¡Dios salvaguarde a Colombia!
Por Pablo Felipe Pérez Goyry
Semana.com
En los últimos tiempos he observado con indiscutible hastío el atropello desmedido de algunos medios de comunicación, nacionales e internacionales, al informar y opinar sobre temas colombianos relacionados con la violencia, los secuestros, la corrupción, etc.
Hay periodistas que morbosamente sacan buen provecho personal con el espectáculo noticioso; aplicando embrollos y desinformación, y ataviándose hipócritamente con el banderín de la libertad de expresión. Sin embargo, olvidan, en puntuales sucesos, la ética periodística, y el discernimiento como integrantes activos de la sociedad. Es decir, abarrotan o autocensuran su deber de informar para esclarecer, educar y escudriñar en los problemas para contribuir con soluciones para salvaguardar la convivencia y seguridad ciudadana, y la imagen del país.
Causa pesadumbre como se desangra la patria, en medio de mezquinas disputas callejeras, el conflicto armado, el narcotráfico, la corrupción de los funcionarios públicos, el desplazamiento forzado, los falsos positivos, la impunidad... Y a todo esto se suma el rebusque de audiencia o lectores de algunos medios de comunicación. Al final, solamente está perdiendo Colombia, porque continúa sumergida en el martirio e incertidumbre.
Cada día son numerosas las noticias desemperezadoras, en medio de acciones que buscan encontrar solución a los graves problemas económicos, de empleo, seguridad, etc., enquistados en la nación. No es un secreto de aumentan las cifras sobre la violación a los Derechos Humanos; la desvergüenza de los gorrones ‘paladines’ de la democracia que con su protagonismo violentan las arcas del Estado; el irrespeto al bienestar y la armonía de los colombianos; la acción execrable de los grupos armados ilegales y el narcotráfico.
¿Hasta cuándo debemos los colombianos consentir se violen con impunidad los más elementales derechos de la sociedad? ¿Por cuánto tiempo tendrán que desplazarse de sus tierras los campesinos, que representan más del 35 por ciento de la población colombiana? ¿Hasta cuándo se debe ignorar el clamorear por el respeto de sus derechos de las minorías? ¿Hasta cuándo hay que permitir la ausencia de solución a los problemas de fondo y que están a la vista? ¿Por cuánto tiempo se debe postergar una paz pundonorosa y duradera?
En pocas semanas, un nuevo gobierno conducirá, para bien o mal, el destino de Colombia. Tengo la percepción de que el nuevo presidente, Juan Manuel Santos, repetirá receta y menú al estilo del saliente Álvaro Uribe Vélez, algo que no sería muy alentador para el país, pues, sería más de lo mismo.
Definitivamente, hasta la fecha, son pocos los que con benevolencia han valorado la verdadera dimensión de los problemas que entristecen a la patria, y sus secuelas a corto, mediano y largo plazo. No quiero ser pesimista, pero aún no se vislumbra la luz al final del largo camino que debe recorrerse para alcanzar un profundo concepto de nacionalidad -que está relegada por la costumbre regionalista que tanto daño hace- como antesala de la paz que tanto necesitan los colombianos. ¡Dios salvaguarde a Colombia!
Fotografía: Internet
Contextus Libertad de Palabra y Opinión
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