Por Pablo Felipe Pérez Goyry.
EL malhumor "no existe" ni viene solo a nuestras vidas. Vive en la sociedad de manera individual y es consecuencia directa de fallas espirituales y existenciales, como: el egoísmo, la falta de caridad, la intolerancia, el orgullo, la vanidad, la falta de buena voluntad y fraternidad para la convivencia.
Los malhumorados y el malhumor, son los defectos humanos que más dolor causa a la sociedad. Independientemente de la trascendencia que sobre todos los seres del planeta producen estas acciones. Un malhumorado hace sufrir a muchas personas inocentes que viven a su derredor, causándoles una existencia triste y amarga.
El personaje de Goethe, Werther, decía que: ¿En qué forma se puede calificar a una cosa que daña al prójimo y a nosotros mismos? No es suficiente podamos hacernos felices los unos a los otros.
El malhumorado es un dependiente, un "vicioso" que causa desgracia al género humano. Nada justifica que una persona tenga rabietas, haga escándalos, y trate a los demás con ofuscación, enojo e intolerancia. Las personas que tienen malhumor, lejos de ser temperamentales, son personas incapaces de controlar sus impulsos y carácter. Tanto es así, que lo podemos deducir de esta frase: No digas: ... son cosas de mi carácter. Son cosas de vuestra falta de carácter, sé humano por sobre todas las cosas.
La proliferación del malhumor, en medio de un mundo globalizado y neo-liberal, es un peligro.
Todos tenemos la obligación de frenar esta tendencia. Es urgente implementar en la educación, desde la niñez, medidas que permitan una atención especial al control del carácter. Sobre todo cuando se presentan, en los niños y jóvenes, explosiones de irritación.
El malhumor hay que erradicarlo y solo es posible si se actúa con tacto y firmeza. De esta manera ayudamos a las actuales y futuras generaciones, para sepan tener control de sus reacciones. No-solo desde el punto de vista físico, también espiritual.
Con este accionar educativo aportaremos el germen necesario que permita una verdadera convivencia planetaria.
Nuestra responsabilidad comienza por ser tolerantes con nosotros mismos. Practiquemos el amor y la amistad. Es la única manera de ser benevolentes.
Todos tenemos sectores o lunares oscuros en nuestras vidas, porque no somos perfectos. Pero tenemos que dominar nuestro carácter. La amistad es una responsabilidad nuestra y debe ser premisa fundamental cultivarla. No tener interés y valor de controlar nuestro temperamento, impide encontrar la esencia de nuestra existencia.
Al no controlar el malhumor, estamos asumiendo una irresponsabilidad en nuestras vidas. Es el camino que conduce a la involución plena de nuestra alma.
Nosotros, día más, día menos, estamos irritables e incluso el más mínimo detalle nos puede exasperar. Debemos estar conscientes de que esto forma parte de la imperfección humana. Pero con férrea voluntad y las virtudes maravillosas que Dios nos entrega, podemos controlar y eliminar, con creces, estos defectos.
Sí actuamos cada día con sabiduría, altruismo, buena voluntad y fraternidad; nuestras vidas serán más armónicas y equilibradas, también contribuimos a la de todo el universo.
Bienaventurado aquel que manifiesta respeto así mismo y lo entrega con amor a la totalidad. Si actuáramos de esta manera, lograremos el crecimiento no solo corporal, también de nuestra alma.
(Este documento puede ser reeditado - total o parcial - citando Autor y Fuente).
EL malhumor "no existe" ni viene solo a nuestras vidas. Vive en la sociedad de manera individual y es consecuencia directa de fallas espirituales y existenciales, como: el egoísmo, la falta de caridad, la intolerancia, el orgullo, la vanidad, la falta de buena voluntad y fraternidad para la convivencia.
Los malhumorados y el malhumor, son los defectos humanos que más dolor causa a la sociedad. Independientemente de la trascendencia que sobre todos los seres del planeta producen estas acciones. Un malhumorado hace sufrir a muchas personas inocentes que viven a su derredor, causándoles una existencia triste y amarga.
El personaje de Goethe, Werther, decía que: ¿En qué forma se puede calificar a una cosa que daña al prójimo y a nosotros mismos? No es suficiente podamos hacernos felices los unos a los otros.
El malhumorado es un dependiente, un "vicioso" que causa desgracia al género humano. Nada justifica que una persona tenga rabietas, haga escándalos, y trate a los demás con ofuscación, enojo e intolerancia. Las personas que tienen malhumor, lejos de ser temperamentales, son personas incapaces de controlar sus impulsos y carácter. Tanto es así, que lo podemos deducir de esta frase: No digas: ... son cosas de mi carácter. Son cosas de vuestra falta de carácter, sé humano por sobre todas las cosas.
La proliferación del malhumor, en medio de un mundo globalizado y neo-liberal, es un peligro.
Todos tenemos la obligación de frenar esta tendencia. Es urgente implementar en la educación, desde la niñez, medidas que permitan una atención especial al control del carácter. Sobre todo cuando se presentan, en los niños y jóvenes, explosiones de irritación.
El malhumor hay que erradicarlo y solo es posible si se actúa con tacto y firmeza. De esta manera ayudamos a las actuales y futuras generaciones, para sepan tener control de sus reacciones. No-solo desde el punto de vista físico, también espiritual.
Con este accionar educativo aportaremos el germen necesario que permita una verdadera convivencia planetaria.
Nuestra responsabilidad comienza por ser tolerantes con nosotros mismos. Practiquemos el amor y la amistad. Es la única manera de ser benevolentes.
Todos tenemos sectores o lunares oscuros en nuestras vidas, porque no somos perfectos. Pero tenemos que dominar nuestro carácter. La amistad es una responsabilidad nuestra y debe ser premisa fundamental cultivarla. No tener interés y valor de controlar nuestro temperamento, impide encontrar la esencia de nuestra existencia.
Al no controlar el malhumor, estamos asumiendo una irresponsabilidad en nuestras vidas. Es el camino que conduce a la involución plena de nuestra alma.
Nosotros, día más, día menos, estamos irritables e incluso el más mínimo detalle nos puede exasperar. Debemos estar conscientes de que esto forma parte de la imperfección humana. Pero con férrea voluntad y las virtudes maravillosas que Dios nos entrega, podemos controlar y eliminar, con creces, estos defectos.
Sí actuamos cada día con sabiduría, altruismo, buena voluntad y fraternidad; nuestras vidas serán más armónicas y equilibradas, también contribuimos a la de todo el universo.
Bienaventurado aquel que manifiesta respeto así mismo y lo entrega con amor a la totalidad. Si actuáramos de esta manera, lograremos el crecimiento no solo corporal, también de nuestra alma.
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