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Autor: PABLO FELIPE PÉREZ GOYRY   


©Pablo Felipe Pérez Goyry

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1 de septiembre de 2011

Desarme y actualización de las estrategias de Defensa - Por: Federico Mayor Zaragoza

Desarme y actualización de las estrategias de Defensa

Por: Federico Mayor Zaragoza
Fundación Cultura de Paz

FEDERICO MAYOR ZARAGOZA.
Director General de la UNESCO
(1987-1999)
¡Bravo!, por fin, el Ministerio de Defensa español reacciona y se pone a la altura de las exigencias de una gobernación democrática: "No debimos adquirir sistemas que no vamos a usar, con dinero que no

28 de julio de 2011

Memoria y solidaridad en la Unión Europea - Por: Federico Mayor Zaragoza

Memoria y solidaridad en la Unión Europea

Por: Federico Mayor Zaragoza

Federico Mayor Zaragoza
Es muy preocupante la tendencia que se observa en los países del norte europeo, otrora símbolo de multiculturalidad y concordia, hacia posiciones excluyentes y xenófobas. También, en los últimos meses, se han recibido informaciones relativas a ciertos grupos de jóvenes franceses y alemanes que no están de acuerdo, por lo visto, en que sean sus países los que deban contribuir principalmente a subsanar los “desmanes griegos” y de otros países “periféricos” de la Unión.

A todos ellos convendría hacerles memoria del colonialismo y de los beneficios que como metrópolis obtuvieron durante tanto tiempo y que les han permitido alcanzar altos niveles de progreso.

Memoria en Alemania, sobre todo, por las heridas de dos terribles guerras mundiales. Memoria del Plan Marshall cuando, por su culpa, lo habían perdido todo.

Memoria de quienes han sido los principales responsables, en Grecia y en España, de políticas de “burbujas” financieras, que ahora deben afrontar los gobiernos actuales.

Pero memoria, muy en especial, de la visión de los “padres” de la Europa de la concordia y de la integración que ahora algunos advenedizos cómodamente instalados en sus “locomotoras” pretenden olvidar: recordar a Jean Monet, a Konrad Adenauer, a Robert Schumann… quien en 1950, indicaba lúcidamente –cita que me interesa repetir- que Europa se construiría sólo por “esfuerzos creadores”.

Hay que inventar la Unión Europea que hoy el mundo necesita con apremio. Hay que dejar a un lado la cultura de la exclusión, la animadversión y la asimilación, favoreciendo una cultura de encuentro, comprensión, inclusión.

Acabamos de presenciar, consternados, la matanza acaecida en Noruega. Ha sido un loco. Habitamos la Tierra más de 6 mil 800 millones de personas y actos como éste entran, por desgracia, en la alta probabilidad. Menos mal que no era islámico. Era un nativo perturbado xenófobo. Creo que no hubieran tenido que reproducir su imagen ni su nombre. Estos dementes aspiran frenéticamente, en su delirio, a conseguir perversas formas de ostentación pública.

Tomen nota los que en Francia, en Alemania y otros muchos países “avanzados” adoptan ahora posturas ultra, racistas, partidistas…

Hoy la humanidad requiere, con urgencia, ocuparse conjuntamente de los grandes desafíos: igual dignidad humana, medio ambiente… Ciudadanos con conciencia global, sabedores de que todo ser humano vale lo mismo.

Sólo así tendremos –con memoria solidaria- una Europa emancipada en su seguridad, federada en su economía, referencia democrática en todo el mundo, que requiere con urgencia que la Unión Europea esté en la vanguardia de las transformaciones sociales que la “marea virtual” movilizará de todos modos, y que ni los Estados Unidos ni, desde luego, China están en condiciones de liderar.

La memoria solidaria europea podría poner, en estos momentos de tantas expectativas, de tantas luces y sombras, las riendas del destino común en sus manos.
Foto: Internet

15 de julio de 2011

¡Es el trabajo asalariado, estúpido! - Por: Alberto Rabilotta

¡Es el trabajo asalariado, estúpido!

