Por Pablo Felipe Pérez Goyry.
Guerra de Independencia (1895 – 1898)
No hay dudas de que la Guerra de los Diez Años, conocida como Guerra Grande, fortaleció la identidad y talante de la nación cubana. La Protesta de Baraguá fue un reflejo de la honestidad y el espíritu independentista de la generalidad de cubanos, un sentimiento que perdura hasta el día de hoy.
Si bien las victoriosas insurrecciones no fueron suficientes para alcanzar el triunfo, se logra el establecimiento de algunas reformas políticas, las que no apagan el descontento con el gobierno peninsular. Esta insatisfacción aumenta y el 24 de febrero de 1895, con el Grito de Baire, se revive el movimiento independentista y el inicio de la Guerra del 95, bajo la dirección del patriota José Martí y del general Máximo Gómez.
Considerado como el apóstol de la independencia de Cuba, Martí (filósofo político, periodista, poeta y activista militar) en 1892 fundó el Partido Revolucionario Cubano y organiza esta guerra, que tendrá mayor coherencia, un partido político revolucionario y el pensamiento martiano. Se dice que son precursores de éste pensamiento y proyecto visionario de José Martí: José Agustín Caballero, Félix Varela, José Francisco Lemus.
Aunque fracasa el plan de La Fernandina, que Martí prepara celosamente, lejos de desalentar a los patriotas los convence de que había llegado el momento y el 29 de enero de 1895 se firma la orden de alzamiento para el 24 de febrero.
A finales del mes, unos dos mil 500 manbíes combatían en la provincia de Oriente, mientras esperan a los grandes jefes militares como Antonio Maceo y Máximo Gómez, que en abril arribaron por diferentes puntos de Baracoa. Por la costa de Duaba, llegó Antonio Maceo con 22 hombres y algunos veteranos como José Maceo. Gómez y Martí, lo hacen por Playitas de Cajobabo, con dos dominicanos y dos veteranos de la Guerra del 68.
Antonio Maceo, se une a las fuerzas insurrectas en Mayarí, y anuncia, el 21 de abril, a todos los jefes del Ejercito Libertador, que asume el mando y da la orden de “fuese ahorcado cualquier emisario de paz sin independencia”.
En el ingenio La Mejorana, el 5 de mayo, se produce la reunión de Maceo, Gómez y Martí. En el combate de Dos Ríos, 14 días después del encuentro, se produce la muerte de José Martí, alma de la revolución y el más iluminado de todos los cubanos.
No obstante, la muerte de Martí, la guerra se extenderá por todo el país, bajo la dirección del general Máximo Gómez, Calixto García y Antonio Maceo.
Arsenio Martínez Campos desembarca en Guantánamo con 50 mil hombres y armamento moderno y con ayuda naval refuerza las guarniciones de esa ciudad, Manzanillo, Bayamo, Holguín y Santiago de Cuba. Maceo que se había quedado en la región oriental logra sobresalientes victorias en esta contienda “combinando todo tipo de lucha” en Guantánamo, Las Tunas, Nipe y Manzanillo, y obliga a los españoles replegarse. Gómez, retoma el camino hacia el Camagüey para exacerbar el espíritu patrio de la región y desarrolla la llamada “campaña circular”, que se fundamenta en una estrategia para multiplicar el desgaste del enemigo.
En la contienda oriental son trascendentales las victorias de Jobito (13 de mayo), Peralejo (13 de julio) y Sao del Indio (finales de agosto). Estas derrotas peninsulares dejaron como balance la muerte del brigadier Santocildes y el teniente coronel Joaquín Bosch. Las perdidas en hombres y materiales son grandes en cantidad y número. Se puede asegurar que es aquí donde comienza el punto de quiebre de la guerra a favor de los cubanos por los sistemáticos fracasos de los peninsulares y la ausencia de recuperación moral y material ante las arremetidas de los mambíes.
Cuando se confirmó la llegada a la isla de Gómez y Maceo, los villareños comienzan las acciones en abril. Otros, cumpliendo órdenes del Generalísimo lo hicieron en julio. Desde el 30 de octubre, Gómez operaría en Las Villas, tras cruzar la Trocha de Júcaro a Morón, burlando la vigilancia de los españoles.
El 25 de julio, en Punta Caney, en el Sur de Santi Spíritus, desembarcan ―con los pertrechos que Martí pudo recuperar de la Fernandina― los generales Carlos Roloff y Serafín Sánchez, y se incorporan a las filas independentistas en suelo villareño. También, está en las filas mambíes el general oriental José María Rodríguez, que Gómez designa para esté al frente del Camagüey. Por estas fechas, Las Villas y Camagüey habían organizado las condiciones para en esos territorios tuviera éxito la invasión. En septiembre, la Asamblea y Constitución de Jimaguayú sienta las bases imprescindibles para impedir una clonación de lo acontecido en Guáimaro durante la “Guerra Grande”.
Los dos principales objetivos estratégicos de esta guerra serán: la guerra se extienda por todo el país y destruir las principales fuentes de riqueza para el sostenimiento del colonialismo peninsular. Esto se hace realidad en pocas semanas, porque “la tea mambís recorrió toda la isla”.
Las fuerzas peninsulares permanecían a la defensiva después de las derrotas en la provincia de Oriente. La campaña de Gómez “había resucitado la lucha en la región central y dado organización, disciplina y belicosidad a los camagüeyanos”, y había generalizado los alzamientos de Las Villas. Para los españoles, práctica y psicológicamente, era imposible contener la “caballería invasora” que evitaba los combates directos. Ejemplos de esta realidad son dos combates de irrisoria importancia en Lavado y Guaramanao, en la región oriental.
