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Autor: PABLO FELIPE PÉREZ GOYRY   


©Pablo Felipe Pérez Goyry

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9 de junio de 2010

Hugo Chávez, ¡no te tememos! (Carta de un colombiano a Hugo Chávez)


Hugo Chávez, ¡no te tememos! (Carta de un colombiano a Hugo Chávez)

Hugo:

Me dirijo a ti de esta forma tengo clara tu preferencia de llamar a las personas por su nombre como si fueran tus amigos, aunque la mayoría de ellos no lo son, incluyendo a muchos quienes se llaman tus amigos y a quienes al menos por ahora, mientras mantengas espantado a tu pueblo venezolano con tu espíritu bélico y amenazante y les convengan tus desvaríos, tienes cerca. Yo te llamo por tu nombre simplemente por respetar esa preferencia, pero déjame ser claro, Hugo, tú y yo no somos amigos.

Lo hago también porque, para ser más abierto, no me nace de manera alguna llamarte “Señor Presidente”, pues ninguna de las dos palabras te acomoda. Eso si hay que reconocer que has sabido agitar la opinión de un pueblo necesitado, haciendo que los ánimos suban como espuma, buscando enemigos en todos lados. Pobres de quienes han depositado su confianza en ti, ya la historia nos ha demostrado como esos paraísos radiantes idealizados por falsos caudillos como tú, están más cerca del horror que de la gloria. Te digo Hugo no por confianza o cercanía, que no existe pues estás lejos de ser del pueblo aunque digas lo contrario, sino porque como presidente no me mereces respeto. Como persona sí, tienes mi compasión y respeto también tu derecho a decir lo que dices, aún cuando casi todo lo que sale de tu boca lo veo como disparates peligrosos.

Soy un colombiano común, no pertenezco a la oligarquía. No soy hijo, hermano o amigo de algún político importante. Tan solo soy un hombre, tan simple como lo eres tú, lleno de faltas, de sueños, con aspiraciones, fuerzas y limitaciones. Estoy tan lejos de ser un sabio o un iluminado como tú lo estás de ser Simón Bolívar o de sus ideas, las que usas aprovechándote de la ignorancia de la gente, de tu propia gente. Has desgastado la imagen del Libertador hasta el cansancio, agotando su verdadero valor. Me gustaría decir que lo haces porque no entiendes bien su propuesta, pero lamento tener que aceptar que lo sigues haciendo porque aunque bien las entiendes, malversar las ideas de otros conviene a tus intereses. Ya empezaste con el Che hace mucho, ¿quién seguirá cuando se agote nuevamente tu imagen? ¿detrás de qué imagen te vas a esconder ahora? ¿qué nuevo disfraz adoptarás?

Quiero compartirte por qué he decidido escribirte, y para ello tal vez sea prudente explicarte primero a que NO se debe esta carta. No te escribo para insultarte, Hugo, o para burlarme de ti. Tampoco lo hago en nombre de alguna asociación política, partido, ONG o grupo alguno. Estas letras no buscan, antes de que lo pienses por mi nacionalidad que sé que para ti causa prejuicio, defender al Presidente de mi país, a quien como colombiano tengo el derecho a criticar, no tú desde tu trono de papel que hoy ya empieza a doblarse. No, Hugo, tampoco quiero hacer daño, simplemente busco ser abierto y mostrarte lo que un colombiano común piensa de tu gestión, que para muchos desde hace rato se siente como una indigestión. Quiero hablar de tus palabras que apestan a engaño, de las constantes agresiones a mi país, de tu afán de poder, del abuso para con mis compatriotas, de tu política de guerra que solamente despierta más odio y guerra, asunto del que francamente los colombianos ya tuvimos suficiente aunque tu pareces buscar perpetuar esa situación, e incluso importarla a tu propio país. Te escribo porque me interesa que sepas lo que pienso, y porque soy LIBRE para escribirte.