Por: Alberto Rabilotta(*)

Una recaída en la recesión económica está en marcha en el mundo industrializado. Los niveles reales de desempleo en Estados Unidos están por las nubes. No se trata ya de cesantía a corto o mediano plazo, sino del aumento de un desempleo crónico, que supera los dos años y alcanza hasta los cuatro años y que rememora los niveles de desempleo durante la Gran Depresión de los años 30 del siglo 20, y quizás por eso la Oficina de Estadísticas Laborales de Washington ha decidido reincorporar en sus estadísticas a los cesantes que están más de dos años sin empleo (1). En junio pasado la tasa oficial de desempleo en Estados Unidos fue de 9.2 por ciento. La tasa ampliada, llamada U6, estaba por encima del 17 por ciento, y si se utiliza la antigua definición de desempleo del Departamento del Trabajo estadounidense (SGS-Alternate, abandonada en 1994 pero utilizada aún por economistas para calcular la cesantía a corto, mediano y largo plazo) es de 22.8 por ciento de la fuerza laboral del país (2). Y dejaremos de lado el subempleo o empleo a tiempo parcial, que afecta a una creciente proporción de trabajadores y en las estadísticas oficiales es considerado como “empleo” a tiempo completo.
La situación es similar en países europeos no afectados directamente por la “crisis de la deuda”, como Francia o Gran Bretaña, donde las estadísticas oficiales tampoco computan el desempleo a largo plazo, la exclusión definitiva del mercado laboral y el subempleo. Pero la situación laboral es y será mucho peor en los países afectados por la crisis de la deuda y que están siendo obligados a aplicar severos programas de austeridad, como Grecia (16 por ciento de cesantía sin computar el desempleo a largo plazo y la imposibilidad para los jóvenes de incorporarse al mercado laboral) o España (21 por ciento de desempleo oficial), para citar dos casos.
Y el crecimiento anémico de la economía real apunta a que lejos de disminuir la cesantía aumentará en los meses venideros.

Más desempleo, mayores ganancias

El 5 de julio pasado el diario The Wall Street afirmaba que mientras la economía estadounidense está pasando por una de “sus más lentas recuperaciones desde la Gran Recesión”, las grandes empresas están listas para reportar “sólidos ingresos para el segundo trimestre, exponiendo una dicotomía entre el comportamiento de las corporaciones y la salud general de la economía”.
Dicho de otra manera, mientras que los salarios y beneficios laborales constituyen actualmente el 57.5 por ciento de la economía –en baja respecto al 64 por ciento que esta parte representaba hasta mediados de la década pasada, según la agencia AP-, y el desempleo se mantiene o es superior a los niveles de la Gran Recesión del 2008-2009, las grandes empresas están ya en la fase de auge que en la salida de recesiones anteriores manifestaban una fuerte recuperación económica.
A esta presentación de aumentos en las ganancias trimestrales se añade el hecho de que en Estados Unidos las empresas están ‘sentadas” en más de un billón y medio (1 500 000 000 000) de dólares porque –según el economista y Nóbel Paul Krugman (3)- no “ven” una demanda de parte de los consumidores. Mientras tanto los bancos disponen de reservas excedentes por otro 1.5 billón que no están prestando.
El analista Stephen King escribe en The Independent (4) sobre la falta de creación de empleos y el anémico crecimiento (2.0 por ciento) de la economía estadounidense que persiste desde la presidencia de George W. Bush en Estados Unidos, y señala que las empresas que están “sentadas” en ese billón y medio de dólares prefieren ahorrar ese capital en lugar de invertirlo, destacando que cuando deciden invertir prefieren hacerlo en China y Brasil en lugar de su propio país.
En el caso de las “economías avanzadas”, exceptuando el especifico caso alemán, no se trata de una “recuperación económica sin creación de empleos”, como avizoraban algunos economistas para la “salida” de la Gran Recesión del 2008 y 2009, sino de una vigorosa “recuperación de beneficios” de la clase capitalista en medio de un evidente estancamiento económico que amenaza convertirse en una nueva recesión global por la aplicación generalizada de políticas fiscales de austeridad, por el creciente desempleo y subempleo, y la consiguiente baja del consumo.

¿Por qué las economías capitalistas no crean empleos?

