Adiós a un grande: Omar Rayo Reyes
Omar Rayo, Sergio Esteban Vélez y María Helena Uribe de Estrada, en casa de la escritora Olga Elena Mattei
S.E.V. ¿Cuáles son las fuentes de su colorido?
O. R. Yo solamente tomo los tonos de la naturaleza. Como soy un hombre tropical, me queda muy fácil. Tengo mis propias fuentes. Aquí es puro colorido: los arreboles, los atardeceres, los arco iris, las frutas, las flores...
S.E.V. Sí. Para usted siempre han sido muy importantes los colores del arrebol.
O. R. Una cosa muy interesante que yo siempre observo es que la gente no sabe de color. Yo tengo que decirles permanentemente: “Si quieren saber de Arte, miren los arreboles”. Pero no ven los arreboles, porque, como es una cosa que está en el entorno, no les importa observarla, creen que no hay valía. Ahora, que estuve en el hospital, enfermo gravemente, me llamó un gran amigo mío que se llama Juan Lozano Ramírez y me dijo: “Omar, cuando tengas tiempo y te sientas un poco mejor de tu ánimo, salte corriendo de ese hospital y te vas a Roldanillo, te sientas en un taburete de tu abuelo y te pones a observar el arrebol, y verás que te curas inmediatamente”. Eso es una maravilla y eso puede suceder.
S.E.V. ¿Cómo es eso de que “el color es una enfermedad”?
O. R. Claro. Porque vivimos inmersos en el Trópico, y el Trópico es una enfermedad que hace las cosas alucinantes. Ahí tenemos a García Márquez y los grandes creadores suramericanos o tropicales. Todos están inmersos en el Trópico y, por ende, en la luz, y por eso todos están locos. ¡La única forma de crear es estar loco!
S.E.V. Explíquenos por qué el color ha sido fundamental para generar sensaciones específicas en su trabajo, como la del movimiento que es visible en muchas de sus creaciones.
O. R. Yo creo que el movimiento está en la pintura y en la forma, no en el color. El color es luz, en cambio las formas se entrelazan y producen el relieve y a través de la luz y la sombra se producen más efectos. Por ejemplo, ver un arrebol es algo fantástico y yo no le veo mucho relieve a un arrebol, ese relieve está cambiando permanentemente. A mí, para adquirir el color, me inspiran mucho los arreboles.
S.E.V. ¿Cómo por la sombra y por el color usted ha logrado ese efecto de volumen en sus pinturas, que inflan las cosas y las hacen ver tan reales?
O. R. Es solamente mirar la naturaleza, observarla. Sencillamente, la tomé y la puse en mis obras. Eso no es descubrir nada nuevo, realmente. Es muy fácil. En realidad, pintar es muy fácil. Ahí no hay ningún truco, ninguna trampa, ningún duende como de circo.
S.E.V. Sus primeros intaglios fueron en blanco sobre blanco. ¿Qué lo llevó a agregarles color y qué destacaría del colorido de los mismos y del dispendioso proceso de su aplicación?
O. R. Su proceso de aplicación no es tan complicado, es, sencillamente, meterse en el mundo del color, del Trópico. Para mí el color no es complicado para ejecutarlo. Al contrario, es muy fácil, y, como es tan fácil, es peligroso. Es como jugar con una pelota de colores. Es jugar con la luz, porque el color es todo luz. A veces, en Roldanillo, el color es tan brillante, que se ven dos sombras en las cosas.
S.E.V. ¿Cómo es eso de que los colores tienen vida propia y que, en sus pinturas, son una prolongación de su propio ser?
O. R. Esa es una metáfora, un juego de Poesía. Tú, como buen poeta, sabes que uno en la creación empieza a jugar y a inventar formas, ideas, colores y luces.
S.E.V. Explíquenos eso de que, cuando está usted en Nueva York, se siente ciego por la contaminación y por eso pinta en blanco y negro, pero, cuando está en Roldanillo, el calor del trópico hace en su obra explote un torbellino de colorido.
O. R. Así es. La nostalgia me hace pintar en blanco y negro. No recuerdo los colores, porque los colores no son para recordarlos: son para verlos. Es imposible recordarlos todos. Hay que estar frente a ellos, hay que estar presente y verlos.
S.E.V. Usted vive rodeado de poetas. ¿La Poesía ha influenciado en algo el color de sus obras?
O. R. Mi obra es Poesía, son metáforas visuales. En vez de escribirlas, las pinto. Cada cuadro mío es una metáfora visual.
S.E.V. ¿Qué grandes coloristas de la Historia considera que han influido en la selección de su estilo y de su colorido?
