Washington ya no cree en el embargo como única política y
El principal asesor de Barack Obama en la Cumbre de Trinidad y Tobago, el embajador Jeffrey Davidow, de 65 años, es el hombre clave para la intención del presidente de recuperar peso en América Latina. Lejos de ser un convidado de piedra, Davidow tiene a sus espaldas 34 años de servicio exterior, la mayoría en América Latina. Durante sus primeras dos décadas de trabajo fue embajador en Guatemala, Chile y Venezuela. Al amparo de la Administración Clinton, no paró de ganar peso en la diplomacia. Tras sus años en Caracas, de 1993 a 1996, fue designado sub secretario de Estado para Asuntos Interamericanos y presidió el comité de supervisión de los proyectos puestos en marcha en el marco de la Organización de Estados Americanos (OEA).
En 1998, juró el cargo de embajador en México y tuvo a su cargo restablecer las deterioradas relaciones con Estados Unidos tras la llamada Operación Casablanca. Durante los tres años previos a la llegada de Davidow, el Gobierno estadounidense había llevado a cabo una operación encubierta a gran escala en México. Fueron detenidos 26 altos cargos de una docena de bancos comerciales mexicanos acusados de lavado de dinero para los carteles de Juárez y Cali. El escándalo involucró directamente tres grandes entidades financieras mexicanas: Bancomer, Serfin y Confía.
Más de un diplomático latinoamericano recuerda con admiración los años de Davidow tanto en la Secretaría de Estado como en México, país en el que estuvo hasta 2002. Dos años antes de marcharse, en una conferencia en San Diego, el entonces embajador enfatizó que "la política del dedo acusador" no servía para nada y que el primer paso para solucionar problemas como la inmigración o el narcotráfico era que EE UU y México compartieran la responsabilidad en estas cuestiones. La tesis de Davidow fue muy bien recibida en América Latina.
apuesta por una transición controlada hacia la democracia.
Antonio Caño.
Enviado especial a Puerto españa.
El País / 18.04.09
Barack Obama abrió ayer la Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago con una histórica oferta de reconciliación con Cuba, en medio de una acumulación de declaraciones y gestos, tanto de parte norteamericana como cubana, que han creado enormes expectativas de que pueda nacer aquí el inicio de un diálogo para la normalización de relaciones entre los eternos enemigos del continente.
"Creo que podemos dirigir las relaciones entre Estados Unidos y Cuba en una nueva dirección", afirmó el presidente de Estados Unidos, en el anuncio de una nueva política que puede acabar con un conflicto que durante décadas ha condicionado la relación de Washington con América Latina.
"Estados Unidos busca un nuevo comienzo con Cuba", manifestó Obama. "Sé que hay un largo camino por delante para acabar con décadas de desconfianza, pero hay pasos decisivos que podemos tomar hacia un nuevo día". "En los dos últimos años he indicado, y repito hoy, que estoy preparado para que mi Administración se involucre con el Gobierno de Cuba en una amplia gama de asuntos, desde los derechos humanos a la libertad de expresión, las reformas democráticas, las drogas y los asuntos económicos".
"Déjenme decirlo con claridad", concluyó el presidente norteamericano, "no estoy interesado en hablar por hablar. Pero creo que podemos llevar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba en una nueva dirección".
Se trata de la más rotunda y concreta oferta de diálogo presentada por un presidente de Estados Unidos desde que ese país rompió relaciones con el régimen comunista de la isla y le impuso un embargo económico en 1962. Esta oferta, aparentemente bien recibida en la isla y rodeada de muchos apoyos en un continente que quiere sumarse a una nueva era mundial, significa, por tanto, una oportunidad de oro de acabar con el aislamiento de Cuba y de reincorporar a ese país, poco a poco, al conjunto de las naciones democráticas.
Con esta oferta, Obama reconoce, al mismo tiempo, que el embargo de tantas décadas no ha dado resultado y que es necesario corregir esa política. Eso fue también reconocido ayer explícitamente por la secretaria de Estado, Hillary Clinton, quien afirmó sin tapujos en la República Dominicana que "la política de Estados Unidos hacia Cuba ha fracasado".