Ya no se puede dudar de los efectos que sobre el empleo produjo la revolución informática y la automatización de la producción, que en las últimas cuatro o cinco décadas permitieron aumentos inimaginables en la “productividad” –la producción de bienes o servicios respecto a la cantidad de mano de obra empleada en ella- y aseguraron la rentabilidad de las empresas transnacionalizadas en sectores cada vez más concentrados y sometidos a una competencia extrema.
La contraparte de esta revolución en el modo de producir fueron los despidos masivos en los centros industriales del capitalismo y, con la liberalización del comercio y las inversiones desde hace poco más de una década, la mudanza también masiva de la producción industrial de artículos de consumo hacia países de Asia, en particular China.
Este proceso para reducir los costos de mano de obra, que al comienzo afectó a la producción industrial de bienes de consumo directo, se ha ido propagando a ramas de la producción de bienes de capital, como las maquinarias y componentes de los mecanismos destinados a la producción.
En los países avanzados, como puede observarse desde hace más de tres décadas en Japón, Alemania, Estados Unidos, Canadá y Francia, entre otros más, la carrera de las empresas por reducir costos laborales para obtener la máxima rentabilidad posible llevó inexorablemente a reemplazar donde fuera posible los trabajadores y los empleados de servicios por la maquinaria e informática de todo tipo imaginable: las sofisticadas excavadoras, grúas, topadoras, los camiones gigantes y demás maquinarias sustituyeron a millones de trabajadores de la construcción, la minería y la explotación forestal, para citar tres casos.
Esto podría extenderse a prácticamente todas las ramas del sector primario, de la minería a la pesca y la agricultura, que tuvieron que adaptarse a la aplicación de métodos industriales generados por esta revolución científico-técnica, lo que explica que para crear un empleo real en esas ramas se requiere de una millonaria inversión en maquinaria y equipos. Y lo mismo sucedió con el sector secundario, las industrias productoras de bienes.
El sector terciario, los servicios, se suponía iba a ser la panacea del empleo que reemplazaría con salarios decentes y empleos estables a los desaparecidos empleos industriales. En efecto, durante las últimas décadas el crecimiento de ese sector fue reemplazando en términos de creación de empleos a los declinantes sectores, como la agricultura, minería y la industria.
Pero en realidad la informática se infiltró en todas las esferas de los servicios -con las computadoras, impresoras, copiadoras y sofisticados sistemas de telecomunicación que multiplicaron la capacidad de trabajo en las oficinas de todo tipo; en los bancos con la recepción y el retiro de dinero a través de “cajeros automáticos” y no de las cajeras o cajeros de carne y hueso; lectura óptica de precios que redujo el número de cajeras en los centros de comercio, por ejemplo- con el consiguiente efecto de reducir el número de puestos y el nivel de los salarios. Y el alto desempleo unido al empobrecimiento de la clase trabajadora hizo que se multiplicaran en la última década los empleos muy mal pagados en los McDonald y Wal-Mart de este mundo.

La retroalimentación de los efectos coyunturales y estructurales

En suma, en los países capitalistas avanzados donde las grandes empresas privadas están “sentadas” en billones de dólares no hay demanda de los consumidores que permita la reactivación de la economía real porque no es posible ni rentable, en términos capitalistas, generar una masa crítica de nuevos empleos con salarios decentes, o aumentar los salarios en términos generales, para elevar el consumo de bienes.
Y como no hay falta de capitales para inversiones en el sector privado se puede dudar de la coherencia de querer aplicar, como proponen muchos respetados economistas, las recetas keynesianas, de que las inversiones públicas sustituyan la ausencia de inversiones de capital del sector privado.
Más aun, las inversiones públicas para la construcción y reparación de las infraestructuras no tienen efecto multiplicador en materia de empleos porque esa rama de la construcción, que hace tiempo ha pasado a manos del sector privado en todo el mundo capitalista, ha hecho todo lo posible para aumentar al máximo el empleo de maquinaria y reducir al mínimo el número de trabajadores empleados. Y a menos que el sector público se involucre en le reactivación de otras ramas y sectores dominados por la inversión privada, asumiendo un papel gestor de la economía como se está viendo el países de Sudamérica, la creación de empleos seguirá siendo un objetivo ilusorio.
A los problemas estructurales del capitalismo avanzado se unen los problemas coyunturales, la deuda pública producto de la socialización de las pérdidas del sector financiero y de los planes de reactivación de la economía durante la pasada Gran Recesión, y el papel dominante que está jugando el capital financiero para apropiarse de una renta en todas las situaciones posibles.
En suma, el capitalismo y el trabajo asalariado son inseparables. El trabajo asalariado permite al capitalista crear la plusvalía y los salarios constituyen el único medio por el cual, a través del consumo, los capitalistas pueden realizar esa plusvalía. No hay capitalismo sin trabajo asalariado, y menos aun puede pensarse en un capitalismo pujante con tasas de desempleo crónico, con un empobrecimiento creciente de todas las clases trabajadoras y los jubilados, y perspectivas nulas de trabajo para los jóvenes como las actuales.
Si los partidos políticos tradicionales “no quieren ver” esta situación, porque están aliados con la oligarquía financiera y los monopolios de los grandes medios de comunicación, como dice el analista Max Keiser (5), los jóvenes y menos jóvenes indignados y por indignarse están empezando a verla muy claramente, como lo expresan sus frases en las recientes manifestaciones en España: "Tu 'Botín', mi crisis"; "Democracia ¿dónde estás?"; "Esta crisis no la pagamos"; "Zapatero, lacayo de los banqueros";"Contra la privatización de los servicios públicos"; "Tejiendo barrios, cambiando el presente"; "Manos arriba esto es un contrato"; "La patronal nos quiere esclavizar"; "¿Izquierda o derecha? Este país está envejecido. Busquemos una alternativa"; "Un banquero se balanceaba sobre la burbuja inmobiliaria..."; "Se vende: Estado del Bienestar": "Pienso, luego me indigno"; "Me gustas cuando votas, porque estás como ausente", "Sin vivienda no hay viviendo", "Se alquila esclavo económico", "Rebeldes sin casa", "Sin miedo habrá futuro", "Más educación, menos corrupción". [La Vèrdiere, Francia] (*) Alberto Rabilotta es periodista argentino.

