Por PABLO FELIPE PÉREZ GOYRY.
Analista y Periodista Independiente Cubano.
Miembro del Instituto Nacional de Periodismo Latinoamericano.
Son inagotables los pronósticos sobre qué puede acontecer en el futuro cercano con el nombramiento de Raúl Castro como presidente de Cuba. Para los fieles seguidores del castrismo traerá reformas económicas al estilo de la “China comunista”. Para los opositores más optimistas, ya se puede percibir los estertóreos de la dictadura marxistafidelista y una transición libre y democrática.
Hoy día el régimen hace esfuerzos para aplicar cambios que no embrollen la esencia socialista de la revolución. En este sentido, a propósito de cambios, es posible que Raúl haga una apertura social y económica en el archipiélago, y remendar los “errores de la revolución” cuando Fidel exhale el último suspiro. Opino que es irresponsable pronosticar con certeza lo que pudiera ocurrir en el futuro cercano. Esta convicción se sustenta en la discapacidad de Fidel y la entrega de las riendas de la “revolución cubana” a su hermano Raúl desde el año 2007.
No obstante, hay que reconocer que Raúl con su practicidad y estilo personal a voces censura los yerros del gobierno, admite el fracaso del sistema para cubrir las carencias básicas de la población, critica la depravación e ineptitud de algunos funcionarios; reconoce la ruina económica que afronta el archipiélago y que es improrrogable hacer ajustes estructurales. Empero, a las fuerzas opositoras en la isla, Raúl las divide ut regnes.
Es esencial no relegar al olvido de que “las sociedades en general y las democráticas en particular, avanzan en atención a consensos básicos establecidos entre sus ciudadanos. Consentimientos que funcionan como una especie de marco o terreno de juego que todos respetan de manera implícita o explícita y dentro del cual se desarrollan iniciativas desde distintas perspectivas”. De este modo, la libertad está respaldada en dos pilares valiosos. El primero trata de la soberanía de las personas al forzamiento interno profesado por el convencionalismo, la esclavitud y los ideales exacerbados por la causticidad. Un segundo, que es la independencia de los seres humanos de toda coacción externa incoherente e indigna.
Sin ser pesimista, no se vislumbra el final del fin de la dictadura marxistafidelista que avasalla la libertad del alma de la nación cubana. La prueba más contundente de esta afirmación la encontramos en lo acontecido el pasado día 20 de enero cuando en la isla se celebró la “farsa electoral” para elegir a 614 diputados, que el 24 de febrero tuvo la responsabilidad de escoger la cúpula gubernamental, encabezada hoy día por el nuevo presidente Raúl Castro. Obviamente, se cumplieron elecciones formales para un parlamento donde sólo participa un partido, porque la dictadura castro-comunista tiene ilegalizadas a las fuerzas opositoras en todas sus manifestaciones.
Se argumenta con insistencia que existe ostensible repudio al régimen, que el pueblo no está de acuerdo con el “sainete electoral” y que lo demostraría absteniéndose, votando en blanco o anulando boletas. De tal manera, por ahora, no hay certeza clara y manifiesta que se acabará el régimen sempiterno que por cerca de cinco décadas priva al pueblo cubano de su libertad y el derecho a expresarse sin condicionamientos.
Mi punto de vista es que, independientemente de la disgregación y dificultades para comunicarse e interactuar con la población, los líderes de la oposición pacífica y los sectores más disímiles de la sociedad civil cubana no deben postergar un vuelco novedoso e inteligente del discurso contra la dictadura, que persuada sinceramente a la generalidad de cubanos para que participen activamente en la concertación de una autentica “Unidad Nacional Cubana Opositora”, que legitime a todos los cubanos como actores de una estable y coherente transición, sin impertinencia foránea que puedan amputar las aspiraciones de libertad y democracia de los cubanos.
