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©Pablo Felipe Pérez Goyry

25 de marzo de 2011

La verdadera familia no es un departamento estatal - Por: Amelia M. Doval

La verdadera familia no es un departamento estatal

Por: Lic. Amelia María Doval
Lic. Amelia María Doval

Necesitamos familias unidas e hijos educados.

El Departamento de niños y familias, del estado de la Florida, siente el peso de las miradas que lo culpan, por negligente y evasivo. El objetivo de este sistema es ´´promover la seguridad, permanencia y bienestar de los niños, conjuntamente con la familia´´, pero los errores han sido múltiples, porque el compromiso social no fue cumplido. El conocido caso de los Barahona ha destapado el corcho de la botella y el ruido deja a todos sorprendidos, y hasta cabe preguntarse: “¿Cuántos casos similares a este, han sido ocultados o no atendidos, permitiéndoles no caer en evidencias?”

Sin menospreciar el peso litigante de las culpas, es interesante analizar los valores reportados por este departamento, que ascienden a miles de casos denunciados, fiscalizados y atendidos, culminando en la separación de los niños de su familia, extendiendo la custodia a padres adoptivos, o siendo trasladados a hogares suplementarios.

Analizando la realidad, desde este ángulo, queda al descubierto que la familia, la célula primaria de la sociedad, está en deuda con sus hijos. La verdadera culpa es de los padres, quienes reniegan del papel principal, que les toca vivir. Ser padres es una condición de por vida, merece un respeto y una dedicación, que no todos los involucrados poseen. La sociedad no debe ser responsable de actos legítimos, que se tornan en delitos, cuando no se asumen, con respeto, las obligaciones.


El gobierno, la iglesia, la escuela, la comunidad, son suplementos de la familia. No descansa en sí misma totalmente su protección y desarrollo, por tanto, todos debemos trabajar, en función de desarrollar una educación exclusivista, que no procure ocultar y asumir los errores ajenos.

El país está envuelto en una crisis abrumadora. Las familias necesitan ayuda y es el momento, en que todas las instituciones involucradas deben promover campañas, que enseñen y provoquen la responsabilidad de los padres, con exigencia total. No es aprobar el aborto, como método anticonceptivo, es asumir las causas y consecuencias de un embarazo no deseado.

Extraer a un niño de su medio, para protegerlo, es una idea genial, pero asumir esto, como obligación estatal, es un error. Los padres irresponsables deben recibir su castigo. No sería correcto establecer una tabla rasa, que opte, en estos momentos, por denunciar cualquier caso común, que trate de corregir una conducta inadecuada, en los niños. Un verdadero padre sufre si, por injusticia, le arrebatan a sus hijos. Un mal padre siente que le alivian la carga si, por cordura, lo exoneran de sus hijos.

El futuro del departamento está en juego, pero su funcionalidad es de observador y controlador. La fiscalía debe castigar, con el peso de la ley, a los padres irresponsables, que asumen los hijos, como un negocio rentable, para vivir sin trabajar. Muchas familias están conformadas por la responsabilidad, que adquieren los hijos al nacer, de sostener los caprichos de sus padres.


Una joven de 21 años, con tres hijos, drogadicta, y en condiciones infrahumanas de vida, no puede ser juzgada, con el mismo golpe de martillo, que una madre trabajadora, soltera, y pretendiendo controlar el desorden educativo de sus hijos, con un regaño o un castigo, que no traspase la fina raya, considerada como abuso.

La ley debe conceder niveles de razonamiento, porque es mucho más fácil, que alguien denuncie a la madre, consciente, por el lugar donde vive, de que los vecinos y compañeros de juerga, de la presunta drogadicta, se preocupen por el destino de sus pequeños.

No tenemos que ser eminentes abogados, ni extraordinarios sicólogos, ni siquiera sociólogos de carrera, para descubrir la fuente mayor de casos criminales. No hay que confiar, en los padres adoptivos, ni concederle la vara mágica, en la solución de los problemas, a la separación inadecuada de padres e hijos. Necesitamos familias unidas e hijos educados. Lo demás es empujar el corcho, para dentro de la botella.
Foto: Internet
Proyecto Contextus Periodismo RadioVideo Digital

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Pablo Felipe  Pérez Goyry

Freelance: Writer - Journalistic Analyst - Photographer Design Editor - CEO - Chemical Industrial & Analyst

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