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©Pablo Felipe Pérez Goyry

28 de agosto de 2008

Álvaro Uribe Vélez: maquiavélicamente, se aventura a la reelección


Por Pablo Felipe Pérez Goyry*

Las sociedades son diferenciadas y cada estrato social disfruta de particularidades psicológicas especiales y personalidad propias. Quizá, por esta razón, y con incuestionable sabiduría, sé cree que uno de los rasgos que caracterizan al hábito social, es el de aceptar acríticamente la ideología, el orden existente y las normas-valores dogmáticos.
Esta particular psicología ―de los individuos y la sociedad―, se manifiesta en ocasiones agachando la cabeza y acomodándose a la influencia del “conjunto y a las opiniones de la mayoría”. Tomando en cuenta estos argumentos, es precisamente esta psicología individual y colectiva la que propicia la manipulación de las masas para el fortalecimiento centrista de los gobernantes, como es el caso de Álvaro Uribe Vélez y sectores políticos corruptos.
Durante décadas, los colombianos han soportado, lo he visto, la incapacidad de los gobiernos para derrotar a los grupos al margen de la ley. Para algunos analistas, los insuficientes recursos son un factor decisivo. Otros, dicen que se debe a la corrupción política y la desacertada organización de las Fuerzas Pública. Para los más escépticos, es la psicología individual y colectiva del colombiano, sumado a la frustración y el deterioro del carácter, que limitan la lucha contra el narcotráfico, la corrupción, las guerrillas, los paramilitares y la delincuencia común.
No comparto totalmente el argumento de la incapacidad psicológica de los colombianos ―para procesar un punto de vista propio y, de no tener capacidad de discernir y tomar decisiones de manera autónoma― para luchar contra una realidad que les tiene secuestrada la libertad. Prefiero adherirme a la tesis de que esta psicología está trastornada por la ausencia de libertad y, el no adecuado mejoramiento estructural de la educación y la cultura cívico-política, como herramientas que permitan vivificar la personalidad de los colombianos, para pueda ser creativo en el discernimiento por cuenta propia. La libertad y democracia es un derecho y en Colombia está abarrotada.
Los colombianos sufren la ausencia de un congruente equilibrio socio-económico-político, que impida la rapacería en el país. Es decir, el Estado tiene la obligación de establecer las adecuadas normas e instituciones jurídicas, para salvaguardar la libertad mediante la fiscalización del quehacer de la política, economía y sociedad, incluyendo la aplicación de la constitución y las leyes. Durante más de medio siglo, estas premisas se han ultrajado. Los enfrentamientos desmedidos, de Uribe, con las altas cortes, dan fe de estos agravios.

A todas luces, hablar de paz y reconciliación no tendrá sentido, a no ser que los nacionales reaccionen y busquen alternativas para abrir la puerta que permitan dar solución a determinados problemas críticos: desplazamiento forzado; pobreza endémica y desempleo arraigado; complicidad y corrupción divinizada; exclusión ignominiosa y marginación execrable; desesperanza de la juventud; baja calidad y cobertura de la educación; inseguridad en la seguridad social; atropellamiento de las libertades y el asesinato de la democracia; violencia desenfrenada e impunidad escandalosa; odios enquistados y conflictos geopolíticos; desequilibrios regionales y economía subterránea; deterioro y desaprovechamiento de los recursos naturales; prejuicios históricos e indiferencia de los dirigentes políticos y curacas.
Por todas estas razones, el futuro de la libertad y paz, por ahora son una utopía. Eso sí, será posible cuando los colombianos acojan, con responsabilidad, un sistema universal de derechos, otorguen interés a la equidad y competitividad para la realización integral del ser humano, y, cuando el Estado y los ciudadanos, sin paños tibios, acepten con civismo ser juzgados por las mismas normas éticas.
Es bueno señalar, más allá de las imperfecciones: no hay que borrar de la memoria que la excelsitud del ser humano está en su discernimiento y benevolencia, que deben ser la base ética de toda acción personal y social.

Democracia no es libertinaje morboso y desgobierno gorrón. Quiere decir, que la nueva ciencia política y de gobierno en Colombia debe ser diferente, ajustada a los nuevos tiempos. Para nazca “una democracia participativa y protagónica” reforzada por la liberalidad, el pundonor, las rectas relaciones humanas y la espiritualidad.
Llegado a este punto, es mi modesta sugerencia, que cualquier análisis de la situación en que se debate el sistema político en Colombia, especialmente durante el gobierno de Uribe, implica un estudio de carácter dinámico, pues la política es una cosa cambiante, en especial en un mundo globalizado. A esto podemos sumar la creciente corrupción que impide encaminar esfuerzos a solucionar los profundos problemas, ya que los partidos han sido rebasados por la misma sociedad. En Colombia se experimentan deficiencias sustanciales, no sólo en lo político y económico, sino incluso en lo cultural, religioso, social, etcétera. Esto provoca que las estructuras políticas y estatales colombianas sean muy frágiles y dependientes de los sectores más poderosos y conservadores. Por décadas, vemos al Estado colombiano devorado, hasta los tuétanos, por la corrupción e infectado por la parapolítica y el narcotráfico. El gobierno de Uribe, no es la excepción.
Se parlotea, en sectores de la sociedad colombiana, de que los dos gobiernos de Uribe, han salvado al país, con la aplicación de la llamada “Seguridad democrática”. Algo que es relativo y verdad parcial.
Entre tanto, las perspectivas de un mejoramiento de la situación conflictiva que vive el país, no son muy halagadoras, y en lo personal no creo que Álvaro Uribe Vélez sea el salvador y erradicador de esta realidad que hoy día vive la nación colombiana.
Se repite la historia. Álvaro Uribe Vélez, maquiavélicamente, se aventura a la reelección. Ya lo hizo una vez y estoy convencido que lo hará de nuevo. ¿Estamos ante un “golpe de estado populista”, embellecido por la notoriedad mesiánica de Uribe, fabricada por las encuestas? ¿Es Uribe un ciudadano presidente incólume? ¿Estamos frente a una democracia decente? No hay dudas, hace baza el caciquismo a mazazo y trancazo. ¡Esto no es bueno para la democracia! ¡Es un atentado contra la democracia!Ω

*Pablo Felipe Pérez Goyry.
Analista y Periodista Independiente.
Web Contextus: http://es.geocities.com/libertadeopinion/
Blog Contextus: http://contextuspablofeliperezg.blogspot.com/

Medellín, 28 de agosto de 2008.

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Freelance: Writer - Journalistic Analyst - Photographer Design Editor - CEO - Chemical Industrial & Analyst

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