La agonía del régimen es incuestionable y la era del octogenario dictador ya terminó, y la prueba la tenemos en su decisión el pasado 19 de febrero, por los conocidos problemas de salud, de renunciar a ser elegido Presidente y Comandante en Jefe, haciéndose a un lado en la conducción absoluta de la dictadura. Hacia el futuro cercano, tengo la percepción que Fidel no retomará el mando y si ocurriera será simbólicamente, y el “stalinista” Raúl se eternizará como presidente e insistirá en convocar a los incondicionales del régimen a cayapear.
El esfuerzo titánico que realizan sectores de la oposición en el archipiélago es justo reconocerlo, por su entrega a favor del cambio. Como lo hace el Partido Liberal Nacional Cubano, que sistemáticamente con acciones y decisión acredita su lucha a favor de una transición que traiga el bienestar y progreso de la nación. Su proyecto socio-político-económico “sobre la base de objetivos concretos y estrategias viables, que mantengan la gobernabilidad, la reclamación de la libertad inmediata de todos los presos políticos cubanos, y la lucha pacifica para la instauración de un Estado de Derecho”, son un testimonio de que sólo hace falta unidad entre todos los opositores.
Así lo demuestran las crecientes acciones, declaraciones y llamamientos; como la “Propuesta de Salvación Nacional” del doctor Darsi Ferrer, que “es una invitación sincera a todas las personas que se esfuerzan por alcanzar una alternativa de solución para Cuba. Invita “a la negociación como vía posible para alcanzar los cambios que urgen a la sociedad, pues, hasta hora, los reclamos de la oposición cubana han resultado inefectivos por la falta de consenso nacional”.
El pueblo cubano necesita libertad individual y colectiva; autorrealización y autodecisión; equidad e igualdad; pluralismo y participación; democracia y progreso. Estos principios no serán posible alcanzarlos si la oposición y la sociedad civil insisten en reiterar los desaciertos históricos.
Por todas estas razones, estoy de acuerdo con el argumento del excelso escritor, editor y periodista cubano Pedro Corzo: “Gobernar no es lo mismo que estar en la oposición”.
Con morigeración y para finalizar, los líderes de la oposición pacífica y los sectores más disímiles de la sociedad civil cubana deben escudriñar en la propia voluntad popular para conceptuar las respuestas acerca de por qué después de cerca de medio siglo de lucha aún no cuentan con suficiente apoyo del pueblo. Consecuentemente, es perentorio para la oposición buscar las falencias en el discurso y sin dilación rectificarlos. Esto pudiera ser un buen prólogo para con discernimiento pudoroso y liberalidad coherente pueda materializarse la indispensable “Unidad Nacional Cubana Opositora”, que más allá de las convicciones con acertado derrotero guíe fervorosamente a toda la nación por el sendero que finalmente lleve a una transición pacífica hacia la democracia en Cuba.
Infortunadamente, mientras estos eventos ocurren, el pueblo cubano continúa asfixiado por la reducción de los servicios y necesidades más elementales; la alarmante corrupción e ineficiencia de la infraestructura estatal; el menoscabo de las viviendas; la exigencia de impuestos sobre el dólar, que en lo fundamental sólo afecta al que recibe las remesas desde el exterior para mitigar sus carencias; la sistemática exclusión y acosamiento de los que disienten de las políticas gubernamentales; el acrecentamiento de las tarifas eléctricas; etcétera.
¿No se vislumbra el final del fin de la dictadura marxistafidelista? ¿Cuánto se mantendrá en el poder Raúl Castro? ¿Por cuánto tiempo continuará fragmentada la oposición?¿Están los líderes de la oposición listos para gobernar y dirigir los destinos de la nación cubana? ¿Cómo evitar ocurran en Cuba los bestiales acontecimientos como los eventos de Myanmar y otros países con gobiernos dictatoriales?
Para dar contestaciones a estas interrogantes, es saludable no dejar entre renglones lo expresado por el ilustre disidente cubano Manuel Vázquez Portal: “Oposición pacífica no es oposición pasiva, cuando en realidad la oposición pacífica debe ser un desafío como ha acontecido en Birmania”. Tiene la palabra amiga, amigo. ¡NAMASTE!