La libertad, Hugo, no es un diálogo o un pintoresco programa de televisión como en el que sales vistiendo camisas rojas con afanes de humorista o gruñón según te convenga. Somos hombres o somos payasos, si no somos libres no somos hombres. La libertad no es un lema, ni siquiera un valor que caiga en los terrenos inalcanzables del “deber ser”. La libertad, Hugo, es un acto que se ejerce, que cada persona ejerce en autodeterminación si así lo elije. Pero eso, Hugo, solamente pasa en un país libre, ya no en el tuyo donde has abolido la libertad de expresión dentro de tantas otras con tu caldo de ideas agrias. Triste es que te sientes frente a la imagen del Libertador para apoyar tus palabras, tan espesas por las mentiras y la podredumbre de tu falso mensaje. Cuando te veo me imagino diferencias tan radicales como lo dulce y lo amargo. Tú, Hugo, no eres lo dulce, cabe mencionarlo, y hoy tu pueblo ya lo sabe, pues está pasando lentamente el trago amargo y espeso que representa tu estadía en el poder. América Latina si necesita un cambio, con urgencia, pero tú estás tan lejos de ser la respuesta como lo están los del norte.

Poder, mira que curiosa palabra, es eso lo que robas a tu gente. Poder significa “ser capaz de hacer”, y tu ya les estás quitando eso. Pero ten cuidado, que en cuanto puedan, bien lo sabes, lo ejercerán para removerte de Miraflores. Has sido inteligente en restringirlos, solamente recuerda que tú eres uno y los que se llaman tus amigos unos cuantos. Ellos, tu pueblo, el mío, también son inteligentes y cada vez confían menos en ti. ¿Por qué habrían de hacerlo cuando tú no has sido capaz de confiar en ellos? Si, se que en tu show hablas mucho de cuanto amas a tu gente, pero si realmente confiaras en ellos darías el espacio para que tu pueblo creciera, te habrías dedicado a construir un territorio en el que tu mismo pueblo encontrara las soluciones a los problemas que los aquejan. Muy por el contrario, nunca has otorgado esa confianza porque es claro que, aunque capaces son, en el fondo solamente ves tus formas y piensas que tu forma de ver el mundo es la única válida... en tu visión paranoide del mundo quien no está contigo es tu enemigo, y quien no está del todo contigo no está contigo.

Disculpa si me meto demasiado, pero cuando has intervenido en tantos asuntos para los que no has sido llamado casi me invitas a hacerlo. No quiero alargar esta carta al punto de que se parezca a un discurso tuyo. Seguramente es difícil que estas letras lleguen a tus manos. Debes estar muy ocupado haciendo la guerra, manteniendo las mentiras y planeando. Por eso esta carta buscará muchos caminos por sí sola para llegar a ti, y si nunca lo hace realmente no importa. Mi voz irá con todos aquellos quienes lean estas letras, aunque sea uno o dos, y con todos aquellos que en este momento te están escribiendo para pedirte que nos dejes ser, que dejes atrás esa soberbia y tu delirio mesiánico. Insto a mis compatriotas a que te escriban, tal vez decidas escuchar en algún momento, cada palabra que dejemos de decir será una pérdida invaluable. Hasta el día de hoy sigo pensando, que la soberbia es una de las formas de expresión más refinadas que tiene la estupidez.

Hoy decidí escribirte simplemente porque me nace, porque, como diría un amigo de la infancia: quiero, puedo y no me da miedo hacerlo. Los colombianos no te tememos ni te necesitamos para salvarnos, porque el mío no es un país que requiera un salvador, todo lo contrario: creemos en el trabajo, en el mérito, en la capacidad de nuestra gente, en sus valores, confiamos en ellos y queremos vivir libres de falsos caudillos como tú. Ya déjate de amenazas y de aspavientos, de berrinches televisados, de discursos de mantequilla que se derriten con la luz.

No te temo, Hugo, regresa por donde viniste. Los colombianos no estamos aquí para ayudarte a cumplir tus sueños megalómanos ni tus calenturas de grandeza, acéptalo, eso no tiene remedio. ¡No te tememos!

Esta es la voz de un colombiano, tan común como muchos otros, un individuo, es cierto, y así, regalándote las palabras de don Benito Juárez, benemérito de las Américas: “Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”, me despido.

Saludos,

Ricardo Combariza
Fotografía: Internet 

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Pablo Felipe  Pérez Goyry

Freelance: Writer - Journalistic Analyst - Photographer Design Editor - CEO - Chemical Industrial & Analyst

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