Por Fernando Ravsberg
BBC - La Habana
Jueves, 5 de noviembre de 2009.
Me imagino que debe ser realmente difícil para un Premio Nobel de la Paz tener que defender una política de aislamiento contra otra nación, en la que se le niegan equipos médicos a niños con problemas cardiacos y a pacientes con cáncer.
Tampoco le debe de resultar muy alentador recibir el rechazo público de 187 países exigiendo que se elimine el embargo económico contra Cuba. El personaje en cuestión, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, únicamente logró el respaldo de dos gobiernos, uno de ellos Israel, país no muy respetuoso de las resoluciones de Naciones Unidas.
El otro apoyo vino de Palau, un archipiélago de 20.000 habitantes, 100 de los cuales luchan en Irak. Fue una nación tutelada por EE.UU. hasta 1994 y hoy tiene un Tratado de Libre Asociación por lo cual gran parte de su presupuesto viene de Washington.
Tan magro resultado debería llevar a la reflexión. Sobre todo cuando aliados tan cercanos como el Reino Unido cuestionan el embargo. En realidad, no lo apoyan ni siquiera los gobiernos europeos más críticos con La Habana, como la República Checa.
Amnistía Internacional (AI) -una ONG que cuestiona duramente a Cuba por las detenciones de disidentes- también se enfrentó a la política de EE.UU., afirmando que "estas sanciones son inmorales y deben ser levantadas de inmediato".
Agrega AI que "debido al embargo, se ha restringido severamente en Cuba la importación de medicinas, equipos médicos y tecnologías médicas de EE.UU. o de cualquier empresa estadounidense en el extranjero".
En la Cumbre de Las Américas el continente en pleno le expresó a Obama la necesidad de terminar con el bloqueo. Fueron todos los presidentes, desde el pro-cubano Hugo Chávez hasta el presidente colombiano, Álvaro Uribe, el principal aliado de Washington en la región.
La representante de Obama en la ONU, Susan Rice, trató de escapar de las críticas diciendo que es un problema bilateral y que su país decide con quién comerciar. Pero no explicó por qué sancionan entonces a la empresa Sherrit dedicada a la producción de níquel y petróleo, siendo ésta canadiense.
En realidad su jefe, el Nobel de la Paz, está seguro de que el embargo es una "palanca"que le permitirá cambiar el sistema político cubano. Eso fue lo que le aseguraron al ex presidente estadounidense John F. Kennedy en 1962 y parece que Obama no pierde las esperanzas.
Pero Rice no puede hablar de la "palanca" en la ONU, se vería muy mal. Por el contrario, asegura que hay un "nuevo comienzo", menciona la libertad de viajes y remesas para los cubano-americanos, las conversaciones migratorias y la reanudación del correo entre las dos naciones.
No comprende por qué la comunidad internacional lo considera insuficiente, así que regaña al mundo y le dice a la ONU que termine con esa cantinela de la "Guerra Fría". Ella no parece darse cuenta que los demás países no hablan del pasado sino del presente.
Es que fue este mismo año que la Oficina estadounidense de Control de Activos Extranjeros (OFAC) intensificó su persecución contra las empresas que comercian con Cuba y aumentó el recaudo por multas. Entre otros, sancionó al consorcio Philips por el gravísimo delito de vender equipos médicos a la isla.
Y al mundo eso no le parece bien. El embajador de México en la ONU, Claude Heller, le explicó pacientemente que "cualquier tipo de sanciones políticas, económicas o militares impuestas a los Estados solo puede emanar de las decisiones o recomendaciones del Consejo de Seguridad o de la Asamblea General".
La posición de la Casa Blanca es difícil de entender, se enfrenta al mundo entero y, según las encuestas, a la opinión pública de EE.UU., todo por defender una política que también es rechazada por la mayoría de los habitantes de Cuba.
Cualquiera que haya visitado la isla y hablado con los cubanos sabe que la absoluta mayoría no quieren ser "salvados" mediante un bloqueo que sólo afecta a los más pobres y que, después de medio siglo, ha sido incapaz de derrotar a la Revolución.
Esta política es tan impopular dentro del país que sólo conozco a un único líder disidente que la defiende abiertamente. El resto de los opositores se divide entre los que evitan el tema y los que consideran el embargo un elemento políticamente contraproducente.
Afirma la prensa española que Obama le pidió al presidente español José Luis Rodríguez Zapatero comunicar al gobierno cubano que "nosotros estamos dando pasos, pero si ellos no dan pasos también será muy difícil que podamos continuar".
"Los pasos" que debe dar Cuba están contenidos en una lista de exigencias presentada por Rice en la ONU. Nada nuevo, es la misma estrategia de todos los presidentes anteriores pero expresada de forma cortés y educada, como corresponde a un Premio Nobel de la Paz.