Ciudad de la Eterna Primavera, primavera de 2008.
©Pablo Felipe Pérez Goyry.
Analista y Periodista Independiente Cubano.
Miembro del Instituto Nacional de Periodismo Latinoamericano.
Son inagotables los pronósticos sobre qué puede acontecer en el futuro cercano con el nombramiento de Raúl Castro como presidente de Cuba. Para los fieles seguidores del castrismo traerá reformas económicas al estilo de la “China comunista”. Para los opositores más optimistas, ya se puede percibir los estertóreos de la dictadura marxistafidelista y una transición libre y democrática.
Hoy día el régimen hace esfuerzos para aplicar cambios que no embrollen la esencia socialista de la revolución. En este sentido, a propósito de cambios, es posible que Raúl haga una apertura social y económica en el archipiélago, y remendar los “errores de la revolución” cuando Fidel exhale el último suspiro. Opino que es irresponsable pronosticar con certeza lo que pudiera ocurrir en el futuro cercano. Esta convicción se sustenta en la discapacidad de Fidel y la entrega de las riendas de la “revolución cubana” a su hermano Raúl desde el año 2007.
No obstante, hay que reconocer que Raúl con su practicidad y estilo personal a voces censura los yerros del gobierno, admite el fracaso del sistema para cubrir las carencias básicas de la población, critica la depravación e ineptitud de algunos funcionarios; reconoce la ruina económica que afronta el archipiélago y que es improrrogable hacer ajustes estructurales. Empero, a las fuerzas opositoras en la isla, Raúl las divide ut regnes.
Es esencial no relegar al olvido de que “las sociedades en general y las democráticas en particular, avanzan en atención a consensos básicos establecidos entre sus ciudadanos. Consentimientos que funcionan como una especie de marco o terreno de juego que todos respetan de manera implícita o explícita y dentro del cual se desarrollan iniciativas desde distintas perspectivas”. De este modo, la libertad está respaldada en dos pilares valiosos. El primero trata de la soberanía de las personas al forzamiento interno profesado por el convencionalismo, la esclavitud y los ideales exacerbados por la causticidad. Un segundo, que es la independencia de los seres humanos de toda coacción externa incoherente e indigna.
Sin ser pesimista, no se vislumbra el final del fin de la dictadura marxistafidelista que avasalla la libertad del alma de la nación cubana. La prueba más contundente de esta afirmación la encontramos en lo acontecido el pasado día 20 de enero cuando en la isla se celebró la “farsa electoral” para elegir a 614 diputados, que el 24 de febrero tuvo la responsabilidad de escoger la cúpula gubernamental, encabezada hoy día por el nuevo presidente Raúl Castro. Obviamente, se cumplieron elecciones formales para un parlamento donde sólo participa un partido, porque la dictadura castro-comunista tiene ilegalizadas a las fuerzas opositoras en todas sus manifestaciones.
Se argumenta con insistencia que existe ostensible repudio al régimen, que el pueblo no está de acuerdo con el “sainete electoral” y que lo demostraría absteniéndose, votando en blanco o anulando boletas. De tal manera, por ahora, no hay certeza clara y manifiesta que se acabará el régimen sempiterno que por cerca de cinco décadas priva al pueblo cubano de su libertad y el derecho a expresarse sin condicionamientos.
Mi punto de vista es que, independientemente de la disgregación y dificultades para comunicarse e interactuar con la población, los líderes de la oposición pacífica y los sectores más disímiles de la sociedad civil cubana no deben postergar un vuelco novedoso e inteligente del discurso contra la dictadura, que persuada sinceramente a la generalidad de cubanos para que participen activamente en la concertación de una autentica “Unidad Nacional Cubana Opositora”, que legitime a todos los cubanos como actores de una estable y coherente transición, sin impertinencia foránea que puedan amputar las aspiraciones de libertad y democracia de los cubanos.