O. R. Es muy difícil. Yo tomo mi colorido del Trópico, no de los artistas. Me interesa ver las obras, pero no dejar una influencia de ellas. Ellos han usado unos colores para determinadas formas, placeres y cosas y, en cambio, yo los tomo para otras cosas.
S.E.V. Háblenos de ese equilibrio magnífico que usted ha encontrado en el blanco y el negro y que ha explorado y desarrollado con una imaginación casi infinita. Eduardo Serrano dice que eso es lo que más puede destacar dentro del color en su obra.
O. R. Allí simplemente juegas con tu imaginación, con tu talento, con tu creatividad, con tu formación estética. Con los colores es como jugar con un juguete refinado; en cambio, con el blanco y negro, todo lo que tú sabes de estética está planteado ahí.
S.E.V. Háblenos de la relación color-textura en los distintos períodos de su obra, especialmente en los intaglios.
O. R. Yo poco uso la textura. En los intaglios sí, porque todo es luz y sombra allí y uso los relieves del papel mismo, pero mi pintura es casi siempre lisa, porque así son el color y la luz.
S.E.V. Hablemos un poco acerca del color en el período surrealista de su obra
O. R. Ese período fue muy furtivo. Mi propósito no era ser un pintor surrealista, para nada. Sencillamente, yo comencé a pintar esas cosas surrealistas, porque tenía la influencia de Ives Tanguy, el famoso pintor francés, y de algunas cosas de Dalí. Como leía mucho la Literatura Francesa de esa época, pues me interesó mucho plantear también, a mi manera, las cosas tropicales. Eso se llamó el “bejuquismo” y fue una cosa muy pasajera, uno de mis pasos para llegar a ser un artista. Así como fui caricaturista también.
S.E.V. ¿Se está aportando, hoy en día, algo nuevo, en color, dentro del Arte Colombiano?
O. R. En América Latina se da el gran Arte del mundo. Aquí está todo por hacer. Yo me pongo a observar y veo que los artistas europeos simplemente se están repitiendo. El color para ellos, a veces, no es suficiente material. En cambio, nosotros estamos en el Trópico, que es una manera de ser surrealista.
S.E.V. ¿Después de vivir por tanto tiempo fuera, por qué cree que en su colorido se nota esa auténtica vibración latinoamericana?
O. R. Es que siempre estoy muy triste de no tener entre manos esa admiración tropical y siempre estoy volviendo a América Latina, al Trópico, porque esa es la pauta mía, mi estilo, mi individualidad, mi carácter.
S.E.V. Háblenos de la expresividad en sus colores, de cómo manifiesta a través de la densidad de los mismos toda su emotividad y cosmovisión.
O. R. Eso ya es meterme en otros campos, como la Literatura, la Poesía o la Música. Yo, por ejemplo, pintaba con música, pero ahora no pinto con música, porque el valor de los cuadros se enreda en el valor de la música, entonces se me hacía un nudo en la cabeza y yo no podía concretar o terminar una obra. Ahora pinto en silencio, exclusivamente con el sonido del aletear de las mariposas.
S.E.V. El color se presenta de un modo en la naturaleza, pero luego es reinterpretado por el hombre. Por ejemplo, el rojo, que es la sangre, evoca peligro, y el rojo de un semáforo, que es un símbolo creado por el hombre, simboliza peligro también. Háblenos de la simbología del color en su obra.
O. R. Ese es un juguete muy bello. Yo me pongo a jugar con los colores primarios, en primera instancia, cuando estoy haciendo una obra y cuando termino el cuadro, veo que el azul o el amarillo no se acomodan a la creación y, entonces, ellos chillan y me dicen: “Omar, quítame de aquí, aquí quedó muy pesado”. Entonces, tengo que quitar ese color, ponerlo en otra parte o bajarle el tono. Ese es un placer y creo que es algo que les pasa a muy pocos artistas en el mundo.
S.E.V. Hablemos acerca de esa importancia que tienen en su obra los colores primarios
O. R. Justamente, en Medellín, cuando yo daba una charla, explicaba que los colores primarios, que son el rojo, el azul y el amarillo, es como tener una escuela de niños en la casa, todos son traviesos y audaces y malos, no tienen educación todavía y chillan y patalean y hacen teatro. En cambio, los colores secundarios, o sea el verde, el rosado, el naranja, el violeta... ya están más formados, más educados, entonces esos ya no gritan sino que susurran.
S.E.V. ¿Cree que el suyo es un color sin época, más allá de los lenguajes cromáticos ya establecidos?
