Descuento que estos 5 rubros no estén en la lista de las cosas que, según el gobierno, en el futuro costarán dinero. Por lo tanto me imagino que se están refiriendo a otros productos y servicios que resultan asequibles al bolsillo del hombre común, pero que no son gratis.
Se habla, por ejemplo, de los comedores obreros como si fueran una "gratuidad" o una "subvención desmedida". En realidad no lo son, los precios de estos almuerzos están en perfecta consonancia con los salarios que se paga a los trabajadores.
Me confunde también la insistencia de algunos periodistas reclamando la eliminación de la libreta de racionamiento, sin explicar cuáles serán las medidas económicas "que garanticen el acceso de las personas de bajos ingresos a esa canasta básica".
Es verdad que muchos cubanos pueden ya prescindir de estas subvenciones y que tienen recursos para comprar sus alimentos a precios de mercado. Sin embargo, no es menos cierto que para otros esa cuota alimentaria resulta esencial.
Una vieja amiga, ya jubilada, me explicaba hace pocos días que ella no podría comer sin la libreta y añadía que "el Estado tiene la responsabilidad de velar por nosotros mientras nos pague 250 pesos cubanos (US$10) al mes, después de haber trabajado toda nuestra vida".
No es un análisis serio acusar al pueblo cubano de mostrar "síndromes" que lo llevan a esperar todo del Estado. Ahora resulta que, según el periódico Granma, es la población y no el gobierno quien diseñó la actual estructura socioeconómica.
Pero si se van a atacar las gratuidades, justo sería empezar por el "Síndrome del Turista". Predicando con el ejemplo, los periodistas que escriben contra las gratuidades deberían renunciar a hospedarse en los lujosos hoteles de Cayo Coco, donde los encontré vacacionando.
Podrían eliminar el "Síndrome del Dirigente Viajero" y enviar al extranjero a especialistas que conozcan lo que van a comprar. Así evitarían importar barredoras de nieve o tener almacenes con equipos inservibles, como sucede hoy en salud pública.
También ahorraría mucho dinero atacar "el Síndrome de los Hijos de Papá", haciendo que estos empiecen a pagar en los cabarets, restaurantes y hoteles, en vez de limitarse a firmar la factura, como si fueran los dueños del local.
Lo que no se puede hacer es culpar a los pobres de las deformaciones de un sistema creado por los hombres que los dirigieron durante medio siglo. Si ellos se llevan los laureles por los logros de la Revolución, justo es que también asuman sus errores.
El periódico del Partido Comunista se lamenta de que "la Revolución fue desde sus inicios un torrente de justicia, que no siempre ha sido correspondido". Una vez Bertol Brech preguntó con ironía: "¿No sería más fácil que el gobierno disolviera al pueblo y eligiera un pueblo nuevo?".
En realidad, durante décadas, en Cuba existió una especie de "contrato social". El Estado pagaba bajos salarios pero mantenía un nivel de precios acorde y garantizaba el acceso gratuito de todos a la seguridad social, educación, salud y deportes.
El contrato terminó porque, en la crisis de los 90, el Estado fue incapaz de cumplir su parte. Parece una burla leer hoy en la prensa que en el socialismo cada cual recibe "según su trabajo", cuando Raúl Castro reconoció públicamente que los salarios son insuficientes.
Es a raíz de esa insuficiencia que se populariza el robo como mecanismo para completar los ingresos. Resulta lógico que el gobierno quiera revertir esa tendencia pero para ello, irremediablemente, deberá mejorar salarios y pensiones.
Algunos pasos en ese sentido ya se han dado, la liberación de los topes salariales, dinero extra a los que se quedan sin almuerzo laboral, apertura de comedores baratos para jubilados y ayudas materiales para los casos sociales.
Sin embargo, solo el 25% de los trabajadores se ha beneficiado de estos cambios. Alfredo Vázquez dirigente de la central sindical acusó a las "direcciones administrativas" de ralentizar la reforma salarial para no "afectar sus ingresos personales".
Es en ese sabotaje de la burocracia donde los periodistas encontrarán la causa de algunos de los más graves problemas del país. Pueden incluso profundizar más, pero para eso tendrán que armarse de valor y hurgar en las fallas de origen del modelo.
Enfrentarse con los que tienen poder siempre es riesgoso pero sería mucho más profesional y honrado que andar diagnosticándole síndromes al pueblo.
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