21 Febrero, 2010
Después del cierre del impreso, los periodistas no pudieron publicar en la página web, que aun está activa, comunicados o mensajes de apoyo de las distintas organizaciones de periodistas o en pro de la libertad de prensa.
El anuncio
El miércoles 3 de febrero a las 5:30 de la tarde, cuando estaba aún el horno la última edición de CAMBIO, la 865, Guillermo Villaveces Ronderos, vicepresidente ejecutivo de Casa Editorial EL TIEMPO, reunió el personal de la revista para anunciarle que, por razones económicas, la publicación no iba más. Añadió que más adelante la reemplazaría una revista mensual, en la que se le daría prioridad a temas suaves como los viajes y la salud. En la reunión estaba también Paulina Bayona, encargada del clima laboral en El TIEMPO quien agregó que para “cumplirle a los anunciantes”, no a los lectores, habría que hacer tres revistas más, es decir, CAMBIO moría la primera semana de marzo y seria enterrada en el más indigno de los funerales.
De esta decisión fueron enterados tres horas antes María Elvira Samper, la editora general, y Rodrigo Pardo, el director, quienes no pudieron ocultar su indignación de que se cerrara la revista justo cuando estaba en uno de sus mejores momentos periodísticos en la investigación y la denuncia que por 16 años eran el sello característico de la publicación. Justo cuando en vez de pérdidas, CAMBIO había dado ganancias el año anterior –cosa que no ocurrió con otras publicaciones de la Casa Editorial-. Y justo cuando se analizaba desde el año anterior, darle mucha más fuerza al análisis político y a la denuncia y en eso trabajaba incansablemente Rodrigo Pardo quien ya tenía en su escritorio el machote de lo que sería la nueva publicación.
En ese momento quedó claro que CAMBIO desaparecía para siempre y que el anuncio de la tal publicación mensual era un mensaje para que los lectores no corrieran en manada a cancelar sus suscripciones porque a estas alturas no se ha diseñado el nuevo producto…Ese fue el más inmoral de los eufemismos que pudieron usar.
A la revista la estaban censurando, la estaban cerrando porque era incómoda para la Casa Editorial, para el Gobierno, para Planeta. A María Elvira y Rodrigo Pardo querían ponerlos cuanto antes de patitas en la calle y al resto nos esperaba la misma suerte. Ese día entendí que solo les serviríamos para terminar las famosas tres ediciones que restaban y que venderían por montones con este escándalo.
Después de tal anuncio, veía a la fuerte María Elvira con los ojos encharcados y a Rodrigo Pardo con la rabia contenida. Miraba a cada uno de mis compañeros, la mayoría hombres, con el ego golpeado, con las lágrimas asomadas. Pero por encima de todo veía a un equipo digno.
Ahí estaban periodistas como José Manuel Reverón – quien destapó el último gran escándalo político del gobierno Uribe: Agro Ingreso Seguro- pensando en qué temas hacíamos para estas tres últimas revistas, porque si nos callaban teníamos que salir por la puerta grande. Miraba a sabuesos experimentados como Jorge González – con más de 30 años de carrera periodística y quien valientemente había destapado la instalación de las bases militares estadounidenses en territorio colombiano-, haciendo llamadas y consiguiendo noticias que harían temblar a más de uno. Observaba a Harold Abueta -quien no dudó en denunciar detalles de una investigación adelantada por las autoridades colombianas y extranjeras sobre los presuntos nexos del ex director de Fiscalía de Medellín, Guillermo León Valencia Cossio, hoy detenido y procesado por la Corte Suprema, con la red criminal del narcotraficante Daniel Rendón (‘don Mario’)-, animando al equipo.
Repasé a cada uno de mis compañeros y caí en cuenta de que no solo fueron estas denuncias las que pusieron el dedo en la llaga para que quisieran cerrar la revista. También las valientes columnas de María Elvira y Rodrigo, las constantes denuncias sobre falsos positivos, nexos de militares y paramilitares, los cuestionamientos al asesor presidencial José Obdulio Gaviria, para citar casos recientes. Me quedó claro que en toda la historia de esta revista más de un corrupto y violador de derechos humanos fue desenmascarado y ahí estuvieron periodistas valientes para cumplir esa labor, la verdadera razón de ser del periodismo.
