Por Pablo Felipe Pérez Goyry.
05 de junio de 2002.
La violación de cualquier derecho es una manifestación de violencia. Como también es violencia el evitar por todas las vías posibles el acercamiento entre cubanos. Alejando cada vez más cualquier opción de diálogo; como manera lógica de construir caminos que conduzcan a la transformación política en el país.
Estoy convencido que no es saludable asumir pasivamente el sufrimiento propio o el ajeno; ya que esta mansedumbre es cómplice del atropello o afrenta de o hacia un compatriota. Hay que alcanzar, desde la filosofía de la No-violencia, una actitud reconciliadora para el bien de la nación cubana. Lo que implica neutralizar toda forma de fanatismo morboso que se aplique directa o indirecta a nuestros hermanos; sea con armas, de palabra, sociológica, económica, etc.; adentro o fuera de Cuba.
Es esencial proceder con discernimiento para encontrar un punto equilibrado de encuentro en el diálogo, para abordar los asuntos relacionados con los cubanos. Creo que esa ha debido ser la postura de la oposición al enfrentar el absolutismo del régimen que dirige los destinos de la isla. Platicar con autenticidad es y será la mejor elección para exhortar a un pueblo que se respeta así mismo.
¡El conflicto cubano, entre una minoría excluida y una mayoría en el poder, tiene solución! Empero la "disidencia" tiene que profundizar en las iniquidades e injusticias que germinaron la violencia en la estructura social cubana antes del cincuenta y nueva. También reflexionar en cuales son las causas y efectos, tanto antes como después del triunfo revolucionario, que establecieron una frontera en la convivencia entre cubanos.
¡Ya es hora de cambiar de actitudes! Es necesario buscar, con respeto, la armonía en los criterios dentro de la oposición; y encontrar la reconciliación a pesar de las diferencias. Es hora de ahondar en nuestra humanización y comprender el maravilloso mundo de ser humano.
Una Nueva Cuba Democrática, sin prejuicios, será alcanzable el día que algunos "líderes" asuman la obligación política de inspirar al pueblo cubano. Responsabilidad a ejercer con ética, crítica y autocrítica, perseverancia, consagración, presteza, y genuina veneración a la patria toda. Del mismo modo, revisar permanentemente la realidad política, económica y social de Cuba; para tener los argumentos positivos que puedan ser opciones de diálogo. Teniendo en cuenta que aceptar no es renunciar a los principios, sino obrar con sabiduría. Un ejemplo de lo anterior ha sido la celebración, el pasado febrero, del Simposio Internacional de Teología: "El Hombre ante Dios, entre la hipótesis y la certeza"; y más reciente la valentía de los gestores y firmantes del "Proyecto Varela".
No es arcano que a algunos "líderes" de la oposición les ha faltado erudición por más de cuarenta años; y el no aceptar la necesidad dialéctica de enriquecerse con sus angustias, actuaciones y razonamientos; para enfrentar el régimen de Castro. La prueba reina los grandes reveses. Muchos están aparcados en el pasado, pareciera que esos "líderes" ignoran que solo cuando el alma humana reacciona con un conocimiento total, tiene el hombre la posibilidad de abrir un excelente espacio para convivir con sus semejantes. Porque el ánima incólume excita el cerebro y hace que sean fecundas las ideas. Cimiento irreemplazable para la concepción y aplicación de la libertad, la práctica de la justicia social y la fraternidad. Consolidándose así una hermosa norma para construir la paz entre los compatriotas, más allá de las desavenencias.
En el interior y exterior de Cuba, algunos "voceros" del régimen y de la oposición: deben dejar de alentar el enfrentamiento con la retórica desgastada y estéril. La exigencia hoy es la de no continuar divagando. Reconocer este desafío permitirá crear una nueva opinión pública, favorable al cambio democrático. Es decir, contender ajustados a la realidad se estará fortaleciendo el inevitable diálogo entre los cubanos.
No existe execrable ciego que aquel que no anhela avizorar, tal es el caso de algunos dirigentes. Todos en mayor o menor grado hemos visto y vivido, durante cuatro décadas, que el sistema político en la isla está respaldado por la mayoría del pueblo cubano. Y esto es posible porque tiene talento y han tomado conciencia de los embrollos sociales, económicos y políticos, antes y después del primero de enero, del cincuenta y nueva. No solo en Cuba sino también en el mundo. Guste o no, es una verdad, con letras mayúsculas; porque de ningún modo los acontecimientos dejan de existir solo porque alguien los impugna.
Ante estas evidencias irrefutables, se hace necesario que los opositores y el régimen cubano renueven sus estrategias y expongan nuevas ideas que permitan someterlas a una discusión civilizada. Eso sí, aceptar con valentía, las discrepancias o la complacencia del adversario; como experiencia enriquecedora que permita continuar el debate con nuevas y convincentes consideraciones.
El mundo ha cambiado y polemizar con el oponente se impone, pero debe practicarse con arte y razón de Estado. Hay que hacer oposición con diplomacia, a la altura de nuestra estirpe. Sin renunciar, ninguna vez, al decoro. Porque formamos parte de un pueblo excelso - independientemente de los puntos de vista individuales -; inspirado en los ejemplos de todos los cubanos que: lucharon por sus ideales, luchan hoy y lucharan mañana, para construir la anhelada Nueva Cuba Democrática.
(Este documento puede ser reeditado - total o parcial – citando autor y fuente).