Al mismo tiempo, Clinton acogió de forma positiva las palabras del presidente cubano Raúl Castro, quien parece aceptar un diálogo con el Gobierno norteamericano con "todos los temas sobre la mesa", incluidos los derechos humanos y la democracia. Distintos líderes presentes en la cumbre de Puerto España realizan en estos momentos gestiones para favorecer ese diálogo y, llegado el caso, actuar como intermediarios. Entre ellos, el secretario general de la Organización de Estados Americanos, José Miguel Insulza, manifestó ayer que ha llegado el momento de reincorporar "paso a paso" a Cuba a la organización de la que fue expulsado hace casi medio siglo.
Todo ello está ocurriendo de forma acelerada, pero con prudencia para no forzar ni a Obama ni a Castro a una posición incómoda que dificulte sus movimientos. Por parte norteamericana, existe, no obstante, una intención clara de no dejar pasar la oportunidad que esta cumbre constituye. "El presidente llega a Trinidad y Tobago en busca de una aproximación pragmática a los problemas de la región, con la intención de dejar atrás los debates ideológicos del pasado", afirma Dan Restrepo, asesor de la Casa Blanca para asuntos latinoamericanos. En esa línea, Obama ha recordado que la democratización, los derechos humanos y el reconocimiento de las libertades individuales en Cuba siguen siendo las metas de su Administración. Pero ha insistido en que no espera que "esos cambios se den de la noche a la mañana".
Obama ha dejado claro que el levantamiento de todas las restricciones para que los norteamericanos con parientes en Cuba viajen a la isla, anunciado el pasado lunes, es sólo un primer paso en el camino de la normalización de relaciones. "Se pueden dar otros cuando Cuba esté dispuesto a darlos también", afirmó poco antes de salir de México.
Entre tanto, añadió el presidente norteamericano, el Gobierno cubano podría mostrar algunos gestos de reciprocidad con las medidas tomadas en Washington. Incluso sugirió que el permiso para los viajes a Cuba sea respondido con la autorización para que los cubanos que residen en la isla puedan salir al extranjero. Otro paso que Estados Unidos apreciaría de parte de los responsables cubanos sería la libertad para que sus ciudadanos puedan acceder a los canales por satélite de la televisión norteamericana.
"Necesitamos comprobar la seriedad de ambos lados en la búsqueda de un nuevo modelo de relaciones", precisa el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs. Las medidas tomadas hasta ahora son, según dijo Obama, "una prueba de nuestra buena fe".
"Creo que podemos dirigir las relaciones entre Estados Unidos y Cuba en una nueva dirección", afirmó el presidente de Estados Unidos, en el anuncio de una nueva política que puede acabar con un conflicto que durante décadas ha condicionado la relación de Washington con América Latina.
"Estados Unidos busca un nuevo comienzo con Cuba", manifestó Obama. "Sé que hay un largo camino por delante para acabar con décadas de desconfianza, pero hay pasos decisivos que podemos tomar hacia un nuevo día". "En los dos últimos años he indicado, y repito hoy, que estoy preparado para que mi Administración se involucre con el Gobierno de Cuba en una amplia gama de asuntos, desde los derechos humanos a la libertad de expresión, las reformas democráticas, las drogas y los asuntos económicos".
"Déjenme decirlo con claridad", concluyó el presidente norteamericano, "no estoy interesado en hablar por hablar. Pero creo que podemos llevar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba en una nueva dirección".
Se trata de la más rotunda y concreta oferta de diálogo presentada por un presidente de Estados Unidos desde que ese país rompió relaciones con el régimen comunista de la isla y le impuso un embargo económico en 1962. Esta oferta, aparentemente bien recibida en la isla y rodeada de muchos apoyos en un continente que quiere sumarse a una nueva era mundial, significa, por tanto, una oportunidad de oro de acabar con el aislamiento de Cuba y de reincorporar a ese país, poco a poco, al conjunto de las naciones democráticas.
Con esta oferta, Obama reconoce, al mismo tiempo, que el embargo de tantas décadas no ha dado resultado y que es necesario corregir esa política. Eso fue también reconocido ayer explícitamente por la secretaria de Estado, Hillary Clinton, quien afirmó sin tapujos en la República Dominicana que "la política de Estados Unidos hacia Cuba ha fracasado".
