Por Pablo Felipe Pérez Goyry.
4 de septiembre de 2007.
HABLAR DEL SOCIALISMO EN CUBA, es platicar de una quimera. Es decir, “socialismo” es para muchos izquierdistas latinoamericanos: aquella economía, como la cubana, que utiliza “mecanismos políticos y no de mercado, y que ha suprimido la propiedad privada en los medios de producción”.
Mucho se ha debatido sobre el tema, durante el siglo XX, después del desplome comunista en Europa Oriental. En lo personal, estoy convencido por experiencia propia, de que el “socialismo trunca” las más elementales esperanzas de un ser humano. Una mirada retrospectiva a los países que han tratado de establecer el socialismo, sería excelente para el razonamiento y conseguir argumentos para el debate.
Sin embargo, es una utopía pensar que este fracaso o ineficacia es el precio a pagar para exista “una mayor igualdad y de un considerable bienestar para los pobres”. Este pensamiento se exacerba a finales de los años cincuenta del siglo pasado. Época en que los anhelos de libertad, de muchas naciones, y el respaldo a los ideales progresistas que se identificaron con la revolución cubana, llevó a muchas personas ha desviarse del camino liberal y democrático.
El presente escrito, sólo pretende repasar unos apuntes que sirvan para el lector debata civilizadamente y escudriñe argumentos que impidan se repita el desusado socialismo.
Cuando se conceptúa de que el socialismo cubano fracasó, es entre otras razones porque no ha sido dable conseguir los resultados esperados cuando la “revolución” lo estableció en 1961. Es decir, Fidel Castro y sus seguidores pretendían, entre otras cosas: extirpar la pobreza del pueblo y darles una vida sin carencias. La historia a demostrado, que por más de cuatro décadas, el socialismo ha fracasado en alcanzar este humano deseo, porque la mayoría de los nacionales están sumergidos en la miseria.
Después de la Segunda Guerra Mundial, o nueva distribución del mundo entre las potencias de la época, el socialismo tomo nuevos aires y su expansión fue un hecho sin precedentes. Se inicia, especialmente en países del oriente europeo, un sorprendente ascenso del socialismo, con la implementación de procesos políticos, sociales y económicos. Con todo, pese a los esfuerzos, el socialismo demostró su esterilidad económica.
Todas los países que han implementado sistemas socialistas, han dejado al descubierto de que no han sido igualitarias. Solo es suficiente y demostrativo compararlos con aquellos no socialistas, donde con categoría análoga de progreso económico, sus pobres no están en mejor situación. Cuba, el único país que ha entronizado un sistema radical socialista, en América Latina, es un vivo ejemplo de lo dicho, y no falta quien trate de enmascarar lo tangible. La evidencia al respecto, en la isla y otras partes del mundo es plenamente demostrado.
En América Latina, con insistencia se argumenta del contexto económico de muchos países es un caldo de cultivo apropiado para los pobres vean en el sueño socialista la posibilidad de cambio en la región, para reducir su desesperanza. En el caso cubano, pudo comprobarse su anacronismo. Con el triunfo revolucionario y la posterior implementación del sistema socialista, Fidel Castro pretendió hipnotizar a la generalidad de cubanos que anhelaban el fin del estilo patriarcal de los “gobiernos republicanos” y poner fin al caciquismo criollo. Lo que no se comenta, por los izquierdistas, es que en esa época en la mayoría de los países de la región se enfrentaba al “caudillismo y la corrupción”, con sistemas democráticos.
Es verdad de que la Revolución trató de industrializar el archipiélago, prescindiendo de la propiedad privada, copiando el “socialismo soviético”. Como fracasó, porque los resultados no fueron los deseables, intentó “una rápida industrialización para retornar al esfuerzo de lograr un desarrollo azucarero”. Este esfuerzo, estaría enfocado a incentivar los valores morales sugeridos por el Che Guevara. Algo que a todas luces contradecía lo que a moralidad encarnaban el aplicar leyes y acciones “políticas coercitivas”, y evitar a toda costa las “recompensas económicas positivas”.
En este contexto, Fidel Castro ―más muerto que vivo― trata de beneficiarse de los antagonismos políticos, económicos y sociales de algunos países, para lograr objetivos ideológicos. El propósito castrista estaba encaminado a exacerbar el nacionalismo e incentivar el socialismo, como opción para el desarrollo. Porque el Estado, debe ser quien impulse la economía y no el mercado.
A comienzos de la década de los años 70, se salvaguardó el aspaviento relacionado con el perfeccionamiento de la industria azucara. Empero, Castro desecha la idea de Guevara de los estímulos morales y regresa a la recuperación de la economía planificada y centralizada al estilo soviético. Más adelante, ante los sistemáticos yerros, Castro con su cotorreo interminable ―en un experimento por sobrevivir a los cambios en la URSS― llama al pueblo para rectificar el camino recorrido y por recorrer, “fue un intento, que el líder cubano deseaba fuese efímero”.
De acuerdo con estudios, antes del triunfo revolucionario, el 75 por ciento de las exportaciones cubanas iban a los Estados Unidos de América y el 65 por ciento de las importaciones de la isla provenían de este país. Esta dependencia cambia de socio, los dato reflejan de que en 1982, la isla le facturaba a la URSS el 72 por ciento de sus exportaciones y traía el 60 por ciento de sus importaciones de ese país. Cuba fue y es un país dependiente económicamente, del exterior.
La evolución de los acontecimientos en los antiguos países comunistas, tiene en vilo a la dictadura. Las noticias y eventos, post comunismo, enfrenta a los marxistas y los mercantilistas, porque ambos “carecen de economía de mercado”. El temor de Castro es que la realidad y contexto globalizado elimina toda posibilidad de ocultar la realidad cubana e impedir el curso de la historia.
