Silvio, el intruso
Periódico El Mundo
Medellín, 29 de junio de 2010Nunca la música y el canto estuvieron por encima de la moral y del respeto de la vida humana. La música y el canto pueden expresar lo bello y lo sublime. También pueden vehiculizar lo contrario: la opresión y la mentira.
Un cantante, por más popular que sea, puede ser sometido al escrutinio ético de los ciudadanos. Un artista, si acepta servir de bandera a una dictadura, no debe extrañarse de ser rechazado por el público.
Un cantante, por más popular que sea, puede ser sometido al escrutinio ético de los ciudadanos. Un artista, si acepta servir de bandera a una dictadura, no debe extrañarse de ser rechazado por el público.
Lo que le ocurre en estos días al cantante cubano Silvio Rodríguez, cuya invitación a Medellín despierta tanto rechazo, nos invita a reflexionar. Pues esa visita plantea problemas de fondo.
Silvio Rodríguez no es un cantante como los demás. El es, sobre todo, un vocero del castrismo. Durante cinco años fue diputado nacional en Cuba. El va y viene por muchos países impartiendo el discurso castrista, defendiendo una política indefendible. Peor: es el abanderado, para el medio musical, de un Estado que ha destruido las libertades en la isla y que ha fomentado la violencia en Colombia durante 40 años, que respalda con todo al gobierno venezolano, el mismo que destruye el comercio fronterizo y amenaza a Colombia con enviarle sus tropas, sus blindados y sus bombarderos. ¿Debe ese “maestro” del tinglado castrista ser recibido como un héroe en nuestro país?
Yo no lo creo. La dignidad y la seguridad de Colombia valen más que las ambiciones de un saltimbanqui. A nuestra ministra de la Cultura, Paula Moreno, estas cosas la tienen sin cuidado. Las cacerolas que arrastra Silvio Rodríguez son, para ella, “detalles” sin importancia. Sin embargo, esos “detalles” son todo. Lo que ella llama “cultura” y “música” no son, en el esquema de La Habana, más que aparejos para limpiarle la cara a un régimen moribundo.
Recordemos que en la época de la Unión Soviética, Nikita Khruschev exportaba fusiles y explosivos a las Farc, y al mismo tiempo, para maquillar todo eso, enviaba a Bogotá el poeta de turno Evgueni Evtuchenko para que fuera a decir tonterías en un auditorio de la Universidad Nacional.
Paula Moreno está empeñada en invitar a Silvio Rodríguez al III Congreso iberoamericano de Cultura, y a pagarle esa aventura con dineros del erario público: un millón de euros, nada menos, entre la Nación y Antioquia. En esa historia está metido el gobierno de Zapatero, admirador de Fidel Castro, pues Madrid financia una parte de la operación. La ministra Moreno parece molesta por el hecho de que los antioqueños se pregunten si ese invitado resultará indigesto. En una entrevista a El Mundo ella les dijo: miren para otro lado, pues Silvio Rodríguez viene como sea pues es un gran artista.
La hábil funcionaria utiliza el nombre de Gilberto Gil para cubrir las espaldas de Silvio Rodríguez. Sin embargo, el músico brasileño, ese si uno de los grandes, no es el alcahueta de una dictadura que tiene sangre de colombianos en las manos. El otro sí.
¿Hay una dimensión ideológica-política en la aparición que pretende hacer en Medellín Silvio Rodríguez? Desde luego que sí. Si no la hubiera, el activista cubano no iría. El no va a donde no puede hacer proselitismo. La ministra asegura que su invitado solo irá a cantar y a “discutir de música”. La ministra se muestra ingenua al decir eso. Ella dice que “el sector cultural”, que tiene “tan pocos espacios para discutir”, va a poder esta vez “discutir de música”. ¿Habla ella de Cuba, donde toda discusión es imposible, o de Colombia, donde hay libertad? No creo que al cantante de marras le interese discutir de música. Su negocio es ver cómo utiliza la música para hacer propaganda. El “debate”, pues, será otra cosa. Paula Moreno lo anuncia cuando advierte a los antioqueños que deben “comprender las diferencias y respetarlas”.
¿Tendremos pues que respetar lo que lanza la revista Semana, que en un artículo detestable presenta al cubano como un pacifista y como un modelo para los jóvenes colombianos?. ¿Por eso, el mismo texto insulta a los antioqueños mostrándolos como violentos bebedores de aguardiente?
Ante una pregunta incisiva de El Mundo sobre el papel de Cuba en la financiación de las Farc, a la ministra se le agrió el genio y terminó diciendo que la opinión pública no debería meterse en esos asuntos. “No creo que la opinión pública deba entrar en análisis externos”, dijo exactamente. Ella se equivoca. En una democracia, la opinión pública discute de todo y pide cuentas de todo. ¿Esa invitación a la autocensura, a no “entrar en análisis” a no denunciar las ideas que defiende Silvio Rodríguez, es lo que la ciudadanía de Medellín debe “comprender” y “respetar”?