La agonía del régimen es incuestionable y la era del octogenario dictador ya terminó, y la prueba la tenemos en su decisión el pasado 19 de febrero, por los conocidos problemas de salud, de renunciar a ser elegido Presidente y Comandante en Jefe, haciéndose a un lado en la conducción absoluta de la dictadura. Hacia el futuro cercano, tengo la percepción que Fidel no retomará el mando y si ocurriera será simbólicamente, y el “stalinista” Raúl se eternizará como presidente e insistirá en convocar a los incondicionales del régimen a cayapear.
El esfuerzo titánico que realizan sectores de la oposición en el archipiélago es justo reconocerlo, por su entrega a favor del cambio. Como lo hace el Partido Liberal Nacional Cubano, que sistemáticamente con acciones y decisión acredita su lucha a favor de una transición que traiga el bienestar y progreso de la nación. Su proyecto socio-político-económico “sobre la base de objetivos concretos y estrategias viables, que mantengan la gobernabilidad, la reclamación de la libertad inmediata de todos los presos políticos cubanos, y la lucha pacifica para la instauración de un Estado de Derecho”, son un testimonio de que sólo hace falta unidad entre todos los opositores.
Así lo demuestran las crecientes acciones, declaraciones y llamamientos; como la “Propuesta de Salvación Nacional” del doctor Darsi Ferrer, que “es una invitación sincera a todas las personas que se esfuerzan por alcanzar una alternativa de solución para Cuba. Invita “a la negociación como vía posible para alcanzar los cambios que urgen a la sociedad, pues, hasta hora, los reclamos de la oposición cubana han resultado inefectivos por la falta de consenso nacional”.
El pueblo cubano necesita libertad individual y colectiva; autorrealización y autodecisión; equidad e igualdad; pluralismo y participación; democracia y progreso. Estos principios no serán posible alcanzarlos si la oposición y la sociedad civil insisten en reiterar los desaciertos históricos.
Por todas estas razones, estoy de acuerdo con el argumento del excelso escritor, editor y periodista cubano Pedro Corzo: “Gobernar no es lo mismo que estar en la oposición”.
Con morigeración y para finalizar, los líderes de la oposición pacífica y los sectores más disímiles de la sociedad civil cubana deben escudriñar en la propia voluntad popular para conceptuar las respuestas acerca de por qué después de cerca de medio siglo de lucha aún no cuentan con suficiente apoyo del pueblo. Consecuentemente, es perentorio para la oposición buscar las falencias en el discurso y sin dilación rectificarlos. Esto pudiera ser un buen prólogo para con discernimiento pudoroso y liberalidad coherente pueda materializarse la indispensable “Unidad Nacional Cubana Opositora”, que más allá de las convicciones con acertado derrotero guíe fervorosamente a toda la nación por el sendero que finalmente lleve a una transición pacífica hacia la democracia en Cuba.
Infortunadamente, mientras estos eventos ocurren, el pueblo cubano continúa asfixiado por la reducción de los servicios y necesidades más elementales; la alarmante corrupción e ineficiencia de la infraestructura estatal; el menoscabo de las viviendas; la exigencia de impuestos sobre el dólar, que en lo fundamental sólo afecta al que recibe las remesas desde el exterior para mitigar sus carencias; la sistemática exclusión y acosamiento de los que disienten de las políticas gubernamentales; el acrecentamiento de las tarifas eléctricas; etcétera.
¿No se vislumbra el final del fin de la dictadura marxistafidelista? ¿Cuánto se mantendrá en el poder Raúl Castro? ¿Por cuánto tiempo continuará fragmentada la oposición?¿Están los líderes de la oposición listos para gobernar y dirigir los destinos de la nación cubana? ¿Cómo evitar ocurran en Cuba los bestiales acontecimientos como los eventos de Myanmar y otros países con gobiernos dictatoriales?
Para dar contestaciones a estas interrogantes, es saludable no dejar entre renglones lo expresado por el ilustre disidente cubano Manuel Vázquez Portal: “Oposición pacífica no es oposición pasiva, cuando en realidad la oposición pacífica debe ser un desafío como ha acontecido en Birmania”. Tiene la palabra amiga, amigo. ¡NAMASTE!
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