Notas:
Foto: Internet

30 de diciembre de 2010

Los deseos, los sueños - Por Yoani Sánchez

Los deseos, los sueños
Por Yoani Sánchez
Yoani.Sanchez@gmail.com
Generación Y




Yoani Sánchez

El 24 de diciembre me levanté tecleando en mi teléfono móvil algunos deseos, breves vaticinios de lo que 2011 podría traernos a los que habitamos sobre esta Isla. Después de lanzar varios textos en 140 caracteres hacia Twitter, se me ocurrió pedirles a mis amigos y conocidos que me enviaran sus propias esperanzas y yo me comprometía a catapultarlas al ciberespacio. En apenas un par de horas la bandeja de entrada de mi Motorola colapsó, de tantos pronósticos y expectativas que generan en nosotros los próximos doce meses. Curiosamente, una palabra se repetía en la mayoría de estos mensajes, la escurridiza “libertad” copaba con sus ocho letras una buena parte de los sms que me llegaron en las vísperas de Navidad.

Por eso, quiero en estos últimos días de 2010 colgar en Generación Y mi propio concepto de libertad. En estas imágenes, filmadas por un par de jóvenes cineastas alemanas, se resume mi relación con ese concepto ausente de nuestra vida, pero no de nuestras aspiraciones.

* El video es un fragmento del filme “Soy Libre” que aún está en proceso de edición, dirigido por Andrea Roggon de Alemania
Foto: Internet

1 de septiembre de 1999

Septiembre en la historia: Bombas sobre el Reino Unido.

Por Pablo Felipe Pérez Goyry.
01 de septiembre de 1999.

Durante la Segunda Guerra Mundial, en septiembre de 1944, Alemania inicia un nuevo procedimiento para sus bombardeos masivos contra el Reino Unido. La novedad consistió en el estreno de una nueva arma secreta.

Luego de enfrentar los estragos del desembarco en Normandía, de las fuerzas Aliadas, el 6 de junio de 1944 – también se conoce como el día "D" -, Alemania lanzan como represalia violentos bombardeos sobre la ciudad de Londres, que provocan pánico y víctimas.

Estos bombardeos se realizan con la nueva arma secreta llamada "bombas volantes V-1 y V-2"; que son lanzadas por primera vez, en la historia bélica, desde rampas; ubicadas a gran distancia del objetivo.

Parecida a pequeños aviones, estaban provistas de motores pulso reactores, y fueron puestas a puntos por el alemán Wernher von Braun. De esta manera Alemania se anticipaba, para miseria de la humanidad, a las tecnologías de los misiles teledirigidos actuales; que son más peligrosos por su potencia destructora y pueden transportar cabezas nucleares.

Según datos de la época, entre junio de 1944 y marzo de 1945, caen sobre las ciudades de Bruselas, Amberes, Lieja y Londres, más de 8.000 V-1 y unos 7,000 V-2.

Las experiencias y huellas que distinguen a la Segunda Guerra Mundial, no preocupan - en el mundo contemporáneo - a muchos dirigentes y científicos, porque ellos continúan perfeccionando armas mucho más mortíferas, para martirio de las actuales y futuras generaciones.

Ejemplo de nuestra aserción son las secuelas dejadas y el armamento empleado durante la llamada Guerra del Golfo Pérsico. (Este documento puede ser reeditado - total o parcial - citando autor y fuente).


Pablo Felipe  Pérez Goyry

Freelance: Writer - Journalistic Analyst - Photographer Design Editor - CEO - Chemical Industrial & Analyst

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