Ese día negro, teníamos el corazón arrugado, pero también sentíamos que teníamos que ser dignos y cumplir con las tres revistas que faltaban, pero no escribiendo de viajes o entretenimiento como se lo soñaba el señor Villaveces. En ese momento éramos una familia y como tal la mamá, María Elvira, tomó la vocería y dijo que teníamos que salir con la frente en alto, y metiéndole todo a varias investigaciones en las que trabajábamos.
Todos estuvimos de acuerdo. Confieso que estábamos desgastados, sin ganas de hacer nada. Pero también teníamos una espinita por dentro que nos decía “vamos con todo” y despidámonos como debe ser, no merecemos un funeral de tercera.
Todo esto ocurría mientras Natalia Herrera y Sergio Camacho, dos jóvenes practicantes, quienes estaban ilusionados y orgullosos de trabajar en una revista “de investigación y denuncia” se preguntaban ¿Entonces para qué estudiamos periodismo? Sentía tristeza de que tuvieran que empezar sus carreras con este duro golpe de realidad.
El 3 de febrero en el programa La Luciérnaga anunciaban incrédulos el fin de CAMBIO. Después un escueto y mentiroso comunicado de la Casa Editorial El Tiempo, cuyo accionista mayoritario es el grupo español Planeta, sentenciaba que sería una publicación mensual. Mentira, mentira.
“El periodismo de investigación colombiano recibió un duro golpe esta semana. La Casa Editorial El Tiempo decidió cerrar la revista semanal Cambio, reconocida publicación que desde 1993 enfoca su trabajo en la investigación de casos de corrupción y asuntos sensibles para la vida nacional”.
El jueves 4 de febrero, Caracol, Rcn, W radio, la Fm, todos estaban pendientes del asunto… Hubo solidaridad desde todos los rincones y pese a lo duro del golpe, María Elvira y Rodrigo hablaron largo y tendido en los medios de comunicación. No dudaron en afirmar que fueron censurados, no agacharon la cabeza y con nombres propios señalaron a los responsables del cierre.
En la redacción de CAMBIO el teléfono no paraba de sonar y los bandejas de correo electrónico estaban llenas de mensajes de apoyo de organizaciones de periodistas, de colegas, gente del común, de gran cantidad de personas indignadas por el cierre de la revista. Los periodistas estábamos achantados porque por primera vez un jueves no provocaba hacer consejo de redacción para planear la edición siguiente. Pero había que hacerla.
Una carta de 60 compañeros de El Tiempo en la que nos manifestaban su apoyo nos alegró el día, mientras que en todos los demás medios de comunicación, columnistas y periodistas reclamaban por el abrupto cierre de CAMBIO. Pero tanto apoyo parecía no servir de nada.
Nosotros teníamos en nuestras manos la edición 865 y nos sentíamos orgullosos de lo que veníamos haciendo y queríamos hacer muchas más. Lástima que esto no lo entendieran los directivos de Grupo Planeta, accionistas mayoritarios de la Casa Editorial El Tiempo. Así lo hizo saber Luis Fernando Santos en entrevista en El Tiempo.
El fin de semana los columnistas y algunos periodistas de Colombia dedicaron sus espacios para rechazar el cierre de la revista y en varias entrevistas, María Elvira y Rodrigo fueron incisivos:
“Me he estado preguntando hasta dónde el tipo de periodismo que practicábamos en Cambio, es decir, un periodismo investigativo, de denuncia, independiente, profundo, cabe en una casa editorial como El Tiempo, o en otros grupos que tengan una relación de dependencia con el poder político. Esto limita las posibilidades de existencia de una publicación como Cambio, porque mientras los propietarios necesitan cercanía con el Gobierno, el buen periodismo necesita independencia y distancia. La revista pisaba muchos callos, semana tras semana, que causaban molestias en personas del Ejecutivo”, dijo Pardo a El Espectador.
“No puedo dejar de preguntarme cómo El Tiempo, que ha sido un medio de gran tradición liberal, asume el costo que pagará por este deterioro de imagen y credibilidad. Tanto el abuelo de Rodrigo, Roberto García-Peña que fue director del periódico, como mi abuelo, Luis Eduardo Nieto Caballero, pusieron el pecho al igual que el doctor Eduardo Santos cuando el periódico fue clausurado y sus instalaciones incendiadas; en su sala de redacción se luchó contra la dictadura, se resistió en medio de los años más aciagos de la violencia y se defendió el pensamiento libre. ¿Este grupo es el mismo que cierra una revista que ha hecho su trabajo con transparencia y con una agenda exclusiva nacida de la convicción de que hay necesidad de fiscalizar cada vez más el poder? ¿Es en las manos de esta casa liberal donde se le decreta la muerte a un medio independiente?”, agregó Samper.