Curioso es el mensaje que difunde Paula Moreno. “Si no nos unimos a través de la música ¿con qué nos vamos a unir?”, pregunta ella hablando de Cuba. Extraña perspectiva. ¿Por qué deberíamos unirnos a la dictadura de la isla? Una cosa son las relaciones diplomáticas de Colombia con Cuba. Otra es unirnos a la Habana. ¿Unirnos para qué? Eso de “unirnos” dejémoselo a Hugo Chávez y su siniestro proyecto de Cubazuela. Colombia es una sociedad abierta y no va a dejar de pertenecer al mundo libre.
Silvio Rodríguez no es un cantante como los demás. El es, sobre todo, un vocero del castrismo. Durante cinco años fue diputado nacional en Cuba. El va y viene por muchos países impartiendo el discurso castrista, defendiendo una política indefendible. Peor: es el abanderado, para el medio musical, de un Estado que ha destruido las libertades en la isla y que ha fomentado la violencia en Colombia durante 40 años, que respalda con todo al gobierno venezolano, el mismo que destruye el comercio fronterizo y amenaza a Colombia con enviarle sus tropas, sus blindados y sus bombarderos. ¿Debe ese “maestro” del tinglado castrista ser recibido como un héroe en nuestro país?
Yo no lo creo. La dignidad y la seguridad de Colombia valen más que las ambiciones de un saltimbanqui. A nuestra ministra de la Cultura, Paula Moreno, estas cosas la tienen sin cuidado. Las cacerolas que arrastra Silvio Rodríguez son, para ella, “detalles” sin importancia. Sin embargo, esos “detalles” son todo. Lo que ella llama “cultura” y “música” no son, en el esquema de La Habana, más que aparejos para limpiarle la cara a un régimen moribundo.
Recordemos que en la época de la Unión Soviética, Nikita Khruschev exportaba fusiles y explosivos a las Farc, y al mismo tiempo, para maquillar todo eso, enviaba a Bogotá el poeta de turno Evgueni Evtuchenko para que fuera a decir tonterías en un auditorio de la Universidad Nacional.
Paula Moreno está empeñada en invitar a Silvio Rodríguez al III Congreso iberoamericano de Cultura, y a pagarle esa aventura con dineros del erario público: un millón de euros, nada menos, entre la Nación y Antioquia. En esa historia está metido el gobierno de Zapatero, admirador de Fidel Castro, pues Madrid financia una parte de la operación. La ministra Moreno parece molesta por el hecho de que los antioqueños se pregunten si ese invitado resultará indigesto. En una entrevista a El Mundo ella les dijo: miren para otro lado, pues Silvio Rodríguez viene como sea pues es un gran artista.
La hábil funcionaria utiliza el nombre de Gilberto Gil para cubrir las espaldas de Silvio Rodríguez. Sin embargo, el músico brasileño, ese si uno de los grandes, no es el alcahueta de una dictadura que tiene sangre de colombianos en las manos. El otro sí.
¿Hay una dimensión ideológica-política en la aparición que pretende hacer en Medellín Silvio Rodríguez? Desde luego que sí. Si no la hubiera, el activista cubano no iría. El no va a donde no puede hacer proselitismo. La ministra asegura que su invitado solo irá a cantar y a “discutir de música”. La ministra se muestra ingenua al decir eso. Ella dice que “el sector cultural”, que tiene “tan pocos espacios para discutir”, va a poder esta vez “discutir de música”. ¿Habla ella de Cuba, donde toda discusión es imposible, o de Colombia, donde hay libertad? No creo que al cantante de marras le interese discutir de música. Su negocio es ver cómo utiliza la música para hacer propaganda. El “debate”, pues, será otra cosa. Paula Moreno lo anuncia cuando advierte a los antioqueños que deben “comprender las diferencias y respetarlas”.
¿Tendremos pues que respetar lo que lanza la revista Semana, que en un artículo detestable presenta al cubano como un pacifista y como un modelo para los jóvenes colombianos?. ¿Por eso, el mismo texto insulta a los antioqueños mostrándolos como violentos bebedores de aguardiente?
Ante una pregunta incisiva de El Mundo sobre el papel de Cuba en la financiación de las Farc, a la ministra se le agrió el genio y terminó diciendo que la opinión pública no debería meterse en esos asuntos. “No creo que la opinión pública deba entrar en análisis externos”, dijo exactamente. Ella se equivoca. En una democracia, la opinión pública discute de todo y pide cuentas de todo. ¿Esa invitación a la autocensura, a no “entrar en análisis” a no denunciar las ideas que defiende Silvio Rodríguez, es lo que la ciudadanía de Medellín debe “comprender” y “respetar”?
Curioso es el mensaje que difunde Paula Moreno. “Si no nos unimos a través de la música ¿con qué nos vamos a unir?”, pregunta ella hablando de Cuba. Extraña perspectiva. ¿Por qué deberíamos unirnos a la dictadura de la isla? Una cosa son las relaciones diplomáticas de Colombia con Cuba. Otra es unirnos a la Habana. ¿Unirnos para qué? Eso de “unirnos” dejémoselo a Hugo Chávez y su siniestro proyecto de Cubazuela. Colombia es una sociedad abierta y no va a dejar de pertenecer al mundo libre.
Fotografía: El MUndo
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