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©Pablo Felipe Pérez Goyry

16 de abril de 2009

Se nos fue Corín Tellado: Adiós, corazón...

Por Conrado Granado

“Dejaré de escribir cuando me caiga la cabeza sobre la máquina. Yo no me rindo”. Este ha sido el epitafio de Corín Tellado, la escritora asturiana que nos dejaba el pasado 13 de abril a los 82 años, después de haber escrito unas 4.000 novelas y haber vendido 400 millones de libros. No figurará nunca en el frontispicio de los grandes escritores, de los llamados “consagrados”, pero frente a ellos, y mal que a algunos les pese, Corín Tellado ha sido según la UNESCO la persona más leída en el idioma español después de Miguel de Cervantes, que ya es decir. Ahora nos ha dejado, el puesto queda libre, pues, para quien quiera, y pueda, ocuparlo.
Es difícil encontrar un parangón en el campo de la escritura con el de Corín Tellado, que empezó a escribir en el año 1946 con 19 años y no dejaría de hacerlo hasta su muerte, entregando una novela a la editorial cada 15 días. Solamente las personas que se han enfrentado al síndrome del “folio en blanco”, a esa cuartilla que hay que llenar de palabras que digan algo, con sentido, podrán comprender lo que esto significa. De esta manera, a las cinco de la mañana de cada día, y así durante semanas, meses y años, su Hispano Olivetti comenzaba a repiquetear, a esculpir palabras sobre el papel, aquella vieja máquina de escribir que le acompañaría de por vida, dando existencia a unos personajes que hablaban de amores, engaños, fidelidades e infidelidades, entregas e intrigas, unos personajes de ficción tan atrevidos ellos que osaban besarse en el papel en un tiempo en que los besos estaban prohibidos en sitio público en un país real llamado España, un país que también parecía irreal. Tiempos en que para unos “España era diferente”, mientras que para otros “Europa terminaba en los Pirineos”.
Las novelas de Corín Tellado fueron literalmente devoradas durante décadas entre los años 50 y 90, y de ahí que escribiera la friolera de 4.000, algo inimaginable en un ser humano. Es cierto que la suya no fue una literatura profunda, de honda temática, pero de lo que no cabe duda es de que contribuyó a que muchas mujeres leyeran por primera vez un libro, y otras aprendieran a leer a través de sus relatos, con el consiguiente avance del idioma español tanto en nuestro país como en América Latina, donde tenía millones de lectoras.
Durante muchos años, sobre todo por la década de los sesenta del pasado siglo, Corín Tellado fue como escritora a las mujeres lo que Marcial Lafuente Estefanía, Keith Luger o Clark Karrados fueron a los hombres. Es decir, los escritores de novelas que nos hacían soñar despiertos con unas aventuras de amores, salones, buenas vestimentas, rudos vaqueros, anchas praderas, y “saloones” repletos de “madames”, para de esa manera intentar engañar nuestra realidad cotidiana, aquella que se ocultaba tras una servidumbre de “chachas” internas con jornadas de 24 horas de servicio domésticoo, soldados uniformados pululando por las ciudades con “soldada” de dos reales de peseta diarios, trabajadores con sueldos de miseria, bocadillos de sardinas envueltos en papel de periódico y jornadas semanales de seis días, cuando no de siete. Pero con la diferencia de que mientras eran pocas las mujeres que leían las novelas de vaqueros, que estaban hechas “para hombres”, a Corín Tellado la leíamos algunos hombres, a veces furtivamente, ya que por entonces no estaba bien visto leer cosas “de mujeres” en un tiempo en que se nos enseñaba, inculcaba que los hombres no lloraban, tenían que ser duros como el pedernal, escupir por el colmillo llegado el caso, o incluso parecerse al duro de Bogart, un actor del celuloide que al decir de los entendidos en la materia era tan duro que meaba hielo. Libritos menores aquellas novelas, efectivamente, pero que permitieron soñar a millones de personas, ser un asidero a la esperanza, un tubo de escape ante una situación que no era la mejor de las posibles.
Dicen que su vieja máquina de escribir Hispano Olivetti estuvo funcionando hasta 1992, y a partir de esa fecha dictaría los textos, es de suponer que a ordenador. Pero lo que no dejó de funcionar nunca fue su entrega al oficio de escribir, para poder entregar una novela cada 15 días, conforme a lo convenido. Le pagaron por su primera novela 3.000 pesetas, aquella que llevaba por título “Trevida apuesta”, escrita en 1946 cuando contaba 19 años, mientras que ella dio a ganar mucho dinero a las editoriales, como sucede siempre. Y además escribía haciéndolo con la estructura al uso, la de los grandes clásicos: es decir, planteamiento, desarrollo y desenlace. Un desenlace que podía ser feliz o doloroso, según los casos, pero que siempre llegaba después de muchas horas de trabajo en largas jornadas que comenzaban al alba. Esa impresionante mujer se llamaba en realidad María del Socorro Tellado López, era hija de una ama de casa y de un maquinista de la marina mercante. Para sus lectores, hombres y mujeres, que de todo hubo, siempre será Corín Tellado, la escritora que nos hizo soñar. Adiós, corazón.



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Pablo Felipe  Pérez Goyry

Freelance: Writer - Journalistic Analyst - Photographer Design Editor - CEO - Chemical Industrial & Analyst

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