El domingo 7 de febrero no había dudas de que a CAMBIO la silenciaron y que como lo advirtió Héctor Abad Faciolince en su columna de El Espectador “El grupo editorial El Tiempo, aquel medio liberal que fue cerrado por la dictadura de Rojas Pinilla, se ha ido volviendo poco a poco como un leopardo: lleno de manchas negras. El cierre de Cambio y el despido de dos grandes periodistas independientes, son tres manchas más que le salen al cuerpo del felino. Son tantas ya, que quizá la gente no le note una mancha más al leopardo. Pero al paso que van la mutación hacia la falange será completa y se volverán pantera negra. Una pantera negra como una sotana para defender los viejos valores de la tradición, la familia y el presidente vitalicio. Los mismos valores que fueron defendidos durante 40 años de franquismo en España. Así son los negocios de una gran familia incrustada en el Estado”.
La doble echada
El lunes 7 de febrero, a las 11:00 de la mañana, se planeó la primera de las tres últimas revistas de CAMBIO. El vicepresidente de la Casa Editorial le había pedido a Pardo y Samper que se quedaran en la empresa hasta el 28 de febrero para poder cumplir con ese propósito. Al resto de periodistas, nos avisarían en el transcurso de esos días la situación laboral.
Todos estábamos listos para hacer una gran edición. Hasta las ventas de la revista que tanto le preocupaban al señor Villaveces creo que se habían triplicado. Como era de esperarse, planeábamos contar qué pasó con CAMBIO, entre otras investigaciones.
Contactamos a varios columnistas, entre ellos el maestro Javier Darío Restrepo, para que escribiera sobre el futuro del periodismo y lo que significaban casos como el de la revista. De igual forma, esperábamos que María Elvira y Rodrigo pudieran expresarse libremente, como siempre lo han hecho, en sus columnas.
La parte fría de la revista (cultura, salud, deportes, entretenimiento, entre otros) ya estaba lista. Ellos tenían también gran empeño en sacar una edición impecable. Y los de caliente, como nos llaman al resto, estábamos en la calle buscando historias.
A las 2:00 de la tarde, justo cuando estaba haciendo una entrevista, sonó el teléfono. “No sigas haciendo nada más que no hay más CAMBIO”. Regresé de inmediato a la oficina y solo se sentía tristeza, ira e indignación. No dejaron hacer más revistas y a Rodrigo y a María Elvira les dijeron que hasta ese día podían permanecer en las instalaciones. ¿Por qué? En este momento no sé, esa explicación de las tres revistas pendientes no la ha dado la Casa Editorial El Tiempo.
Se me vinieron a la cabeza todas las imágenes de esa semana y no pude contener las lágrimas. Me preguntaba ¿si hacen esto con dos personas como el director y la editora general, qué no pueden hacer con nosotros? Veía a los dos tristes, muy tristes, mientras empacaban en cajas de cartón lo poco que tenían en la oficina. A María Elvira la miraba empacando 16 años de esfuerzo por mantener viva su revista !que ya no era suya!, y a Rodrigo, callado y discreto como siempre, enterrando casi tres años de esfuerzo por mantener vivo el periodismo independiente en esta publicación…
Fue una de las tardes más grises que he tenido y de inmediato llamamos a los demás medios de comunicación y organizaciones de libertad de prensa para denunciar lo sucedido. “Somos los únicos a los que echan dos veces”, decía María Elvira y lo peor, se lo añado, los echaron como unos perros.
Sin embargo, después de las 5:00 de la tarde, cuando iban a abandonar las instalaciones, toda la redacción de CAMBIO, El Tiempo, las demás revistas, City Tv, todos formaron una calle de honor para despedir entre llantos y aplausos a dos grandes. Fueron 5 ó 10 minutos de aplausos sostenidos.
Todos esos periodistas de una forma u otra sentían que despedían la posibilidad de tener esa independencia periodística que tenía CAMBIO. En el fondo había temor y creían que para publicar sus investigaciones y artículos lo pensarán dos veces, se autocensurarán de una forma u otra, porque como decía uno de ellos ” si eso le pasó a CAMBIO y a sus jefes qué esperanza para el resto”.
