Guerra de Independencia (1895 – 1898)
Por Pablo Felipe Pérez Goyry.
A todas luces, Arsenio Martínez Campos renuncia por las sistemáticas derrotas que facilitan que en sólo tres meses el Ejercito Libertador Cubano invada la isla de Oriente a Occidente y “burle a 182 mil soldados españoles bajo el mando de 42 generales”. A Campos lo reemplaza el general Valeriano Weyler, célebre por sus monstruosidades en la provincia de Oriente, en la primera guerra.
Cuando en el combate de Peralejo Antonio Maceo derrota a Martínez Campos, en su momento el peninsular dijo que era peliagudo vencer a los mambíes en “la manigua y el llano”. Sólo quedaba una alternativa, desencadenar “una guerra a muerte”, que implicaba “reconcentrar las familias, en campos y poblaciones”. Es decir, en campos de concentración. Eso recomendó Campos a Weyler y éste lo puso en práctica desde julio de 1895. También, la aplica a partir del 21 de octubre de 1896 en Pinar del Río, provincia donde Antonio Maceo libra brillantes combates casi todo el año. Esta medida represiva se utiliza en otras poblaciones. El saldo de esta atroz práctica fue de unas 400 mil muertes por enfermedades y hambre, la mayoría niños, mujeres y ancianos, ya que, los hombres se incorporaban al Ejercito Libertador.
Así las cosas, si en 1895 se habla de encarnizados enfrentamientos en la manigua, entre 1896 y 1897 serán más sangrientas en las ciudades y en el campo. Juntamente, a finales de noviembre España ordena mediante un Decreto real, establecer un régimen autonómico en Cuba y Puerto Rico. Empero, no existe la intención en los cubanos de repetir la historia del Zanjón.
Con todo, Weyler no pudo someter a los cubanos y mucho menos vencer a las fuerzas insurrectas. En agosto de 1897 lo releva del cargo el general Ramón Blanco, un experto en convencimiento para olvidar el pasado y que sustituye a Martínez Campo después del Pacto del Zanjón.
La guerra por la Independencia cubana (1895-1898) fue sangrienta en la generalidad de los combates y novedosa en las estrategias militares utilizadas por el Ejercito Libertador. Se argumenta con certeza que la campaña en el oriente fue la esencia que aseguró la marcha triunfal de la invasión. Basta revisar las crónicas de la época que dan fe de la manera en que se cruza la trocha de Júcaro a Morón, las maniobras de contramarcha y ofensiva en Altagracia, El Mulato, La Larga y San Jerónimo, sin relegar al olvido Mal Tiempo, Palo Seco y Las Guásimas. En el caso del combate de Mal Tiempo, se considera como el más sangriento y el de “mayor repercusión moral para los mambíes” por su heroísmo. Estos hechos y otros explican de por qué Máximo Gómez y Antonio Maceo son excelsos generales y, cómo sus iniciativas y sus mambíes lograran hazañas militares heroicas en la marcha extraordinaria de la invasión relámpago, y la manera en que derrotaron a las tropas de la Metrópoli.
Las cifras demuestran que en los primeros meses de 1898 los españoles estaban prácticamente derrotados y el balance era desalentador: 13 mil muertos por la fiebre amarilla, 2 mil muertos en combate, 40 mil muertos a causa de otras enfermedades y 10 mil heridos. A Weyler lo releva el general Blanco que es otro “pacificador”. Éste ni corto ni perezoso y ante la imposibilidad de derrotar al Ejercito Libertador, con la ayuda de un grupo de cubanos fieles a la Corona, del Partido Autonomista, forma un “gobierno cubano” y el 1 de enero de 1898 toma posesión un “Consejo de Secretarios” y en marzos se celebraron elecciones para instalar un parlamento insular.
La farsa sale adelante y el parlamento queda constituido por cinco secretarios autonomista y dos restantes quedan en poder del Partido Reformista español. Este maquiavélico complot político fracasa, porque no se conseguirá fijar el fin de la guerra y la independencia de Cuba, y provoca peligrosos disturbios en La Habana. Para “proteger los intereses norteamericanos” el gobierno de Estados Unidos de América envía al puerto de la capital cubana en “visita de cortesía” el 25 de enero de 1898 al acorazado Maine, mientras lo hace al puerto de Nueva York el acorazado español Vizcaya. Empero, en la bahía habanera el 15 de febrero una explosión hace “saltar en pedazos” el Maine y mueren 260 marineros estadounidenses. Éste incidente será la antesala de la Guerra Hispano-estadounidense.
Guerra Hispano-estadounidense (1898)
La opinión publica estadounidense había sido manipulada por largo tiempo por una campaña de desinformación sobre lo que acontecía en la isla y cuando ocurre la explosión del Maine ya estaban creadas las condiciones para lanzar la ofensiva contra los españoles. Estados Unidos, que hasta a la sazón mira con el rabillo del ojo el espectáculo con aparentando indiferencia, interviene “con el armamento más moderno de la época en favor de los insurrectos” y en abril de 1898 se inicia la guerra Hispano-estadounidense.
