El pellizco de Cristina
Por Lic. Amelia M. Doval
Miami, Fl
La madre se sorprende después del rezo habitual de cada noche y en medio del silencio escucha la voz casi imperceptible de la pequeña cuando en su oratoria personal con el Dios que la protege da las gracias porque Cristina no la pellizcó hoy.
Con esa inocencia que sólo la infantil visión del mundo permite agradecer las pequeñas cosas, comparándola con grandes sucesos, esta criatura ha perdonado la insolencia de un gesto brutal. La niña no ha pedido el mal para Cristina, no ha cuestionado los acontecimientos, no ha vengado su ira, simplemente ha desbordado humildad y paciencia. Su actitud deja al descubierto la confianza en el mejoramiento de la persona que la agrede.
Los adultos deberían aprender de estos gestos que se pueden empequeñecer pero, son tan grandiosos como el alma limpia de quien lo genera. Confiar y amar al prójimo abre las puertas a la civilización y al crecimiento.
Dejar abierto el acceso a la humanidad para poder entender el universo, los descubrimientos o la ciencia, ha cerrado quizás por descuido, el camino a la comprensión de los humanos. Olvidar el pellizco de Cristina no ha sido la causa de reconocer la satisafación de un buen día sino entender que la agresividad no se calmará con el odio. La incompatibilidad de los adultos para entender el humilde amor de una niña que se ha abandonado al agradecimiento de haber tenido un día bueno no disminuye el sentimiento. Confiar en el rezo, deja al descubierto la realidad del dolor. Por caminos torcidos el silencio se hizo voz y Cristina siente el peso de su culpa.
No todos los seres humanos se conforman con la apacible tranquilidad de sus víctimas, ni el mutiz será respuesta a los desengaños pero, enseñar a confiar y agradecer es un excelente comienzo en la construcción de un mundo mejor.
Acostumbrar la mente a gratificar lo bueno de la vida permite abandonar la costumbre de renegar entregando la existencia al descontento de lo inalcanzable sin tener en cuenta los logros y las bendiciones recibidas. Dividir el diario entre las cosas buenas y malas, pondrá sobre el tapete de la existencia la realidad. La vida es un regalo que se debe atesorar para no hundir las esperanzas en el profundo hueco del desaliento. Dar la gracias por lo bueno minimiza los errores cometidos y ensancha la brecha para alcanzar la felicidad.
Fotografía: Internet
Libertad de Palabra y Opinión
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