BBC - La Habana
Jueves, 5 de noviembre de 2009.
Me imagino que debe ser realmente difícil para un Premio Nobel de la Paz tener que defender una política de aislamiento contra otra nación, en la que se le niegan equipos médicos a niños con problemas cardiacos y a pacientes con cáncer.
Tampoco le debe de resultar muy alentador recibir el rechazo público de 187 países exigiendo que se elimine el embargo económico contra Cuba. El personaje en cuestión, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, únicamente logró el respaldo de dos gobiernos, uno de ellos Israel, país no muy respetuoso de las resoluciones de Naciones Unidas.
El otro apoyo vino de Palau, un archipiélago de 20.000 habitantes, 100 de los cuales luchan en Irak. Fue una nación tutelada por EE.UU. hasta 1994 y hoy tiene un Tratado de Libre Asociación por lo cual gran parte de su presupuesto viene de Washington.
Tan magro resultado debería llevar a la reflexión. Sobre todo cuando aliados tan cercanos como el Reino Unido cuestionan el embargo. En realidad, no lo apoyan ni siquiera los gobiernos europeos más críticos con La Habana, como la República Checa.
Amnistía Internacional (AI) -una ONG que cuestiona duramente a Cuba por las detenciones de disidentes- también se enfrentó a la política de EE.UU., afirmando que "estas sanciones son inmorales y deben ser levantadas de inmediato".
Agrega AI que "debido al embargo, se ha restringido severamente en Cuba la importación de medicinas, equipos médicos y tecnologías médicas de EE.UU. o de cualquier empresa estadounidense en el extranjero".
En la Cumbre de Las Américas el continente en pleno le expresó a Obama la necesidad de terminar con el bloqueo. Fueron todos los presidentes, desde el pro-cubano Hugo Chávez hasta el presidente colombiano, Álvaro Uribe, el principal aliado de Washington en la región.
La representante de Obama en la ONU, Susan Rice, trató de escapar de las críticas diciendo que es un problema bilateral y que su país decide con quién comerciar. Pero no explicó por qué sancionan entonces a la empresa Sherrit dedicada a la producción de níquel y petróleo, siendo ésta canadiense.
En realidad su jefe, el Nobel de la Paz, está seguro de que el embargo es una "palanca"que le permitirá cambiar el sistema político cubano. Eso fue lo que le aseguraron al ex presidente estadounidense John F. Kennedy en 1962 y parece que Obama no pierde las esperanzas.
Pero Rice no puede hablar de la "palanca" en la ONU, se vería muy mal. Por el contrario, asegura que hay un "nuevo comienzo", menciona la libertad de viajes y remesas para los cubano-americanos, las conversaciones migratorias y la reanudación del correo entre las dos naciones.
No comprende por qué la comunidad internacional lo considera insuficiente, así que regaña al mundo y le dice a la ONU que termine con esa cantinela de la "Guerra Fría". Ella no parece darse cuenta que los demás países no hablan del pasado sino del presente.
Es que fue este mismo año que la Oficina estadounidense de Control de Activos Extranjeros (OFAC) intensificó su persecución contra las empresas que comercian con Cuba y aumentó el recaudo por multas. Entre otros, sancionó al consorcio Philips por el gravísimo delito de vender equipos médicos a la isla.
Y al mundo eso no le parece bien. El embajador de México en la ONU, Claude Heller, le explicó pacientemente que "cualquier tipo de sanciones políticas, económicas o militares impuestas a los Estados solo puede emanar de las decisiones o recomendaciones del Consejo de Seguridad o de la Asamblea General".
La posición de la Casa Blanca es difícil de entender, se enfrenta al mundo entero y, según las encuestas, a la opinión pública de EE.UU., todo por defender una política que también es rechazada por la mayoría de los habitantes de Cuba.
Cualquiera que haya visitado la isla y hablado con los cubanos sabe que la absoluta mayoría no quieren ser "salvados" mediante un bloqueo que sólo afecta a los más pobres y que, después de medio siglo, ha sido incapaz de derrotar a la Revolución.
Esta política es tan impopular dentro del país que sólo conozco a un único líder disidente que la defiende abiertamente. El resto de los opositores se divide entre los que evitan el tema y los que consideran el embargo un elemento políticamente contraproducente.
Afirma la prensa española que Obama le pidió al presidente español José Luis Rodríguez Zapatero comunicar al gobierno cubano que "nosotros estamos dando pasos, pero si ellos no dan pasos también será muy difícil que podamos continuar".
"Los pasos" que debe dar Cuba están contenidos en una lista de exigencias presentada por Rice en la ONU. Nada nuevo, es la misma estrategia de todos los presidentes anteriores pero expresada de forma cortés y educada, como corresponde a un Premio Nobel de la Paz.
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