Con la “misteriosa” explosión del acorazado Maine que se encontraba atracado en el puerto capitalino y en la que pierden la vida 260 marineros estadounidenses se inicia esta escaramuza bélica. Aunque este evento es el argumento para intervenir en la isla, no se puede olvidar que gobierno norteamericano había criticado los métodos empleados por el general Weyler. Así las cosas, la “espera para tomar los frutos maduros” había llegado y el Senado con 42 votos a favor y 35 en contra decide hacer la guerra contra España para “la liberación de Cuba, altruista y moralmente”.
El 1 de mayo de 1898, en poco tiempo, la flota española se rinde en el puerto de Manila a la escuadra del Pacífico y los norteamericanos ocupan Filipinas. En Santiago de Cuba, en la bahía del mismo nombre, el 15 de julio la flota española se rinde a la escuadra estadounidense del Atlántico. Sin combatir los norteamericanos ocupan Puerto Rico.
Para alcanzar la independencia del dominio español, los cubanos sufrieron la “Guerra Grande” que tuvo lugar entre 1868 y 1878, la “Guerra Chiquita” que no llego a feliz término y La Guerra de 1895-1898, que desembocó en la Guerra Hispano-estadounidense en 1898, y donde los norteamericanos arrebatan a los mambíes la tan anhelada independencia de España y que tanta sangre y sacrificios costara a los cubanos.
La Guerra Hispano-estadounidense fue una reyerta oportunista y, un “vagabundeo naval y filibusterismo militar” morboso. Las consecuencias están en la memoria histórica de la nación cubana, al menos para los que no sufren de amnesia.
El 25 de octubre de 1898 se firma el Tratado de París, que pone fin a la guerra y en el que España renuncia a su soberanía sobre Cuba, Filipinas, Puerto Rico y las islas Guam. Cuba pasa a control de Estados Unidos de América y un gobierno militar estadounidense la administra hasta el 20 de mayo de 1902, cuando se establece de manera formal la República de Cuba bajo la presidencia de Tomás Estrada Palma, “quien administra la nación como si fuera un pequeño pueblo de área rural” y señalaba que “Cuba tenía República, pero no tenía ciudadanos”.
La Constitución cubana de 1901 incorporó las consideraciones “sugeridas” por los estadounidenses y recogidas en la Enmienda Platt, que establecía condiciones no negociables para los Estados Unidos de América pudiera intervenir militarmente en Cuba cuando así lo considerara conveniente, así como la instalación de una base naval en la Bahía de Guantánamo y un control celoso sobre la política exterior de la isla.
Las consecuencias de la Guerra Hispano-estadounidense son bien conocidas y marcaran el futuro de la joven República y la historia de Cuba, que será escabrosa y de vacilaciones políticas que desemboca en la llamada “revolución cubana” que aún prevalece.
No es bueno olvidar la historia patria y los conceptos de que la democracia política, social y económica, es optimista de sus atributos y tiene como virtud esencial la libertad e intervención de toda la sociedad en el gobierno. Es decir, el Estado tiene como única fuente de poder al pueblo, que asegura con ayuda de elecciones libres la representación de sus órganos administrativos y el control público de la gestión estatal.
Mi opinión personal es que hoy día la nación cubana está sumergida en el debate político-social-económico de los nuevos anexionistas, los reformistas marxista-fidelistas y los independentista-nacionalistas del siglo XXI. Una buena razón para reflexionar y anticipar las consecuencias de la evidente falta de unidad que en este momento existe en el seno de la oposición anticastrista y que ponen en peligro una inminente transición en Cuba que desemboque en la definitiva libertad y democracia que el pueblo cubano demanda.
Sé de los cubanos son sencillos y apasionados, de ahí que, es importante no olvidar que será poco lo que se haga para la nación adquiera absoluta ilustración y sabiduría, y que estas despabilen la comprensión para escrutar los arcanos de la existencia misma y, se amalgame a la libertad, disciplina, solidaridad, responsabilidad, lealtad y justicia con excelente razonamiento.
Debo finalizar... Sólo aspiro, como liberal y demócrata, a que esta exposición sea una modesta y útil contribución para el debate honesto, y un aporte de elementos esenciales de la historia (1492 - 1898) para el activo, valiente y civilizado diálogo que facilite la derrota de la dictadura marxista-fidelista y coadyuve a una pacífica transición en Cuba. Ojalá no acontezca lo mismo que en 1878, 1898 y 1959. Tiene la palabra amiga, amigo...
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¡NAMASTE! [Fin de HISTORIA DE CUBA: CONTRIBUCIONES PARA EL DEBATE HONESTO]
Ciudad de la Eterna Primavera, invierno de 2007.
©Pablo Felipe Pérez Goyry.
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