Bendix Reinhard, detalla con maestría de cómo los gobiernos dictatoriales utilizan el partido único: “El partido puede hacer caso omiso no sólo de todos los procedimientos legales por medio de los cuales se invalidan las leyes, sino también de sus propias leyes previamente dictaminadas, y cuando instantáneamente se pueden cambiar las normas, el imperio de la ley se destruye”. Fidel, “silenciando los focos internos y externos de oposición”, ha tratado insistentemente, con ayuda del Partido Comunista, de materializar sus ideales marxistas-fidelistas. Un disparate que ha llevado a la ruina al país, y sometido a los que se oponen a las más humillantes acciones del terrorismo de Estado.
Desplegar más pormenores interrelacionados con la dependencia económica de Cuba, sería prolongar el suplicio del lector, porque antes era el azúcar el primer rubro para recaudar dineros, ahora es el turismo, tabaco sin procesar, incentivo al capital extranjero para financiar empresas conjuntas, “bajo condiciones que, irónicamente, competían con los programas de ‘industrialización por invitación’.
La austeridad impuesta por Castro, tiene como objetivo principal adormecer las miserias en que vive el pueblo cubano. Simultáneamente, la dictadura confía en que la solución al desbarajuste económico, es desarrollando la industria farmacéutica y la turística-empresarial. No hay dudas de que estos intentos para perseverar el experimento socialista y recuperar la economía, con “un socialismo con empresas conjuntas” son muy cercanas al pensamiento de Sir W. Arthur Lewis.
Esta discusión sobre el presente y futuro desarrollo económico cubano, esta estrechamente entretejido con lo social y el sistema político, los tres actores son fundamentales para conseguir un cambio coherente.
Es cierto que la revolución logró éxitos en los servicios de salud y la educación. Pero esto tiene un costo que obliga al régimen desembolsar gran cantidad de dinero, proveniente de las importaciones. Para un país con dependencia externa, era un desafío llamado al fracaso.
Castro está exigiendo a los cubanos que aguanten y continúen con el quehacer esclavo. Las estrategias de la dictadura, conservan la dependencia cubana a una economía de trueque. El socialismo cubano ya no es un modelo a tener en cuenta.
La situación económica y política en Cuba es deprimente. Como respuesta desesperada, la dictadura insiste en su diseño de austeridad para el cubano de a pie, la utilización de bicicletas para suplir la escasez de transporte motorizado, la utilización de bestias de carga, cierre de fábricas e ingenios azucareros, jornadas de trabajo más cortas, trabajadores de la ciudad trasladados para realizar labores en el campo, etcétera.
Es saludable señalar, de existen personas que tienen el valor de reconocer el fracaso del socialismo. Otros, alegan que estos descalabros socialistas pueden ser provocados por acontecimientos reales específicos y que el “verdadero socialismo, el que sí funcionará, está todavía por venir”. Puede esto ser una prudente tesis. Empero, hay que esperar y el futuro tendrá la última palabra.
Lo cierto, es de que la perestroika de Gorbachov y lo sucedido en Europa Oriental, por ahora y ojala en el futuro de América Latina, serenó los impulsos que abran la puerta a nuevas dictaduras del prototipo castrista. El fracaso del marxismo en todo el mundo, incluyendo a Cuba, es un hecho que no tiene discusión. Está cercano el fin del castrismo y el desplome de la revolución socialista.
De modo que, en un futuro próximo, es inevitable de en Cuba exista libertad, para se elimine todo aquello que de inseguridad al derecho personal a la propiedad privada y la íntegra validez de la libertad de sus “titulares”, legalmente certificada. En caso contrario, aunque se logre una transición no se logrará desarrollar una economía de mercado. Tengo la idea, de que la actual infraestructura turística cubana, es una inversión anticipada; que puede insertarse, sobre la marcha, a la economía de mercado.
Algo si debe estar claro para el amigo lector, “ni la democracia ni el autoritarismo son garantías de éxito”, porque son modalidades para acceder al poder, y no las relacionadas con el gobierno y la organización de éste para cumplir sus responsabilidades constitucionales. No hay que olvidar que las circunstancias y el comportamiento de las masas son un factor determinante en estos asuntos.
La venta o privatización de empresas confiscadas, nacionalizadas o establecidas durante el período marxista-fidelista tomaría tiempo, porque sin regulaciones legales y una Constitución adecuada a la nueva república, sería un imprudentísimo despropósito. Sin embargo, ésta no es la solución al problema financiero y de la introducción a la economía de mercado, sino la parte visible del iceberg.
Así las cosas ―doy la razón a lo que dice Birgitta Ohlsson, Parlamentaria por el Partido Liberal Sueco―, de no acontecer una transición, los cubanos del archipiélago están a las puertas de “un capitalismo sin democracia, donde los ciudadanos no pueden opinar, pensar y creer libremente, al estilo chino o vietnamita”.
Mientras tanto, incluyendo sus particularidades fundamentales, sociales y políticas, ha quedado demostrado que la aplicación de la economía socialista en Cuba, es de mírame y no me toques.
Aunque soñar no cuesta nada, los hay que tienen fe en un socialismo al estilo cubano que de solución a los problemas sociales, políticos y económicos de su país. Olvidan que no hay rosas sin espinas, que a buen entendedor, pocas palabras bastan y que no hay peor sordo que el que no quiere oír. Quién sabe, si los idealistas amigos de la dictadura despiertan a tiempo de la pesadilla. ¡NAMASTE!
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