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©Pablo Felipe Pérez Goyry

9 de junio de 2010

Silvio Rodríguez: El embajador de un asesino oficial - Por Sergio Esteban Vélez



Silvio Rodríguez: El embajador de un asesino oficial


Por Sergio Esteban Vélez

“A mi tío lo secuestraron y asesinaron las Farc. Desde entonces, mi abuela no para de llorar y mi abuelo no volvió a sonreír.  Y ahora la Alcaldía de Medellín quiere utilizar el dinero de mis impuestos y de los de mi familia para hacer un acto multimillonario de exaltación al mayor defensor, divulgador y cómplice del dictador que financió y entrenó a los que secuestraron y asesinaron a mi tío y a otros miles de colombianos.   Semejante ofensa a las víctimas, ¿y todos tan indiferentes?”, así dice el mensaje de uno de los cientos de lectores que se han pronunciado acerca de mi pasada columna, “Propagandistas de dictadores”.

Casi todos los comentarios se encuentran en una veintena de páginas de Colombia y de América Latina que han reproducido la columna.  En el solo sitio de Neonadaísmo, ya hay publicados más de 130 comentarios de lectores.

El texto ha despertado también la solidaridad de diversos dirigentes colombianos que me han manifestado su apoyo.  Entre ellos, vale la pena destacar a voces tan autorizadas y respetadas como las de Jaime Jaramillo Panesso, Enoris Restrepo de Martínez, Eduardo Mackenzie, Darío Ruiz Gómez, José Alvear Sanín, María Clara Ospina Hernández, Harold Alvarado Tenorio, Ella Cecilia Escandón, Pablo Felipe Pérez G., Rubén Vélez, Miguel Jaramillo Luján, Víctor Bustamante y Juan David García Vidal.  

Pero el lugar en el cual se ha sentido más el clamor ciudadano en contra del espectáculo de marras es en Facebook, donde, sin muchas esperanzas, creamos el grupo “No al concierto en Medellín del vocero del dictador Castro”.  Pero, contrario a lo que creía, la reacción de la comunidad ha sido impresionante: en menos de una semana, ya se han inscrito más de 500 activistas que se han unido a esta causa. Unos son intelectuales conocedores de los crímenes del comunismo; otros, cubanos en el exilio, víctimas de la sanguinaria dictadura de los Castro; otros, habitantes de Venezuela oprimidos por el régimen de Chávez (el gran acompañante de Silvio Rodríguez), y otros, muy numerosos, sobrevivientes del terrorismo que las Farc han desarrollado en Colombia gracias al entrenamiento y mecenazgo del régimen cubano, que representa Silvio Rodríguez. 

Como sucede siempre, también se han hecho sentir algunos contradictores, defensores de que en Cuba lo que hay no es una dictadura criminal, sino “una revolución solidaria”, como decían, el año pasado, los señores de la Alcaldía de Medellín y del Museo de Antioquia (ellos, al parecer, a pesar de las protestas de la ciudadanía en relación con el megahomenaje a Fidel Castro que estaban preparando, el cual, en consecuencia, tuvieron que cancelar, se quedaron con la “espinita” y ahora, pocos meses después, se disponen a realizar uno de los actos que estaban incluidos en la dicha celebración del cincuentenario de la dictadura cubana).

Algunos otros, que simplemente ignoran la historia y no se han puesto a pensar en la importancia de la semiótica, me han formulado la pregunta: “¿Qué puede tener de malo que el gobierno invite a Silvio, para que nos cante sus poéticas canciones?”. 
Mi respuesta es la siguiente:

El problema radica en que Rodríguez, aparte de artista, ha sido un político activo, senador de Cuba, devoto defensor y partícipe de las decisiones de la tiranía de los Castro.
Pero, más que un simple diputado comunista, Rodríguez, como cantante, ha querido consolidarse en un símbolo: “la Voz de la Revolución Cubana ante el mundo”, lo cual, en lenguaje claro, quiere decir: “el vocero universal de la dictadura cubana”. 

Y he ahí el problema: porque los símbolos, por inocuos que parezcan, pueden agredir a muchas personas y atraer a muchas otras hacia causas ocultamente criminales.  Así, si el gobierno desembolsa rubros para honrar el liderazgo de Silvio Rodríguez, estaría respaldando y sosteniendo a una dictadura totalitarista y asesina, que tiene como máximo signo de identidad y producto ante el mundo al señor Rodríguez.

Además, como decíamos, no puede ser aceptable que, en un país que ha sido desangrado durante decenios por las Farc, un gobernante organice, con dinero de los contribuyentes, un evento para glorificar a quien es conocido como el embajador incondicional de Fidel Castro, el  eterno mecenas y padrino de ese grupo terrorista.

El tema de la semiología es trascendental en este caso. 

Recuerdo, por ejemplo, que, hace 15 años, el hijo de un ex presidente de Colombia, coleccionista de antigüedades y de armas, adquirió una esvástica nazi de los años 30, pensando sólo en el valor histórico del objeto.  Él no tenía ningún interés político o ideológico.  La ubicó en su apartamento, al fondo de una ventana.  Pero resulta que al frente suyo vivía un judío, quien, cada mañana, lo primero que tenía que ver era la esvástica nazi, el símbolo de los que habían asesinado a su familia y a su pueblo.

El coleccionista no tenía intención de ofender a nadie, pero, sin quererlo, a través de un símbolo, estaba agrediendo a las víctimas de un régimen asesino que tenía la esvástica como estandarte.

Finalmente, por sentencia de altas instancias, el coleccionista hubo de retirar la bandera.

¿Qué diferencia puede haber entre un emblema gráfico del régimen nazi, que agravia a los judíos; y el símbolo mundial de la dictadura castrista, que ofende no solo a los millones de cubanos que han sido torturados, oprimidos o fusilados por esa tiranía, sino también  a las innumerables víctimas de las Farc en Colombia?

Entonces, ¿Por qué el Municipio de Medellín se empeña en traer, con el dinero de las víctimas, al símbolo de los que han masacrado a nuestra gente, cuando hay tantos artistas que no hieren a madres ni a huérfanos?

Quisiera pensar que el dirigente de la Alcaldía que aprobó la propuesta que algunos le habrán pasado sobre este proyecto lo hizo por inocencia crasa, sin saber quién es en verdad el personaje al que aceptó contratar.


Contactar a Sergio Esteban Vélez: agiraldo@elmundo.com, webmaster@elmundo.com

Artículo Publicada en el Mundo de Medellín, Colombia.
 Fotografía: Internet 

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Pablo Felipe  Pérez Goyry

Freelance: Writer - Journalistic Analyst - Photographer Design Editor - CEO - Chemical Industrial & Analyst

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