentro y fuera del archipiélago, la oposición democrática cubana, ha demostrado que no ha muerto, antes busca vigorizarse mediante la unidad política. Las fuerzas opositoras se están organizando y fortaleciendo, más allá de las diferencias, y desean unificar compromiso y responsabilidades, de cara a reconstruir el país.
A todas luces, la oposición anticastrista está dando pasos seguros y preparándose con sabiduría para una transición pacífica. Un gesto alentador, sumado a otros, es el “Llamamiento por la Unidad Liberal de la República de Cuba, así como la “Proclama de la Unidad Liberal” que se diera a conocer el pasado 5 de septiembre, en La Habana, Cuba.
Y como “... los hombres no pueden crear por sí solos nuevas fuerzas, sino unir y dirigir las que ya existen, sólo les queda un medio para conservarse, y consiste en formar por agregación una suma de fuerzas capaces de vencer la resistencia, poner en movimiento estas fuerzas por medio de un solo móvil y hacerlas obrar de acuerdo”. Enhorabuena, el “Llamamiento...” y la Proclama...”, y ojalá se pueda condensar una coalición de unidad nacional, con un inteligente “proyecto patriótico, liberal y político”.
¿Será posible de los Periodistas Independientes Cubanos, a la vez de informar y denunciar, concertáramos la posibilidad de unirnos? En lo personal, me entusiasma la idea; y tengo la percepción, entre otras, de serviría como ayuda estratégica, organizaría la reciprocidad periodística y nuestra labor, hoy contra la dictadura y mañana insertados a los medios de comunicación, en un mundo globalizado. Respetuosamente, dejo abierta la invitación para estudiemos iniciativas enfocadas hacia la unidad y fundar una: “Asociación, Liga, Confederación, o... de Periodistas Independientes Cubanos”.
Volviendo al asunto, en mi opinión y por todas las razones comentadas, la historia no dudará en atesorar amorosamente los admirables ejemplos de coraje y decencia, de numerosos hombres y mujeres, de la oposición cubana, que son auténticos héroes defendedores de la libertad y democracia. Tiene usted la palabra amiga, amigo... ¡NAMASTE!
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