05 de junio de 2002.
La violación de cualquier derecho es una manifestación de violencia. Como también es violencia el evitar por todas las vías posibles el acercamiento entre cubanos. Alejando cada vez más cualquier opción de diálogo; como manera lógica de construir caminos que conduzcan a la transformación política en el país.
Estoy convencido que no es saludable asumir pasivamente el sufrimiento propio o el ajeno; ya que esta mansedumbre es cómplice del atropello o afrenta de o hacia un compatriota. Hay que alcanzar, desde la filosofía de la No-violencia, una actitud reconciliadora para el bien de la nación cubana. Lo que implica neutralizar toda forma de fanatismo morboso que se aplique directa o indirecta a nuestros hermanos; sea con armas, de palabra, sociológica, económica, etc.; adentro o fuera de Cuba.
Es esencial proceder con discernimiento para encontrar un punto equilibrado de encuentro en el diálogo, para abordar los asuntos relacionados con los cubanos. Creo que esa ha debido ser la postura de la oposición al enfrentar el absolutismo del régimen que dirige los destinos de la isla. Platicar con autenticidad es y será la mejor elección para exhortar a un pueblo que se respeta así mismo.
¡El conflicto cubano, entre una minoría excluida y una mayoría en el poder, tiene solución! Empero la "disidencia" tiene que profundizar en las iniquidades e injusticias que germinaron la violencia en la estructura social cubana antes del cincuenta y nueva. También reflexionar en cuales son las causas y efectos, tanto antes como después del triunfo revolucionario, que establecieron una frontera en la convivencia entre cubanos.
¡Ya es hora de cambiar de actitudes! Es necesario buscar, con respeto, la armonía en los criterios dentro de la oposición; y encontrar la reconciliación a pesar de las diferencias. Es hora de ahondar en nuestra humanización y comprender el maravilloso mundo de ser humano.
Una Nueva Cuba Democrática, sin prejuicios, será alcanzable el día que algunos "líderes" asuman la obligación política de inspirar al pueblo cubano. Responsabilidad a ejercer con ética, crítica y autocrítica, perseverancia, consagración, presteza, y genuina veneración a la patria toda. Del mismo modo, revisar permanentemente la realidad política, económica y social de Cuba; para tener los argumentos positivos que puedan ser opciones de diálogo. Teniendo en cuenta que aceptar no es renunciar a los principios, sino obrar con sabiduría. Un ejemplo de lo anterior ha sido la celebración, el pasado febrero, del Simposio Internacional de Teología: "El Hombre ante Dios, entre la hipótesis y la certeza"; y más reciente la valentía de los gestores y firmantes del "Proyecto Varela".
No es arcano que a algunos "líderes" de la oposición les ha faltado erudición por más de cuarenta años; y el no aceptar la necesidad dialéctica de enriquecerse con sus angustias, actuaciones y razonamientos; para enfrentar el régimen de Castro. La prueba reina los grandes reveses. Muchos están aparcados en el pasado, pareciera que esos "líderes" ignoran que solo cuando el alma humana reacciona con un conocimiento total, tiene el hombre la posibilidad de abrir un excelente espacio para convivir con sus semejantes. Porque el ánima incólume excita el cerebro y hace que sean fecundas las ideas. Cimiento irreemplazable para la concepción y aplicación de la libertad, la práctica de la justicia social y la fraternidad. Consolidándose así una hermosa norma para construir la paz entre los compatriotas, más allá de las desavenencias.
En el interior y exterior de Cuba, algunos "voceros" del régimen y de la oposición: deben dejar de alentar el enfrentamiento con la retórica desgastada y estéril. La exigencia hoy es la de no continuar divagando. Reconocer este desafío permitirá crear una nueva opinión pública, favorable al cambio democrático. Es decir, contender ajustados a la realidad se estará fortaleciendo el inevitable diálogo entre los cubanos.
No existe execrable ciego que aquel que no anhela avizorar, tal es el caso de algunos dirigentes. Todos en mayor o menor grado hemos visto y vivido, durante cuatro décadas, que el sistema político en la isla está respaldado por la mayoría del pueblo cubano. Y esto es posible porque tiene talento y han tomado conciencia de los embrollos sociales, económicos y políticos, antes y después del primero de enero, del cincuenta y nueva. No solo en Cuba sino también en el mundo. Guste o no, es una verdad, con letras mayúsculas; porque de ningún modo los acontecimientos dejan de existir solo porque alguien los impugna.
Ante estas evidencias irrefutables, se hace necesario que los opositores y el régimen cubano renueven sus estrategias y expongan nuevas ideas que permitan someterlas a una discusión civilizada. Eso sí, aceptar con valentía, las discrepancias o la complacencia del adversario; como experiencia enriquecedora que permita continuar el debate con nuevas y convincentes consideraciones.
El mundo ha cambiado y polemizar con el oponente se impone, pero debe practicarse con arte y razón de Estado. Hay que hacer oposición con diplomacia, a la altura de nuestra estirpe. Sin renunciar, ninguna vez, al decoro. Porque formamos parte de un pueblo excelso - independientemente de los puntos de vista individuales -; inspirado en los ejemplos de todos los cubanos que: lucharon por sus ideales, luchan hoy y lucharan mañana, para construir la anhelada Nueva Cuba Democrática.
(Este documento puede ser reeditado - total o parcial – citando autor y fuente).
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