(Nota: Un fotógrafo de la CEET tomó fotografías de esa calle de honor y emotiva despedida, pero hasta el momento no han sido publicadas. Le pedí a los encargados si era posible una de esas fotografías para poner en la web de CAMBIO y me dijeron que estaban embargadas hasta nueva orden).
Pero por fortuna, la noticia le dio la vuelta al mundo y el caso CAMBIO fue presentado en la CNN, la BBC, en cada medio de comunicación del continente, como una grave censura. En la noche durante la ceremonia de entrega de los Premios de Periodismo CPB, hubo demasiada solidaridad, al punto que Yamit Amat, quien ganó el premio “a toda una vida”, dedicó su premio a la revista. Toda la ceremonia fue una voz de rechazo al cierre de CAMBIO.
Esa semana decenas de organizaciones enviaron comunicados de rechazo al cierre de CAMBIO y lo más paradójico de todo es que esos mensajes no pudieron ser publicados siquiera en la web de la revista, lo único que sobrevive hasta ahora de la publicación.
Así ocurrió el 10 de febrero cuando la Federación Internacional de Periodistas envió un comunicado en el que pedía al Grupo Planeta aclarar lo ocurrido. Como ese había decenas. Sin embargo, la web también fue cerrada a los periodistas para expresar este tipo de hechos. “Lo siento, pero no podemos publicar eso en la web”, dijo la encargada de la página Renata Rincón. Su argumento es que su jefe Diego Santos y el subdirector de El Tiempo, Andrés Mompotes, no lo permitían.
Era un comunicado sencillo, que resumía la posición de cientos de organizaciones sobre el tema CAMBIO. Por eso quedé indignada. Sentí que ya no podían tapar la censura. Era la web que hasta hace tres semanas no había tenido reparos para publicar informaciones más graves y delicadas como el informe de Human Right Watch sobre los paramilitares. Erauna web que ahora se autocensuraba y que estaba atenta a recibir otro tipo de noticias, más positivas supongo.
Óscar Montes, El jefe de redacción que quedó al frente tras la salida de Rodrigo Pardo y Maria Elvira Samper, pidió que publicaran dicho comunicado, pero la respuesta fue que “ahora quien autorizaba ese tipo de publicaciones era el señor Diego A Santos, el de El Tiempo”.
Era claro. CAMBIO, la revista que conocimos, murió. ¿Por qué? Lo resume Antonio Caballero en su columna de Semana: “fue valiente, informada e inteligente. Y, en consecuencia, incómoda para el poder”.
Los días que vinieron fueron peores. Sin Rodrigo y María Elvira, el resto de la redacción tenía que ir a la oficina a cumplir con su horario de trabajo, pero con poco por hacer porque ya no había revista. Los días eran larguísimos y las directivas no daban razón sobre qué pasaría con nosotros… Tal era el desorden que fuimos citados a una reunión en la que definían el futuro de las revistas en la Casa Editorial El Tiempo. “Queremos que estén tranquilos”, decía el señor Villaveces. Pero el mensaje no era para nosotros, puesto que descubrimos después que nos invitaron por equivocación a dicha reunión.
Al final, el martes 16 de febrero, 16 de los 25 empleados que conformaban el equipo de trabajo de CAMBIO, entre periodistas y personal administrativo, fuimos despedidos. Ese día, se veía venir, y no hubo lágrimas. Todos sabíamos que cerraron CAMBIO porque estaba haciendo bien la tarea.
Tomás Eloy Martínez dijo a alguien del Malpensante que un rasgo indeleble de los verdaderos periodistas es que alguna vez los hubieran despedido, pero no por incompetentes o por su desidia… “Lo que intentaba decir es que a veces la independencia crítica, el sentido ético y la vocación de informar lealmente al público resultan incompatibles con las ideas autoritarias de algunos medios, cuyo único norte parece ser la adulación del gobierno de turno y el mantenimientodel statu quo”. En esas circunstancias, decía Tomás Eloy, “el despido, más que una ignominia, es un orgullo: literalmente, una medalla”. [Tomado de: Sin Razón Colombia ]
Excelente o seu blog, parabéns !
ResponderEliminarObrigada por estarmos juntos. Você vale ouro e, neste momento especial,tem um presente para você em nosso blog. Espero que goste.
Atenciosamente,
Raquel