O. R. Eso sí es cierto. Los poetas y los pintores estamos muy adelante. Yo vengo haciendo color y no he cambiado en el color. La evolución dentro del color no la siento, no la veo, quizás porque está muy cerca de mí. Siempre que me propongo un problema estético, lo soluciono a través del color, y ahí es cuando me doy cuenta de que soy un colorista.
S.E.V. ¿Qué grado de importancia le daría al color en su obra?
O. R. El color es el alma, es luz y si no hay luz, no hay nada, ni siquiera sombra. El negro, que también es muy bonito, es cuando la falta de luz se acumula.
S.E.V. Muchos ven en su color y en su obra misma remembranzas del preciosismo artesanal de la orfebrería y urdimbre de las tribus autóctonas colombianas. ¿Ha sido su intención rendir homenaje a nuestro arte artesanal?
O. R. No, no me ha interesado realmente. Los admiro, eso sí, y los elogio y siempre que llego a un país donde hay artesanía u obra precolombina, inmediatamente voy al museo donde están expuestas, para rendirles pleitesía. Pero no tengo referencia de ellos. La Geometría es solamente una. Quizás he bebido también en sus fuentes, pero mi geometría no se parece en nada a ellos, ni siquiera a la de los grandes creadores geométricos. Yo tengo mi propio sentido, mi propio estilo.
S.E.V. ¿Cuál período exaltaría por su mayor aporte al color el Arte?
O. R. Yo creo que nuestra época es en la que mayor color se ha visto, en la Historia de la Plástica, es nuestro tiempo.
S.E.V. Grandes coloristas de Colombia
O. R. Ramírez Villamizar siempre fue un gran colorista. Villegas es un gran colorista. Dentro de la Pintura Geométrica, no encuentro un gran colorista. El color de Negret no me interesa, ni me seduce, para nada.
Omar Rayo Reyes nació en Roldanillo, Valle, en 1928. Estudió Dibujo por correspondencia, en la Academia Zier, de Buenos Aires y, años más tarde, en 1959, en México, gracias a una beca que le concedió la OEA.
De su famosa obra se realizaron exposiciones individuales en Roldanillo, Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Manizales, Bucaramanga, Popayán y Pereira y en el Exterior, en París, Nueva York, Tokio, Pekín, Washington, Barcelona, Buenos Aires, Chicago, México DF., Miami, Cincinatti, Norman (Oklahoma), Virginia, Filadelfia, Pennsylvania, Maine, Lexington (Kentucky), Sao Paulo, Rio de Janeiro, Brasilia, Santiago de Chile, Caracas, Maracaibo, Lima, Arequipa, Cuzco, Montevideo, Ciudad de Guatemala, Panamá, La Paz, Quito, Guayaquil, Monterrey, Guadalajara, Xalapa (Veracruz, México), San Juan de Puerto Rico, y en bienales y muestras colectivas en París, Nueva York, Londres, Tokio, Venecia, México, Boston, Hollywood, Baltimore, Stanford, Filadelfia, Washington, Madrid, Barcelona, Roma, Berna, Nápoles, Santiago de Chile, Nagoya, Ginebra, Liubliana (Eslovenia), Mayagüez (Puerto Rico), Pescia (Italia) Quito, Knoxville (Tennessee), Manchester (New Hampsbire), San Marcos (California), Long Beach (California), Honolulu (Hawaii), Cracovia (Polonia), Osaka (Japón), Frochen (Alemania), La Habana y en muchas otras ciudades de Noruega, Nueva Zelanda, Hungría, Alemania, Costa Rica, Francia... En total, más de 200 exposiciones.
En 1958 obtuvo premio en Dibujo, en el XI Salón de Artistas Colombianos y en 1970, el primer premio, en el XXI Salón de Artistas Colombianos. En 1971, obtuvo el “Premio Internacional”, en la gran Bienal de Sao Paulo. También ganó premios en la Segunda Bienal Interamericana de México, la I Bienal de Quito, la de San Juan de Puerto Rico y en el Museo de Arte de Filadelfia.
Recibiô innumerables distinciones y condecoraciones y se han publicado varios libros dedicados a su obra. Su obra está presente en numerosas colecciones sobresalientes y en más de ochenta museos, en todo el mundo.
En 1981, se inauguró el Museo Rayo, en Roldanillo, que consta de ocho edificios iguales de forma octogonal y nueve metros de altura, que ocupan un área de 1.500 metros cuadrados. Desde allí, se ha consagrado a promocionar las diversas manifestaciones artísticas y literarias en Colombia.
Omar Rayo falleciô hoy, 7 de junio de 2010, dîa de luto para el Arte Colombiano.
Fotografía: Entevista Exclusiva
Libertad de Palabra y Opinión
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