Al mismo tiempo, Clinton acogió de forma positiva las palabras del presidente cubano Raúl Castro, quien parece aceptar un diálogo con el Gobierno norteamericano con "todos los temas sobre la mesa", incluidos los derechos humanos y la democracia. Distintos líderes presentes en la cumbre de Puerto España realizan en estos momentos gestiones para favorecer ese diálogo y, llegado el caso, actuar como intermediarios. Entre ellos, el secretario general de la Organización de Estados Americanos, José Miguel Insulza, manifestó ayer que ha llegado el momento de reincorporar "paso a paso" a Cuba a la organización de la que fue expulsado hace casi medio siglo.
Todo ello está ocurriendo de forma acelerada, pero con prudencia para no forzar ni a Obama ni a Castro a una posición incómoda que dificulte sus movimientos. Por parte norteamericana, existe, no obstante, una intención clara de no dejar pasar la oportunidad que esta cumbre constituye. "El presidente llega a Trinidad y Tobago en busca de una aproximación pragmática a los problemas de la región, con la intención de dejar atrás los debates ideológicos del pasado", afirma Dan Restrepo, asesor de la Casa Blanca para asuntos latinoamericanos. En esa línea, Obama ha recordado que la democratización, los derechos humanos y el reconocimiento de las libertades individuales en Cuba siguen siendo las metas de su Administración. Pero ha insistido en que no espera que "esos cambios se den de la noche a la mañana".
Obama ha dejado claro que el levantamiento de todas las restricciones para que los norteamericanos con parientes en Cuba viajen a la isla, anunciado el pasado lunes, es sólo un primer paso en el camino de la normalización de relaciones. "Se pueden dar otros cuando Cuba esté dispuesto a darlos también", afirmó poco antes de salir de México.
Entre tanto, añadió el presidente norteamericano, el Gobierno cubano podría mostrar algunos gestos de reciprocidad con las medidas tomadas en Washington. Incluso sugirió que el permiso para los viajes a Cuba sea respondido con la autorización para que los cubanos que residen en la isla puedan salir al extranjero. Otro paso que Estados Unidos apreciaría de parte de los responsables cubanos sería la libertad para que sus ciudadanos puedan acceder a los canales por satélite de la televisión norteamericana.
"Necesitamos comprobar la seriedad de ambos lados en la búsqueda de un nuevo modelo de relaciones", precisa el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs. Las medidas tomadas hasta ahora son, según dijo Obama, "una prueba de nuestra buena fe".
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El as de la Casa Blanca para reconducir las negociaciones
El principal asesor de Barack Obama en la Cumbre de Trinidad y Tobago, el embajador Jeffrey Davidow, de 65 años, es el hombre clave para la intención del presidente de recuperar peso en América Latina. Lejos de ser un convidado de piedra, Davidow tiene a sus espaldas 34 años de servicio exterior, la mayoría en América Latina. Durante sus primeras dos décadas de trabajo fue embajador en Guatemala, Chile y Venezuela. Al amparo de la Administración Clinton, no paró de ganar peso en la diplomacia. Tras sus años en Caracas, de 1993 a 1996, fue designado sub secretario de Estado para Asuntos Interamericanos y presidió el comité de supervisión de los proyectos puestos en marcha en el marco de la Organización de Estados Americanos (OEA).
En 1998, juró el cargo de embajador en México y tuvo a su cargo restablecer las deterioradas relaciones con Estados Unidos tras la llamada Operación Casablanca. Durante los tres años previos a la llegada de Davidow, el Gobierno estadounidense había llevado a cabo una operación encubierta a gran escala en México. Fueron detenidos 26 altos cargos de una docena de bancos comerciales mexicanos acusados de lavado de dinero para los carteles de Juárez y Cali. El escándalo involucró directamente tres grandes entidades financieras mexicanas: Bancomer, Serfin y Confía.
Más de un diplomático latinoamericano recuerda con admiración los años de Davidow tanto en la Secretaría de Estado como en México, país en el que estuvo hasta 2002. Dos años antes de marcharse, en una conferencia en San Diego, el entonces embajador enfatizó que "la política del dedo acusador" no servía para nada y que el primer paso para solucionar problemas como la inmigración o el narcotráfico era que EE UU y México compartieran la responsabilidad en estas cuestiones. La tesis de Davidow fue muy bien recibida en América Latina.
Fotografías: AFP / 17.04.09
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