El filósofo de la oposición constructiva
Por: Sergio Esteban Vélez Peláez
info@sergioestebanvelez.com
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Desde ya, en el mundo francófono (donde resido), los intelectuales están celebrando los ochenta años que dentro de poco cumplirá Paul Virilio, el mundialmente connotado filósofo, escritor, urbanista y teórico cultural y de las nuevas tecnologías.
Movido por lo mucho que se está hablando sobre Virilio con motivo de este aniversario, he aprovechado esta semana de descanso estival para leer una obra clave a la hora de abordar su pensamiento: “Cibermundo ¿Una política suicida?”. Este rico texto, que bien puede resumir el complejo conceptual de Virilio, es un trabajo a través del cual este célebre pensador se atreve a denunciar los peligros de la revolución cibernética y hace un llamado al ahondamiento en un tema de tan singular importancia en nuestros días.
Sergio Esteban Vélez Peláez |
En la obra, que es guiada por las preguntas del entrevistador Philippe Petit, Virilio nos da a conocer sus impresiones y temores acerca de la era de la informática, la revolución de los transportes, la ciudad, el mundo, los avances tecnológicos, la guerra, el progreso...
Virilio aborda temas como la velocidad como fenómeno físico y social, la velocidad y el poder, la era industrial y la era electrónica, los procesos de la tecnología y los vislumbres próximos de la misma, el arte y su hermenéutica, la publicidad, el avance de los medios, la democratización de la virtualidad, la guerra como campo de percepción, los inventos y los accidentes que, a la vez, estos traen (no hay adquisición sin pérdida). Habla de la tiranía de la tecnociencia y de sus peligros. De que estamos ante algo mayor a la bomba atómica: la bomba informática, la bomba de la información totalitaria, surgida de un complejo militar-industrial. Habla de la falacia que sería la democratización del conocimiento y la tecnología, que seguirían siendo elitistas. Más allá de esto, teme que la cibernética se convierta en una amenaza para la democracia.
Hace énfasis (lo ha hecho a lo largo de su carrera) en el tema de la velocidad. La aborda desde distintos ángulos; desde el de los transportes, el de las transmisiones, en los cuales ella es decisiva para los procesos de comunicación y de desarrollo. La velocidad y sus consecuencias sociopolíticas. La velocidad que va hacia la omnisciencia, la ubicuidad, la instantaneidad. La velocidad y la riqueza. Velocidad y clases sociales. La velocidad y la guerra. La velocidad y el poder, el control “La velocidad es el poder mismo”. Todo esto, en un recorrido bastante aislado y somero, a través de acontecimientos importantes en la historia. Para él, la velocidad cambia la visión del mundo.
Su discurso está sumamente influenciado por los principios de la estética y no puede evitar referirse a los grandes cambios artísticos, en parangón con los tecnológicos. Habla de la pintura y la fotografía, del cine y su exégesis; de los puntillistas, impresionistas, cubistas... Se pregunta por el futuro que tendrán las artes y cuestiona si están próximas a su fin, lo mismo que el libro impreso.
Cuando habla de que cada invención trae al mundo su correlativo accidente, indaga acerca de cuál será el accidente que nos traerá el dominio universal de la Internet, y presume que llegue hasta el punto de un accidente integral, total, que afecte a todo el mundo al mismo tiempo, algo sin precedentes en la historia. Ahora, gracias a estos avances, estamos ya no en un tiempo local, sino muy próximos a un verdadero tiempo mundial, tiempo único, lo cual, aparte de traer consecuencias positivas, también trae algunas negativas:
la tecnología está reduciendo a la humanidad a la uniformidad.
En fin, como Virilio ha sostenido, “una idea se combate sólo con otra idea”. Sólo la crítica puede hacer progresar la cultura técnica. “Sin libertad de criticar, no hay elogio halagador” (Beaumarchais). Son algunas frases que sintetizarían el afán de oposición constructiva de este pensador, en pos de que las cosas salgan mejor para el ser humano y no para un accidente general para la totalidad del mundo. Y por esta concepción de protesta, su obra ha sido altamente cuestionada y debatida. Ojalá ahora, en la celebración de sus ochenta años, el mundo hispano comience a aprovechar mejor la obra de este creador mayor.
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