Durante toda la guerra, el ejercito español será un buen proveedor de armamentos, medicinas, y alimentos. Así ocurrirá en los primeros meses con la derrota del jefe peninsular Santocildes en Jucaibana, los enfrentamientos en El Guanábano, El Caney y Ramón de las Yaguas. Los pertrechos prácticamente arrebatados a los peninsulares sirvieron para dotar a las tropas insurrectas.
El Capitán General de Cuba, Martínez Campos, trató infructuosamente de limitar la insurrección en el Oriente, pero la prontitud del plan mambis hace risible las intenciones de este jefe español, experimentado militar de la anterior contienda y cuya fama viene de haber derrotado al último ejército carlista en la península ibérica.
Maceo partió el 22 de octubre de 1895 con una columna de 3 mil hombres, para encontrarse con Gómez. Esto acontece el 24 de noviembre, a las 4 de la tarde, en El Laurel, en territorio de Las Villas. Horas antes los invasores cruzaron sin novedad la célebre “Trocha de Júcaro a Morón”, mientras hacían como que lo llevarían a cabo por un punto, cruzaron por otro cerca de Ciego de Ávila.
El Generalísimo había anticipado la llegada de Maceo y la columna invasora, aumentando su tropa con algunos insurrectos y crea nuevas partidas en la región. Empero, lo más significativo de la labor de Gómez es que en su avance deja avivado el volcán de la revolución designando jefes a los que delega territorio en los que se comprometían golpear y distraer a los peninsulares. Martínez Campos, en Las Villas, decide interceptar el avance, pero, no logra su propósito. Desde Iguará, sobre el río Jatibonico, hasta la sangrienta batalla de “Mal Tiempo”, los cubanos guerrearon día y noche contra nueve mil enemigos.
Más de 4 mil peninsulares ataca la columna el 11 de diciembre y “según Gómez anota en su diario, convence a Maceo de no conviene resistir sino hostigar a los peninsulares de noche y emboscarlos de día”. Con esta estrategia se logra neutralizar la ofensiva de los españoles y ocasionarles muchas bajas.
El día 15, Gómez con 400 de sus mejores hombres “cargaron al machete durante apenas 15 minutos contra 600 españoles, 200 de los cuales resultaron muertos y el resto heridos. Además, allí ocuparon 150 fusiles Máuser, 60 Remintong, seis cajas de municiones, caballos y mulos, equipos y hasta el botiquín y la bandera. Los cubanos, tuvieron cuatro muertos y 40 heridos”.
Más tarde, después de la victoria del Ejercito Libertador en “Mal Tiempo”, en la región de Cienfuegos, las columnas invasoras irrumpen a todo galope en la región de Matanzas, y donde se libran “los estratégicos combates de Coliseo y Calimete, los días 23 y 29 de diciembre”, contra tropas dirigidas por Martínez Campos. Estos combates pasan a la historia militar como de excelente creatividad, en el primero, los insurrectos simularon que se replegaban hacia el este y el jefe español lo presumió embarcando sus tropas para atajar supuesta retirada y es aquí donde ocurre el “lazo de la invasión”.
Este descalabro de las fuerzas peninsulares hace de sea imposible detener la invasión y abre las puertas para miles de insurrectos puedan “cabalgar más de 16 horas diarias a través de las fértiles llanuras sureñas de la región Habana-Matanzas donde las bestias eran fáciles de reponer”.
Los destacamentos invasores “tea en mano persuadieron a los hacendados” a pagar impuestos a la “República en Armas”. La producción azucarera descendió un 80 por ciento, por la destrucción de ingenios y plantaciones cañeras, privando a España de su más importante fuente de ingresos.
El 1 de enero de 1896, los invasores acampan cerca de la población de Nueva Paz, en la provincia de La Habana. Posteriormente, en días sucesivos, ocupan Güira, Melena del Sur, Güira de Melena, Alquizar, Ceiba del Agua y Vereda Nueva. Una nueva manipulación de sus verdaderas intenciones ocurre cerca de la costa norte cuando insinúan que van a atacar a la capital y cerca de Hoyo Colorado el Ejercito Libertador “se divide en dos fuertes columnas, cada una de 2 mil hombres”. La maniobra estratégica consistió en que Máximo Gómez hace una contramarcha en La Habana para interceptar y distraer a los peninsulares, en tanto que el lugarteniente general Antonio Maceo encaminaba la invasión a Pinar del Río, donde sobre la marcha toma el poblado de Cabaña, San Diego de Núñez, Bahía Honda y las Pozas. Maceo, desde la cordillera pinareña dirige la tropa hacia el centro de la provincia y cruza cerca de la ciudad de Pinar del Río, tiene un combate en Las Taironas, para luego tomar Guane. El 22 de enero de 1896 la columna gira al norte para tomar sin dificultad Mantua, el pueblo más occidental de Cuba.
Por estas fechas, todo el país estaba en guerra y los mambíes habían alcanzado un indiscutible triunfo militar y político. ¡NAMASTE! [Continúa en HISTORIA DE CUBA: CONTRIBUCIONES PARA EL DEBATE HONESTO (12)]
Ciudad de la Eterna Primavera, invierno de 2007.
©Pablo Felipe Pérez Goyry.
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